En medio de la madrugada, Patrick despertó muy sediento. Salió de la cama con mucho cuidado, procurando no despertar a Avery, y se encaminó escaleras abajo. Sabía dónde quedaba la cocina y dónde podía obtener un poco de agua fría para calmar la sed. Tanteó con las manos para no tropezar con nada, pues la escasa luz que iluminaba el lugar era la que entraba a través del balcón. No obstante, tropezó con algo al lado del sofá. Se agachó para ver qué era y vio que era una caja de cartón. Al recogerla para colocarla en otro lugar, donde no representara un riesgo de tropiezo para Avery, la tapa se le resbaló de las manos y cayó al suelo, desperdigando todo su contenido a sus pies. De inmediato, él comenzó a recogerlo todo y a colocarlo sobre la isla de la cocina. Patrick frunció el ceño al ver que se trataba de papeles. Lleno de curiosidad, abrió la nevera para que la luz de la misma le ayudara a ver mejor. Cogió una botella de vidrio con agua y bebió, sin despegar la mirada de la extraña
¡Importante aviso! Querido/a lector/a, antes de continuar leyendo, quiero brindarte una advertencia importante. El contenido que sigue a continuación contiene escenas sumamente sensibles y perturbadoras que involucran violencia a un menor, abusos y lenguaje fuerte. Estoy consciente de la naturaleza impactante de estas situaciones y quiero asegurarme de que te encuentres preparado para afrontar su lectura. Mi objetivo al incluir este tipo de contenido es abordar temas serios y cruciales que afectan a muchas personas en la realidad. Sin embargo, entiendo que no todos los lectores se sienten cómodos con este tipo de material y quiero respetar tus sensibilidades. Si decides continuar, por favor, ten presente que la narrativa abordará situaciones intensas y que podrían generar una reacción emocional fuerte. Si en algún momento sientes que el contenido es demasiado impactante para ti, te recomiendo saltarte este capítulo y cuidar tu bienestar emocional. Mi intención al ofrecer esta adver
Varios golpes, provenientes de la puerta, sacaron a Avery de sus cavilaciones. Una lágrima rodó por su mejilla, siendo evidencia del dolor que sentía al recordar. Se la limpió con el dorso de la mano. —Adelante —dijo ella. La puerta se abrió, revelando el menudo cuerpo de la recepcionista. —Doctora Wilson, su paciente de las diez ya llegó. Avery miró el reloj de pared a su derecha. Faltaban quince minutos para las diez de la mañana. —Hazla pasar —demandó. Necesitaba con urgencia algo para mantener su mente ocupada y no pensar tanto en el pasado. —Enseguida —asintió la muchacha—. Puede entrar, señora —le dijo a alguien. Avery frunció el ceño al ver a Isis. —¿Qué haces aquí? —inquirió. —¿Qué? ¿No puedo venir a ver a mi nueva ginecóloga? La puerta se cerró. —¿Y qué pasó con la que tenías? —No me daba placer que husmeara entre mis piernas —dijo la mujer sin más, agitando una mano en el aire—. Contigo, sé que la cosa será diferente —Isis lanzó una rápida mirada al entorno—. Así
Los ojos azules de Avery se pasearon por segunda vez sobre el montón de letras, palabras y párrafos. Leyó con detenimiento cada una de las cláusulas, deteniéndose brevemente sobre las que no eran de su agrado para tacharlas. Era un contrato muy específico, que no dejaba lugar a ninguna mala interpretación. —Como verá —dijo el hombre sentado frente a ella—, la Señora Gilmore me pidió que fuera muy preciso. —Ya veo —comentó Avery sin despegar la vista del texto que analizaba con mucho detenimiento. —Establece los límites que cada uno quiera poner, en el marco de proveer la mayor seguridad posible, tanto técnica como jurídico-social. —Está muy bien redactado —indicó ella—. De eso no me cabe la menor duda, pero me gustaría agregar una cláusula más. —Claro, lo que usted quiera. Dígame qué es lo que quiere agregar. —Quiero que sea la primera cláusula del contrato y que sea inquebrantable. De romperse, será motivo para dar por concluido el contrato. Estaba decidida. Llevaba varios dí
