Cerró los ojos con fuerza, soltó una honda bocanada de aire y dejó caer su cabeza en el respaldar de la silla. La ergonomía de la misma la ayudó a relajarse un poco. Le dolía la espalda y un poco la cabeza. Eran casi las tres de la tarde. En un par de minutos le tocaría recibir a su tercera paciente de la tarde. No obstante, lo único que deseaba era largarse a casa, darse un baño, tomarse una infusión de hierbabuena con leche y acostarse a dormir. Creía que era la única manera de que su cerebro entrara en descanso y dejara de torturarla con recuerdos de un pasado en el que sufrió muchos horrores. No había podido dejar de pensar en la muchacha del relato de Looren y en Derek. Por momentos, se vio sumergida entre pensamientos bizarros, que se obligó a echar de lado cuando su amiga la llamaba de manera insistente para hacerla espabilar. Algo en todo eso le ponía la piel de gallina. Era como una especie de mal presentimiento, como un mal augurio... El almuerzo con su amiga transcurrió
El corazón de Patrick se aceleró cuando la puerta se abrió frente a sus ojos. Un caballero de avanzada edad, de tez oscura y vestido con un elegante traje color negro, lo recibió en la entrada. —Buenas noches, señor —lo saludó—. ¿En qué puedo ayudarlo? —Vengo a... —Patrick se aclaró la garganta y se detuvo a mirar el bonito edificio delante de él. Miró la pantalla en su móvil y verificó que fuera la dirección correcta—. ¿La doctora Avery vive aquí? —¿Busca a la doctora Wilson? —inquirió el hombre. —Sí, ella —respondió él, asintiendo con la cabeza. —Permítame un momento, por favor —el hombre se giró hacia un intercomunicador y pulsó un botón. Al cabo de unos segundos, se oyó una voz. —¿Sí? Diga. Patrick reconoció la voz de Avery. —Doctora Wilson —habló el caballero—. Aquí hay un muchacho que pregunta por usted. —¿Patrick? —inquirió ella. —Sí, Señora. Soy yo —contestó el aludido. —Sube. Está bien, Will. Déjalo subir. —Enseguida, Doctora. El hombre se giró hacia Patrick y le
Patrick baja la mirada y la posa sobre su plato. No se dio cuenta en qué momento Avery sirvió todo. El salmón huele y luce delicioso. Su estómago ruge. Ambos comen en silencio. Él no se atreve a decir nada, prefiere esperar que sea ella la que vuelva a retomar la conversación. —Háblame de tu hermana, ¿cómo sigue? —Avery rompe el silencio—. Esta tarde me dijiste que estabas en el hospital con ella. —A mi hermanita la están dializando dos veces por semana. —¡Oh por Dios! —Avery se muestra consternada—. ¿Qué edad tiene ella? —Diecisiete —masculló él. —¡Santo cielo! —Avery deja de comer. —Los riñones de mi hermana dejaron de funcionar hace más o menos cinco meses. Necesita un trasplante de riñón urgente. Avery no puede evitar sentirse muy afligida. —El fallo renal es una de las complicaciones más comunes del Lupus —musitó ella. —Ni mi madre ni yo somos compatibles con ella —comenta Patrick—. En este momento, mi hermana es la número catorce en la lista de espera por un riñón. Temo
En medio de la madrugada, Patrick despertó muy sediento. Salió de la cama con mucho cuidado, procurando no despertar a Avery, y se encaminó escaleras abajo. Sabía dónde quedaba la cocina y dónde podía obtener un poco de agua fría para calmar la sed. Tanteó con las manos para no tropezar con nada, pues la escasa luz que iluminaba el lugar era la que entraba a través del balcón. No obstante, tropezó con algo al lado del sofá. Se agachó para ver qué era y vio que era una caja de cartón. Al recogerla para colocarla en otro lugar, donde no representara un riesgo de tropiezo para Avery, la tapa se le resbaló de las manos y cayó al suelo, desperdigando todo su contenido a sus pies. De inmediato, él comenzó a recogerlo todo y a colocarlo sobre la isla de la cocina. Patrick frunció el ceño al ver que se trataba de papeles. Lleno de curiosidad, abrió la nevera para que la luz de la misma le ayudara a ver mejor. Cogió una botella de vidrio con agua y bebió, sin despegar la mirada de la extraña
