Justo cuando estaban saliendo, Alejandro, el amigo de Ricardo, saludó a una vieja amiga de otros talleres.
La curiosidad de Ricardo lo estaba asfixiando y no pudo evitar preguntarle a la Maritza.
—¿Quién es ella? —dijo, mientras apuntaba discretamente con el dedo en dirección a Valeria, que se encontraba con otros compañeros.
—Se llama Valeria, es nueva ¿Por? —la forma en que se lo preguntó, le decía que sospechaba cuál era la respuesta a esa pregunta.
—Nada solo que no la había visto antes y es muy guapa —una verdad a medias, obviamente le había parecido atractiva, pero no lo admitiría delante de nadie la verdadera atracción que sentía hacia ella.
—Así es, es el primer taller al que asiste y si es guapa… y casada, al igual que tú —sus palabras le sentaron como golpe en el estómago, de cualquier manera, tenía razón, no debía andar mirando mujeres si él tenía la de él en casa.
—¿A qué viene eso? Yo solo preguntaba para saber quién era —mintió descaradamente y con cero convicción..
Maritza siguió su camino hacia su amiga y solo se volteó para mirarlo, con una risa burlona negando con la cabeza.
Por fin la hora de comer había llegado, los chicos se quedaron retrasados, tardaron un poco en llegar y ya casi estaban llenas todas las mesas, así que se sentaron en una que estaba cerca de la entrada.
Por un costado de la mesa pasó Valeria, se había retrasado un poco, porque necesitaba ir al tocador, se paró buscando entre la multitud donde tomar asiento, se dirigió a una del fondo, al parecer Maritza le tenía un lugar reservado.
El interés que causaba en Ricardo era más que evidente y ni él se lo explicaba. Por lo regular no le interesaba conocer personas, su misma esposa lo acusaba de elitista porque no se relacionaba con cualquiera, pero ella tenía algo que lo atraía.
Para Valeria tampoco había sido invisible cuando entró en el comedor, solo lo miró de reojo cuando entró, no podía evitar mirarlo, pero no quería que nadie se diera cuenta, principalmente él.
Ese hombre que de alguna manera le había movido el piso, “qué vergüenza si se diera cuenta” pensó.
Cuando ya casi terminaban de comer, uno de los compañeros se acercó a la mesa en donde comían las chicas junto con otros compañeros de trabajo.
—Si quieren, en la habitación 201 vamos a hacer una pequeña reunión a las 9, ahí los esperamos a todos para relajarnos un rato —comentó el chico que había llegado hasta su mesa, Valeria lo había visto junto a aquel hombre en diferentes ocasiones en que volteaba a verlo.
—¿Quién es ese? —le preguntó a Maritza.
—Alejandro, es uno de nuestros compañeros, le gusta mucho la fiesta, ya sé qué clase de reunión estará organizando —se burló discretamente y por la manera en que se expresó su amiga, hasta ella sabía qué clase de reunión organizaba.
—Pues, ¿Qué clase de reunión según tú? —quería solo confirmarlo.
—Si quieres vamos más tarde y verás —no sabía si era correcto, después de todo ya no se sentía muy joven para andar en reuniones de solteros y eso a sus 26 años.
—No, yo solo preguntaba —solo se justificó y trató de cambiar el tema.
Después de comer todos fueron a sus respectivas habitaciones, la 310, un piso arriba de la mentada reunión, era la de las chicas.
Valeria se metió a la ducha, estaba cansada y después de darse un relajante baño, se puso a ver la tele, al fin ya no tenía planes de salir.
—Vamos por unas cervezas —entró su amiga, dándose cuenta de que ya estaba dispuesta para dormir.
—No, no tengo ganas de salir, además sabes que no soy muy fan de las cervezas —en realidad era más de tequila y vino rosado, bueno, en realidad no era muy fan de beber.
—¡Ándale!, no seas amargada. Vamos, pronto regresamos y aquí nos las tomamos —le insistía.
—¡Ya! ¡ya! Va pues —lo dijo protestando, más por compromiso que por otra cosa.
