Se obligó a mantener la vista fija al frente, pues sabía que si lo miraba, no podría mantenerse dentro de su papel por más tiempo. La puerta del copiloto se abrió y Patrick descendió del auto, sintiéndose muy desconcertado. No entendía qué demonios pretendía Avery. ¿A qué diablos estaba jugando? Hace unos minutos estaban comiendo juntos, conversando y riendo como si fueran viejos amigos, y de repente, ella cambió su semblante y empezó a tratarlo como basura. ¿Acaso eso era realmente lo que significaba ser el esclavo sexual de alguien? —Me pondré en contacto contigo cuando necesite de tus servicios —dijo ella—. Procura no meterte en más problemas, Patrick. —Sí, mi Señora —respondió él, bajando la cabeza y procurando no mirarla. En el fondo, sentía un gélido aguijón enterrándose en lo más profundo de su ser. No comprendía por qué esa actitud entre indiferente y despectiva de Avery lo trastocaba tanto. Patrick prefería mil veces a la simpática y amable Avery. —Mi Señora —no pudo evi
Avery volvió a clavar la mirada sobre el elegante reloj de pared, cuyo péndulo se balanceaba de un lado al otro con el paso de cada segundo. Había transcurrido media hora desde que llegó a la mansión de la Señora Gilmore, y David la condujo al vestíbulo, diciéndole que esperara allí, pues su Ama estaba ocupada. —Pido disculpas por haberte hecho esperar —Avery dio un respingo sobre el sofá al escuchar la voz de Isis, irrumpiendo en la habitación—. Estaba un poco atareada en el sótano —le guiñó un ojo. —¿Nuevos aprendices? —inquirió Avery en tono divertido. —Solo una —respondió Isis sin más—. Un viejo amigo me pidió que instruyera a su nueva adquisición, traída directamente desde Bagdad. Es una chica realmente exótica. —No lo dudo —Avery hizo un gesto con la boca, entre incómodo y de vergüenza. —¿Y bien? ¿Qué piensas hacer? —preguntó Isis. Avery frunció el entrecejo. —¿De qué estás hablando? —indagó. —Con Patrick —Isis se sentó en el sofá que estaba frente a Avery y sacudió la ma
Patrick comenzó a sentir los músculos de los brazos un poco agarrotados. No podía decir con exactitud cuánto tiempo había permanecido en esa posición, pero si sus cálculos no le fallaban, podría aventurarse a decir que habían pasado casi unos cuarenta minutos. Durante las últimas dos semanas, había sido la misma rutina, tan solo con unas pocas variables: Él llegaba a la mansión de la Ama Isis, se arrodillaba en medio de la sala y esperaba a que David le vendara los ojos y le atara las manos por detrás de la espalda. A continuación, caminaba un corto trayecto hasta llegar a unas escaleras y las descendía. Imaginaba que eran las escaleras que conducían al sótano, donde en un comienzo recibió el entrenamiento como sumiso. Sin embargo, había una variable en el ambiente. El olor a humedad era menos intenso y por momentos sentía mucho calor. Sensación que de estar en aquel sótano que recordaba de unas semanas atrás, sería la contraria. En ese jodido sótano, el frío era tal que había breves
La puerta de roble se abrió, emitiendo un chirrido. La primera en entrar a la habitación fue una mujer de cabellera rubia, atada en una coleta alta, que le daba a sus rasgos un toque de altivez y arrogancia. Llevaba puesto un vestido de látex, color rojo, que le llegaba unos pocos centímetros arriba de la rodilla, el cual se adhería a su cuerpo como una segunda piel, resaltando sus exuberantes atributos. Un cierre de dientes plásticos se extendía desde la parte baja del vientre hasta su cuello. El diseño era sin mangas, con una abertura en el pecho en forma de trapecio, que dejaba ver un par de senos bien proporcionados. Además, las botas de corte alto, del mismo material y color que el vestido, le añadían unos veinte centímetros más de altura gracias a la plataforma y al tacón de aguja. Fácilmente, Isis sobrepasó al chico descalzo y encadenado frente a ella por medio pie de altura. Detrás de ella emergió la sutil y elegante figura de una segunda mujer, también rubia, quien llevaba e
