3 ESTOY LISTA

Ahora hablemos un poco de Valeria. Ella es la típica ama de casa, la que está en su hogar atendiendo a los hijos y al marido, la que su rutina es la misma a diario en el trabajo más estresante y menos valorado de todo el mundo.

Había conocido a su esposo en el tiempo en que ella estaba en la preparatoria, él ya estaba por concluir la carrera de administración de empresas.

Al concluir la preparatoria comenzó un semi-escolarizado en pedagogía, quería ser maestra, pero luego de un tiempo Manuel le propuso matrimonio y ella decidió dejar de estudiar y dedicarse a la casa, ya que él le dijo que después él mismo le ayudaría a continuar estudiando.

Sin embargo, para sentirse útil, trabajaba y llevaba la casa, eso era realmente agotador, pero a ella le gustaba, cosa que a su marido no.

Hace algunos años trabajaba y se desarrollaba en el ámbito laboral en una empresa de lácteos, estaba creciendo, escalón por escalón, estaba casi donde quería, pero como la vida no es un cuento de hadas y en el mundo aún existe mucho machismo, pasaron cosas que si bien es cierto podía haber evitado, no lo hizo.

Las discusiones se hicieron frecuentes y todas comenzaban con el trabajo de la muchacha, después de mucho pensarlo tomó una decisión.

Aceptó dejar de trabajar para dedicarse al hogar, de cierta manera se sentía frustrada por hacerlo, pero no quería tener más problemas con su esposo de los que ya tenía a causa de ese tema.

Físicamente es una mujer guapa, alta, tez blanca, cabello castaño y lacio, unos ojazos claros que, aunque no llegan al verde, cambian su tonalidad dependiendo la ropa que lleva puesta.

Cuando era soltera tenía buen cuerpo, con el paso de los años ganó un poco de peso, pero nada de lo que no se pudiera encargar.

Intelectualmente es una persona dedicada, un poco perfeccionista, amorosa, cuando se entrega a algo o a alguien lo hace completa y tal vez eso ha sido su más gran error.

¿Por qué? Porque a veces entregarte por completo es la más grande debilidad de una persona, ella pensaba en lo que la gente dice, que debes dar amor sin esperar nada, la vida le había enseñado que eso no es verdad, porque no se puede ser feliz cuando solo tu das amor.

Cuando solo tú lo demuestras y no hay nada a cambio, ni palabras, ni hechos, pensaba que tal vez estuviera equivocada y solo había tomado malas decisiones en la vida.

Aunque dentro de esas decisiones estaba su hijo, el pequeño Noah. Se había embarazado rapidísimo después de su matrimonio, su pequeño había llegado a deslumbrar su mundo, así que era su adoración.

Era lo único por lo que permanecía así, sin insistir sobre un trabajo, estar al cuidado del pequeño le daba cierta satisfacción que llenaba el hueco de su vida profesional.

Pero ahora que ya estaba en la escuela, el tiempo la mataba, toda la mañana después de terminar sus labores domésticas se aburría demasiado, necesitaba una distracción.

Por un tiempo optó por vender dulces en el porche de la casa, le gustaba que los niños fueran a comprar y de esta manera se distraía y tenía un dinero extra para sus cosas.

A Manuel no le parecía aquello, así que terminó por dejarlo, había intentado un par de cosas más, pero nada, al final era lo mismo, disgustos que la verdad no quería.

Se vinieron tiempos duros en los que, por una enfermedad, Manuel cayó en cama, una enfermedad de los pulmones lo incapacitó para trabajar.

Las cuentas no se pagaban solas, así que Valeria tenía que entrar a trabajar cuanto antes, porque no solo era eso, sino la cuenta del hospital que se debía desde hace dos semanas, desde que le dieron el alta del mismo.

Había estado poco más de una semana internado con una grave neumonía, estaba demasiado enfermo y necesitaba tener reposo.