A regañadientes se vistió y salieron a la tienda a comprar las cervezas. Al tomar el elevador ya de regreso, coincidieron con unos compañeros que iban a la reunión del 201, les preguntaron si irían para allá, a lo cual Maritza les dijo que no.
—Si cambian de opinión allá las esperamos, solo será un rato porque mañana retomamos actividades —Maritza al ya tener experiencia en otras ocasiones, sabía que no sería un rato, se pasarían toda la noche en la parranda.
—Está bien, deja agarramos valor y vamos —mostrándole la bolsa de compras, refiriéndose a que primero se tomaban las chelas en su habitación.
Llegaron tranquilamente a la habitación, comenzaron abriendo un par de cervezas, platicaron largo y tendido, que aunque son amigas, ya tenían mucho de no reunirse simplemente a platicar.
Maritza sabía de que el ogro de Manuel, no le permitiría a Valeria salir a tomar algo, así que ella prefería evitarle problemas a su amiga, porque, aunque ella tenía la decisión, simplemente no la tomaba.
Valeria, al no estar acostumbrada al alcohol, pronto se mareo y se puso alegre.
—¿Vamos al 201? —le soltó Maritza, sabía que ya estaba más desinhibida, con suerte aceptaría.
—Pues como quieras, aquí tú eres la que sabes cómo se pone este ambiente —no necesitó más afirmación, con eso se dio por bien servida, se levantó de la cama y tomó a su amiga de la mano, yendo directamente a la reunión del 201.
Bajaron por las escaleras, ya que el elevador no llegaba rápido, al fin solo era un piso.
Llegaron, tocaron la puerta y quién sabe quién sería el que abrió la puerta, fácil había como quince personas en esa habitación.
Entre risas y tragos se integraron rápido a la pachanga.
Valeria pudo notar entre la gente a ese hombre, ese que le había provocado un terremoto de emociones solo con la mirada.
Él por su parte, se acercó a ellas, necesitaba saber más de aquella chica, no podía evitarlo, pareciera que tenía un imán que lo jalaba hacia ella.
—¿Toman algo? —les ofreció un trago, necesitaba cruzar palabras con ella, por lo menos escuchar su voz, a lo cual ni eso logró, ellas solo asintieron.
—¿Cómo se llama el chico de los tragos? —le preguntó por fin a su amiga, sin quitar la mirada del chico, mientras él se retiraba a hacerles una bebida con vodka y jugo de naranja.
—Se llama Ricardo, ¿por? —Maritza estaba entendiendo que entre esos dos, había algo, y en efecto, había algo que ni ellos mismos entendían.
—Solo para ir conociendo a todos —eso ni ella misma se lo creía.
—Es guapo ¿verdad? —la mirada azorada de Valeria se posó en la de su amiga, al parecer la había descubierto y si no lo hubiera hecho por la pregunta, estaba segura que el sonrojo la había terminado de poner en evidencia. Pero era verdad, estaba guapísimo.
Valeria guardó silencio, prefirió ignorar la pregunta, que, aunque con su actitud, no hacía más que afirmar aquella atracción que sentía.
Ya no conversaron más, Maritza al ya conocer a más personas, convivía en un grupo y luego en otro, mientras Valeria permanecía sentada en una de las camas.
Maritza platicaba con el joven organizador de la fiesta, ya le había comentado a su amiga que por un tiempo habían salido, pero que no funcionó, a pesar del buen entendimiento que tenían bajo las sábanas.
Valeria ya se sentía adormilada, al no estar acostumbrada a beber y mucho menos a hacerlo primero con cerveza y después con alcohol, estaba por decidir que lo mejor era regresar a su cuarto, cuando Ricardo se acercó y se sentó junto a ella.
