Kaya examinó la cerradura de la puerta con detenimiento y se dio cuenta de que era fácil de abrir. Patrick observó en completo silencio mientras la mujer usaba un gancho de cabello para desbloquear la puerta. Cuando Kaya estaba a punto de halar la manilla, él le tocó un brazo. —Dame un arma —musitó él. Kaya se dio la vuelta y le lanzó una dura mirada—. ¿Qué? —protestó Patrick—. No sabemos qué nos espera detrás de esa puerta. La mujer dejó escapar un suspiro de fastidio, a la vez que se inclinaba un poco y rebuscaba en la parte interna de su bota. —Toma —musculle ella, entregándole un puñal de unos veinte centímetros de largo y empuñadura de azabache—. ¿Sabes cómo usarlo? —Entierras la parte con punta, ¿no? —Exacto —dijo Kaya—. A la de tres —Patrick asintió con la cabeza, aferrando con fuerza el puñal en su mano—. Uno, dos, tres. La mujer dio un empujón a la puerta, abriéndola de par en par. El desconcierto de ambos fue muy grande al ver que el lugar estaba completamente oscuro.
Cinco meses transcurrieron desde aquella noche, en la que Derek Contini la flageló hasta la saciedad. Esa noche, sintiéndose al borde de la muerte, Avery comprendió que había perdido muchos años de su vida, aferrándose a un pasado que no contribuía en nada a su presente. También entendió, que así como había gente malvada en el mundo, existían personas buenas, dispuesta a ayudarla a superar todos los traumas que la atormentaban. Isadora Gilmore era una de esas personas. Gracias a ella, Avery se dio cuenta que el amor verdadero nunca exigía nada a cambio. Y aunque no podía corresponderle de la forma que ella anhelaba, Avery tenía la plena convicción, de que su amistad con ella perduraría hasta el último segundo de sus vidas. El rumor de lo que le hizo a Derek, retumbó con fuerza en la comunidad BDSM, haciéndole acreedora del respeto de muchos, y temor de algunos, pero también el desprecio de otros, quienes la tildaron de desequilibrada mental. Pero eso no es cierto. Avery y Patrick lo
Agradezco en primer lugar a Dios, porque aunque en un momento me sentí sola y a punto de tirar la toalla, él me lleno de fortaleza para seguir adelante.A mispadres por siempre alentarme a seguir adelante.A mis hermanos, por ser ejemplo de constancia para mí.A mi familia, por sus palabras de aliento en lo momentos más difíciles.A WhipMaster, por toda esa información acerca del BDSM que me proveyó. Gracias por mostrarme un pequeño fragmento de este fascinante, pero poco comprendido mundo.A a la Licenciada Dayercy Collazo, por asesorarme en cuanto a términos de psicología. En un punto, hasta para mí, fue difícil entender a Avery.A la Licenciada Iraima Rangel, por su ayuda en la parte legal. De verdad quería que los contratos y acuerdos presentes en la historia, fuesen lo más verídicos posibles.A Kassandra Finol,
Nacida en Mérida, Venezuela en el seno de una familia amante del arte. La devoción de su madre por la música y el amor de su padre hacia la escritura la llevaron a recorrer un hermoso camino entre ambos mundos. Es Ariana y amante de la comida asiática.Docente de profesión. Cantante y escritora por pasión.Escribió su primera novela romántica a los 14 años, pero decidió dejar esa historia para sí y alimentarse de otros sueños.10 años más tardes, retoma la escritura y decide dedicarse de manera profesional a ella. Decide abrirse camino dentro del mundo literario, escribiendo diversas historias, siendo el romance, la ficción y el suspenso sus temas predilectos a la hora de escribir.Amante de la música metal, las novelas de Dan Brown y Stephen King, es una romántica empedernida que solo desea que sus lectores sueñen despiertos