Patrick dio un respingo al sentir una mano que tocaba su espalda; la misma acariciaba con delicadeza y se deslizaba de manera descendente hasta posarse en una de sus nalgas. Él dio otro respingo cuando la palma de la mano estampó con fuerza contra la piel de su trasero desnudo. Sin poder evitarlo, una sensación muy parecida a una descarga eléctrica subió por su columna y le estalló en la nuca, haciendo que de su boca emergiera un débil jadeo. Otra nalgada, y una más. Cinco en total. Él las contó en voz alta y agradeció cada una. Los toques dejaron de ser propinados por una mano. Era el turno de la fusta. La punta del objeto recorrió su omóplato derecho, como sobándolo, y plas. Si pudiera escuchar algo más que la melodía briosa que sonaba en los auriculares, habría escuchado el silbido que emitía el cuero, cortando el viento y cada uno de los impactos de la fusta en su espalda. No obstante, Avery e Isis sí podían escuchar cada uno de los sonidos que emitía Patrick. Al principio er
Miró su imagen en el espejo para asegurarse de que todo estaba en orden. Su cabello lucía pulcro, peinado y sujeto en una coleta alta que le daba a los rasgos de su cara un toque aristocrático. Su rostro estaba maquillado en tonos tierra y su conjunto de tres piezas, color blanco, la hacía lucir como la estampa de una respetable cirujana. Puso el auto en marcha y se dirigió a toda prisa hacia el hospital. Era lunes, y en un par de horas le tocaría realizar una histerectomía. No solía encender la radio del auto, pues con el ruido del tráfico y de la ciudad le parecía más que suficiente, pero esta mañana se sentía diferente. Comenzó a pasar las emisoras, en busca de algo agradable para escuchar. Su búsqueda terminó al oír una palabra en específico: "Dolor". Conducía, pero sin dejar de prestar particular atención a la canción que retumbaba en el interior del auto. ¡Dolor! Tú me hiciste, tú me hiciste un creyente. ¡Dolor! Tú me destrozas y me reconstruyes. Creyente... creyente. ¡Dol
En el momento en que Patrick tuvo la intención de escribirle a Avery, no lo hizo con la intención de ser adulador ni mucho menos. Tan solo necesitaba ser un poco cortés antes de decirle que llegaría tarde al encuentro que ambos tenían pautado para llevarse a cabo al finalizar la tarde. Tan solo esperaba que su Ama no se molestara por cambiar los planes a última hora. Envió un par de mensajes disculpándose y recibió una respuesta al cabo de unos minutos: Está bien, cachorrito. En la revisión de Priscila le dieron muy buenas noticias. Ya no sería necesario que a su hermana la dialicen día por medio, tan solo lo harían los lunes y jueves, pues el tratamiento que había estado recibiendo las últimas dos semanas resultó ser el correcto. De igual modo, el trasplante no estaba descartado. El daño en los riñones de Priscila era irreversible. Patrick y Rhonda se aferraron a la esperanza de pronto recibir la noticia de que las trece personas que estaban delante de Priscila en la lista de espera
Horas antes La cirugía terminó a las once con cuarenta y tres minutos de la mañana, y todo salió según lo planeado. Avery dio las últimas instrucciones a las enfermeras y se retiró hacia su consultorio para buscar sus cosas e ir a buscar a Looren, para irse juntas a almorzar. Desde que se conocieron, la hora del almuerzo era como una especie de ritual fijo, a excepción de las veces que Derek la llamaba para que almorzara con él. No obstante, los últimos días, Avery había estado muy distante de su amiga porque esta no perdía oportunidad para atosigarla con preguntas respecto a lo que hacía al salir del hospital, y era un tema del que a Avery le incomodaba hablar, porque debía mentirle descaradamente, y ella no sabía mentir. Lograba mantener a Looren lejos de todos esos secretos que guardaba, porque evitaba hablar del tema. Cada vez que su amiga trataba de indagar sobre lo que hacia cuando no estaba con ella, Avery solía contestarle de forma vaga, sin entrar en detalles. Porque los det