—¿Quieres otro trago? —escucharlo hablar, le aflojaba las piernas a Valeria. La voz ronca y sensual, le parecía los más bellos del mundo. —S… si… claro —sólo pudo tartamudear eso porque la ponía demasiado nerviosa. A Ricardo le pareció graciosa la manera en que le respondió, pero escucharla, eso era música para sus oídos. Prácticamente todo le parecía perfecto en esa mujer, por lo menos lo poco que sabía de ella. Le preparó el trago, y comenzaron a platicar prácticamente sobre el taller, ya no había mucha gente, tal vez como seis personas, la mayoría ya se había retirado a sus habitaciones. —¿Qué es esa botella? —le preguntó curiosa. —Mezcal —le contestó él. —¿Me preparas uno de ese por favor? —la obedeció, aunque dudaba que sería sano que siguiera bebiendo y más si estaba bebiendo de todas las botellas que se encontraban en la mesita de la habitación. —Por supuesto —no tardó mucho en hacerlo, pensando en que sería el último que le ofrecía y pensando en persuadirla para que no
Entonces sin más que decir solo se besaron un rato más.—Esto no está bien… Esto no está bien… Esto no está bien… —Valeria repetía constantemente entre jadeos y besos.Pero no dejaba de tocarlo, de sentirlo, de extasiarse con el sabor de sus labios.Valeria metió las manos por debajo de la camiseta, acarició cada centímetro de piel mientras que estaban por explotar sus entrañas.Levantó el pedazo de tela hasta el pecho y comenzó a dejar un reguero de besos por toda el área, bajó por el abdomen hasta llegar a la orilla del pantalón, lo desabrochó, acarició sobre su ropa interior aquella erecci0n por unos momentos. Ella estaba bastante sorprendida, no era de las que tomaban ninguna iniciativa en ese aspecto, porque su marido lo consideraba vulgar.—No tienes que hacerlo —Ricardo le dijo, él pensó que ella lo hacía por compensar el hecho que ella no podía satisfacerlo de otro modo.—Quiero hacerlo —le contestó simple y continuó con su faena. Ricardo solo hizo la cabeza hacia atrás y susp
Verla partir, fue más difícil de lo que había pensado Ricardo, no sabía porque sentía ese vacío, solo había estado con ella una sola noche y prácticamente ni la conocía, aunque en el fondo sentía todo lo contrario.Aunque cada vez que la veía durante el día, quería ir hasta ella y tomarla ahí mismo, sobre las mesas de trabajo, verla irse, le causaba mucha aflicción.Las miradas cómplices sobraron ese día, pero se había dado cuenta de que algo le pasaba cuando se acercó hasta los directivos y luego salió a toda velocidad.Cuando la alcanzó y conversaron de lo que pasaba, fue que él mismo había sentido el balde de agua fría de la realidad.Ella estaba casada y se acababa de enterar que tenía un hijo, que todo estaría sobre eso y que él prácticamente salía sobrando.Pensó en su propia familia, la mujer que lo esperaba en casa y en sus hijas, pensando que algún día crecerían y no le gustarían que alguien le hiciera lo que él le estaba haciendo a su madre.Se pasó la mano por la cabeza, me
Pasaron los días, la verdad muy lentamente para Ricardo. Tenían bastante trabajo, pero con complicaciones con los directivos ya que no autorizaban ciertas cosas.Tuvieron una reunión junto con el ingeniero a cargo y los directivos, quería concentrarse, pero la verdad no podía, solo pensaba en ella.Al fin lograron llegar a un acuerdo, con el que les daban más trabajo, pero ambas partes quedaron conformes y se pusieron a trabajar en un nuevo proyecto.Para celebrar, se fueron a un bar de camino a la casa de Alejandro, estuvieron platicando y bebiendo unas cervezas.—Ricardo, ¿aún piensas en la chica de los cursos? —Era más que obvio.—La verdad si, a ti no te lo puedo negar y si no es a ti a quien le cuento ¿entonces a quién? —confiaba mucho en su amigo, solo él sabía de cómo lo traía esa chica.—Lo supuse, en ocasiones te veo pensativo, que, aunque estas concentrado, se nota que no es en lo laboral, pero hoy en la reunión te pasaste, parecía que solo eras un bulto sobre la silla — se
