Capítulo 32
Se llevó una mano a la frente y resopló con frustración. ¡Joder! Soltó un improperio entre dientes. Si tan solo se hubiera contenido un poco más, no estaría metido en esta celda de cuatro por cuatro metros.

Se dio un par de golpecitos en la frente con la palma de la mano. Le parecía injusto que fuera él quien estuviera detrás de unos barrotes, cuando lo único que hizo fue tratar de equilibrar un poco la balanza de la justicia, ejerciéndola con sus propias manos.

A esa hora del día, con el estómago rugiendo de hambre, no pudo evitar soltar una risita sarcástica por lo surrealista que le resultaba la situación... ¡Se supone que debería ser otra persona quien estuviera en su lugar! Pero así era la vida. Las autoridades mantenían a salvo a los cerdos con dinero, mientras que a personas como Patrick, los trataban como desequilibrados y resentidos sociales.

—¡Jah! ¿Resentido yo? —murmuró al recordar el apelativo que usó el hijo del antiguo socio de su padre, y uno de los cuatro malnacidos
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