Volvió a leer el nombre para cerciorarse de que estuviera bien escrito. Sin apartar la mirada de la pantalla, dio un sorbo a su taza de café, mientras apoyaba ambos codos sobre la pequeña mesa del comedor. —Alana Eastwood —dijo entre dientes y presionó la tecla enter en su portátil. Sus ojos enrojecidos por el cansancio se pasearon sobre el montón de resultados que acababan de aparecer en la pantalla. —¿Quién eres, Alana? —musitó él—. ¿Y por qué Avery tiene recortes de periódicos con tu nombre, guardados en una caja de cartón? Ante sus ojos apareció el mismo artículo, con la misma imagen de la niña que vio en una de las fotografías que tenía Avery en la caja. Amplió la imagen y leyó: “Winchester, 17 de abril - Un hombre asesinó a su esposa de forma violenta, se suicidó, y dejó una niña huérfana: El crimen ocurrió esta mañana en un barrio al norte de Winchester. El agresor, identificado como Evan Eastwood, estadounidense, estranguló a su pareja y luego se quitó la vida, colgándose
Si a la gente le pagaran por ser lentos, de seguro la cajera del supermercado sería más rica que J. K. Rowling. Patrick resopló con fastidio y puso los ojos en blanco por décima vez. Hacía más de media hora que estaba en la cola para pagar, y de las diez personas que tenía delante, solo habían pasado tres. Si hubiera recordado que era el día de promociones en el supermercado, habría dejado las compras para el día siguiente, pero en lugar de eso, le tocaba soportar a los niños llorones que no dejaban de tomar cosas y arrojarlas dentro del carrito y los padres despreocupados que no hacían absolutamente nada por callar los berrinches de sus hijos malcriados. Tomó una honda bocanada de aire y la dejó salir muy despacio. En medio de su aburrimiento, no se le ocurrió nada mejor que realizar algunas búsquedas en el navegador de su móvil. Derek Contini, Isadora Gilmore y Avery Wilson eran las tres personas que decidió investigar. Del primero logró averiguar que era un famoso neurocirujano
Miró hacia la puerta, no porque estuviera molesta o impaciente por la espera, sino por inercia. Si hay un rasgo de sí misma que ha sabido cultivar a lo largo de los años, es la paciencia. Piensa que tal vez sea la manera de él pagarle por la forma en que ella lo corrió de su departamento en la madrugada. Fuese cual fuese el motivo del retraso de Patrick, no lo iba a salvar de un buen castigo. Miró a su alrededor, una vez más, mientras dejaba escapar un suspiro. La mezcla de olores entre pan tostado, carne asada, cebolla sofrita y mariscos, llevaba rato torturándola. Se vio tentada a ordenar, pero en vez de eso, optó por hacerle una señal a uno de los mesoneros para pedirle que volviera a llenar su copa de vino. —¿Cómo se llama el idiota que ha osado plantarte? —dijo una voz masculina a su derecha, haciendo que girara la cabeza. —Patrick Powell —contestó Avery en tono divertido, levantando su copa para hacer un improvisado brindis—. Por la paciencia —dijo ella—, por ser una de mis m
Patrick miró con repulsión el plato que Daniel acaba de colocarle frente a él, pero fue un gesto fugaz. Por nada en el mundo deseaba darle la satisfacción a Avery de ver lo incómodo que estaba. —¿Algún problema? —inquirió ella al ver que él titubeaba en tomar el primer bocado. —No —él negó con la cabeza—, ninguno. Es solo que no sé con exactitud cómo se come esto. Avery tomó una ostra del plato, le echó un poco de limón y se lo acercó a los labios. —Solo tienes que agarrarlo, llevártelo a la boca y succionar —murmuró ella—. A ver, abre grande —le guiñó un ojo—. Sé un buen chico, Patrick. Él tragó grueso y le lanzó una última mirada de desprecio al repugnante molusco. Por unos segundos se negó a abrir la boca, pero terminó cediendo ante la intensa mirada azulina de su Ama. —Con limón sabe mejor —masculló ella. Patrick arrugó la cara, y en cuanto sintió la primera arcada, tomó un vaso de agua sobre la mesa y bebió un gran sorbo. Avery sonrió; su lado morboso se regocijaba. —Del