En la empresa donde trabajaba le dieron la incapacidad, pero el seguro apenas cubría las medicinas que le habían recetado, pero de su sueldo no era ni siquiera el 20 % de este.

No había más, tenía que buscar algún trabajo, recordó a su amiga Maritza, ella siempre la buscaba, aunque se habían distanciado hacía un par de meses porque ella no soportaba a Manuel.

No quería causarle molestias a su amiga, así que mejor se alejó. Pero en ese momento, no tenía a nadie más a quien recurrir, así que buscó su contacto y la llamó.

—¡Amiga, pero que milagro! —era la efusividad andante, era alegre y quería demasiado a Valeria.

Era una chica morena, alta, con unas caderas de infarto y unos rulos que ni eran rulos ni eran lacios, solo eran cabellos esponjosos como nubes.

—Muy bien, gracias ¿y tú? —respondió de la misma manera.

—Pues muy bien, pero a mí no me engañas ¿Qué quieres? ¿por fin te decidiste a dejar al ogro de tu marido? —Valeria solo rodó los ojos por las ocurrencias de su amiga.

—Bueno, pues me descubriste, necesito tu ayuda ¿aún están contratando en la empresa donde trabajas? —. El silencio se hizo del otro lado por un momento.

—¿Estás segura?, no quiero una desagradable discusión con tu marido por esto —le dijo seria.

Valeria comenzó a explicarle cómo es que estaba la situación y porque necesitaba el trabajo, a lo que su amiga la consoló y le prometió buscar algo para ella.

A los tres días de esa llamada, el celular de Valeria timbró, donde en la pantalla se distinguía el contacto de Maritza.

Tomó la llamada y para su fortuna, eran excelentes noticias, su amiga le había conseguido un trabajo justo junto a ella.

Era bastante difícil lograr eso, por lo regular, en ese tipo de empresas te daban el peor trabajo a las personas nuevas y tenías que subir por tu propio esfuerzo.

Había tenido suerte, solo esperaba que no le cambiara de la noche a la mañana.

Debía presentarse inmediatamente, ya que tendrían una capacitación grupal a la que no podía faltar.

De esas capacitaciones en las que te enseñan a atender a las personas, a empoderarte, a ser líder, es más, hasta a saber manejar tus emociones.

Así que decidida a todo, fue hasta donde se encontraba su esposo y habló seriamente con él, no estaba en condiciones de negarle que trabajara, él más que nadie sabía los gastos que se vinieron por su enfermedad.

Los ahorros se fueron a pagar la mayor parte de la cuenta en el hospital en donde había estado internado, y saber que no tenían de qué más vivir, terminó aceptando sin protestar el hecho de que su mujer regresara a trabajar.

Pero solo sería mientras él regresaba a su trabajo, lo cual no iba a ser pronto, las secuelas que había dejado la enfermedad en sus vías respiratorias no había sido poco, así que, se cuidaba o regresaría al hospital.

—Estoy lista —le dijo Valeria a su amiga en la puerta de su lugar de trabajo.

—Perfecto amiga, vamos, estaremos recibiendo solo una conferencia esta vez, cancelaron el taller que recibiríamos, aunque la verdad, prefiero los talleres, son más dinámicos que solo estar escuchando al ponente, tal como nos toca el dia de hoy —se quejaba la chica.

Ambas avanzaron y se sentaron casi en las sillas de atrás, recibieron la conferencia y comenzaron a trabajar.

Así pasaron un par de meses Valeria se empapó del trabajo, se movía como pez en el agua, ya su esposo se encontraba totalmente recuperado y no le había pedido que dejara de trabajar. Para ella, eso era muy bueno, estaba segura que pronto se daría cuenta de que estaban mejor si ambos trabajaban.

Solo esperaba que no comenzara a pedirle que dejara el trabajo, porque ya sabía que, si comenzaba con eso, al final de cuentas ella terminaba cediendo.

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