El cuerpo de Valeria se tensó al leer aquello, se quedó en tipo en shock, “¿quería verme?” pensó. sentía las mariposas revolotear en su estómago y su corazón latiendo a mil, ella también quería verlo.—¿De verdad quieres verme? —contestó, necesitaba estar segura, necesitaba que le confirmara y que no estaba en un sueño, como los que tanto había tenido, incluyéndolo a él.—Claro que sí, no tengo porque mentirte ¿y tú quieres verme? —él también tenía miedo de aquella respuesta, pero necesitaba saber.—Pues si quieres nos podemos ver un día de estos —escribió, pero dudaba en enviarlo o no. Luego de un par de minutos solo presionó enviar.Pasaron los minutos y no contestaba, ella pensó que no quería verla y sólo contestó por cortesía a los primeros mensajes. Casi una hora después, sonaba su celular otra vez.—Perdón por no contestar antes, es que llegó el ingeniero y pues estamos trabajando en un proyecto que tenemos que sacar esta semana, pero claro que quiero que nos veamos ¿a dónde te
Ricardo fue el primero en llegar, entró al estacionamiento y buscó con la mirada, al parecer ella aún no llegaba, habían quedado de verse ahí, para entrar juntos al restaurante.Salió del vehículo y se recargó a un costado de este, entonces fue que entró en su campo de visión, iba conduciendo y tomó un lugar un poco alejado de él, no se había percatado de que la observaban.Bajó y fue ahí que le sonrió a Ricardo, esa sonrisa lo derretía, le encantaba verla sonreír además de esa mirada hermosa, su expresión de felicidad era otra de las cosas que le encantaba de ella.Traía una blusa café con un escote pronunciado, donde se podía ver parte de sus senos, esos que lo habían vuelto loco en aquel closet, unos jeans pegaditos y zapatos negros con un tacón moderado, llevaba el cabello suelto, con unas delicadas ondas.Avanzó hasta donde estaba él, se saludaron con un beso en la mejilla que envió electricidad por todo su organismo, no querían soltarse, pero al estar en un lugar público, debían
Entre besos y abrazos fueron avanzando hasta donde había un sillón, se recostaron, quedando Ricardo sobre ella, apoyándose en uno de sus antebrazos.Ricardo tomó el control, desabotono los jeans de Valeria, besaba su cuello, bajando lentamente hacia sus pechos.Metió una mano en su espalda y desabrochó el sostén, dejando al descubierto sus sen0s turgentes por la exitaci0n, los acarició, deslizó el pulgar por el pez0n, haciéndola gemir de placer.Mientras que las manos de Valeria, se extendieron por el pecho y espalda de él. Se miraron a los ojos, había complicidad, pasión, entrega, estaba el deseo prohibido y eso lo hacía aún más placentero.Ricardo siguió con el reguero de besos, bajando nuevamente a las montañas con aureola rosada, metió una en su boca, chupando, lamiendo, amasando con delicadeza, mientras que atendía la otra con una de sus manos.La mano libre, quitaba cada prenda que estorbaba, cada escudo entre ellos que le impedía sentir su piel caliente.Él tenía completamente
Ella solo abrió los ojos como platos. No dijo nada, era algo extraño, ¿cómo podía amar a alguien que no conocí? ¿a alguien que solo había mirado dos veces?Después de eso, ya no cruzaron palabras hasta que llegaron al estacionamiento del “Bianchi”, de ahí solo se despidieron como dos compañeros de trabajo.Se besaron en la mejilla y Valeria salió del coche, dirigiéndose al propio, sentía su mirada sobre ella. Llegó a su coche, al subir, se miraron y sonrieron como tontos, de ahí cada uno tomó su camino.Valeria seguía dándole vueltas al asunto, al volver a la realidad sentía remordimiento de lo que había hecho, pero al mismo tiempo se sentía feliz, como hacía muchos años no se sentía, eran dos sentimientos opuestos que luchaban el uno con el otro por sobrevivir.Se dirigió a su lugar de trabajo, tenía que sacarlo de mi sistema, tanta felicidad simplemente no le cabían.De camino, le marcó a Maritza para avisarle que la recogería en el trabajo, cuando llegó no tardó mucho en salir y ab