Liberar sus deseos e impulsos retenidos era, en un principio, su meta, y Derek Contini se convirtió en el hombre que le ayudó a descubrir una parte desconocida de sí misma: despertó en ella un mundo lleno de posibilidades. Aunque le costó mucho dejarse llevar, llegó un punto en el camino en el que dejó de sentirse culpable por disfrutar del sexo de la manera en que lo hacía junto a él. Derek la hacía sentir como una rosa azul en medio de un valle de rosas rojas. La hacía sentir especial, deseada y hermosa. Al principio, ese mundo la aterraba, pero solo porque estaba condicionada por la hipocresía que reina en la sociedad, una que inconscientemente la había contaminado con toda esa m*****a "corrección política" y poco a poco la había convertido en una mujer reprimida, impidiéndole adentrarse en esa galería de placeres carnales que realmente representaba. Fue junto a Derek que descubrió la delicia y la sublimidad del dolor ligado al placer. Con él, logró quitarse la venda que la cegaba
Avery se levantó lentamente de su silla y extendió la mano hacia la ilusionada mujer que la miraba con ojos llorosos. La mujer estrechó su mano, mostrando una enorme sonrisa. —¿Entonces ya estoy lista? —profirió ella. —Sí —asintió la doctora con la cabeza—. Programaré la cirugía para las tres de la tarde. Quiero hacerla el lunes para evitar que entres en la semana crucial y se te presenten los dolores de parto. Avery notó que la señora Corbin dejó de sonreír y, en vez de alegría, su semblante expresaba nerviosismo. —¡Oh por Dios! —exclamó la mujer, abriendo mucho sus ojos—. ¡Eso es en menos de setenta y dos horas! —Se llevó una mano al pecho—. Está a punto de darme un ataque de pánico. Avery se puso de pie muy despacio, rodeó su escritorio hasta llegar al lado de su paciente y le puso una mano en el hombro. —Es algo normal en las madres primerizas —le obsequió una sonrisa para infundirle confianza—. No te preocupes. Todo va a salir bien —le aseguró. —Gracias, Doctora Wilson —la
Looren abrió mucho los ojos al ver a Avery y dejó escapar un silbido. Estaba impresionada por cómo lucía su amiga. Nunca antes la había visto con un vestido tan corto. Las únicas veces que Avery usaba ropa tan reveladora era cuando Derek se lo pedía para alguna fiesta de Amos o para alguna de sus sesiones. Avery llevaba un vestido negro que llegaba hasta una cuarta parte arriba de sus rodillas, muy ceñido al cuerpo, con mangas y busto de encaje, lo que le daba una apariencia sensual y elegante. Completaba el atuendo con un par de zapatillas plateadas de tipo stiletto. Su cabello rubio caía suelto con suaves ondas sobre sus hombros y espalda. —¡Madre mía! Te ves espectacular —dijo Looren, tratando de salir de su estupor. Avery sonrió tímidamente, no era muy adepta a los cumplidos. —Gracias —le respondió—. Tú también te ves fabulosa. —¡Bah! —Looren agitó la mano en el aire—. No exageres. Me veo normal. En cambio, tú... —sacudió la cabeza—. ¡Nena! Te has vestido para matar. La rubia
La cabeza daba vueltas a Avery y todo se volvía confuso. Frente a ella yacía un hombre atado a la cama, con las muñecas y tobillos sujetos. Estaba completamente desnudo y su camisa había sido utilizada para vendarle los ojos. Necesitaba agua, su boca estaba seca. Caminó tambaleante hasta el baño y, con ayuda de una mano, tomó un gran sorbo de agua del chorro del lavamanos. Se mojó la cara para refrescarse un poco. —¡Oye, nena! —la voz del hombre la hizo dar un respingo—. ¿Por qué tardas tanto? Avery meneó la cabeza suavemente. Necesitaba enfocarse. —Habitación número quince del Best Western Hollywood —dijo para sí misma, mientras fijaba la mirada en el espejo frente a ella—. El hombre en la cama se llamaba Charles y yo... —respiró profundamente—, estoy a punto de vomitar. Mojó una de sus manos y se la pasó por la nuca. Eso alivió un poco su malestar. —¡Hey, preciosa! ¿A dónde fuiste? —Salgo en un momento —respondió ella. Se sorprendió mucho por el tono autoritario de su voz. —¡