Capítulo 40
Miró su imagen en el espejo para asegurarse de que todo estaba en orden. Su cabello lucía pulcro, peinado y sujeto en una coleta alta que le daba a los rasgos de su cara un toque aristocrático. Su rostro estaba maquillado en tonos tierra y su conjunto de tres piezas, color blanco, la hacía lucir como la estampa de una respetable cirujana.

Puso el auto en marcha y se dirigió a toda prisa hacia el hospital. Era lunes, y en un par de horas le tocaría realizar una histerectomía.

No solía encender la radio del auto, pues con el ruido del tráfico y de la ciudad le parecía más que suficiente, pero esta mañana se sentía diferente. Comenzó a pasar las emisoras, en busca de algo agradable para escuchar. Su búsqueda terminó al oír una palabra en específico: "Dolor".

Conducía, pero sin dejar de prestar particular atención a la canción que retumbaba en el interior del auto.

¡Dolor! Tú me hiciste, tú me hiciste un creyente.

¡Dolor! Tú me destrozas y me reconstruyes.

Creyente... creyente.

¡Dol
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