¡Importante aviso! Querido/a lector/a, antes de continuar leyendo, quiero brindarte una advertencia importante. El contenido que sigue a continuación contiene escenas sumamente sensibles y perturbadoras que involucran violencia a un menor, abusos y lenguaje fuerte. Estoy consciente de la naturaleza impactante de estas situaciones y quiero asegurarme de que te encuentres preparado para afrontar su lectura. Mi objetivo al incluir este tipo de contenido es abordar temas serios y cruciales que afectan a muchas personas en la realidad. Sin embargo, entiendo que no todos los lectores se sienten cómodos con este tipo de material y quiero respetar tus sensibilidades. Si decides continuar, por favor, ten presente que la narrativa abordará situaciones intensas y que podrían generar una reacción emocional fuerte. Si en algún momento sientes que el contenido es demasiado impactante para ti, te recomiendo saltarte este capítulo y cuidar tu bienestar emocional. Mi intención al ofrecer esta adver
Varios golpes, provenientes de la puerta, sacaron a Avery de sus cavilaciones. Una lágrima rodó por su mejilla, siendo evidencia del dolor que sentía al recordar. Se la limpió con el dorso de la mano. —Adelante —dijo ella. La puerta se abrió, revelando el menudo cuerpo de la recepcionista. —Doctora Wilson, su paciente de las diez ya llegó. Avery miró el reloj de pared a su derecha. Faltaban quince minutos para las diez de la mañana. —Hazla pasar —demandó. Necesitaba con urgencia algo para mantener su mente ocupada y no pensar tanto en el pasado. —Enseguida —asintió la muchacha—. Puede entrar, señora —le dijo a alguien. Avery frunció el ceño al ver a Isis. —¿Qué haces aquí? —inquirió. —¿Qué? ¿No puedo venir a ver a mi nueva ginecóloga? La puerta se cerró. —¿Y qué pasó con la que tenías? —No me daba placer que husmeara entre mis piernas —dijo la mujer sin más, agitando una mano en el aire—. Contigo, sé que la cosa será diferente —Isis lanzó una rápida mirada al entorno—. Así
Los ojos azules de Avery se pasearon por segunda vez sobre el montón de letras, palabras y párrafos. Leyó con detenimiento cada una de las cláusulas, deteniéndose brevemente sobre las que no eran de su agrado para tacharlas. Era un contrato muy específico, que no dejaba lugar a ninguna mala interpretación. —Como verá —dijo el hombre sentado frente a ella—, la Señora Gilmore me pidió que fuera muy preciso. —Ya veo —comentó Avery sin despegar la vista del texto que analizaba con mucho detenimiento. —Establece los límites que cada uno quiera poner, en el marco de proveer la mayor seguridad posible, tanto técnica como jurídico-social. —Está muy bien redactado —indicó ella—. De eso no me cabe la menor duda, pero me gustaría agregar una cláusula más. —Claro, lo que usted quiera. Dígame qué es lo que quiere agregar. —Quiero que sea la primera cláusula del contrato y que sea inquebrantable. De romperse, será motivo para dar por concluido el contrato. Estaba decidida. Llevaba varios dí
Volvió a leer el nombre para cerciorarse de que estuviera bien escrito. Sin apartar la mirada de la pantalla, dio un sorbo a su taza de café, mientras apoyaba ambos codos sobre la pequeña mesa del comedor. —Alana Eastwood —dijo entre dientes y presionó la tecla enter en su portátil. Sus ojos enrojecidos por el cansancio se pasearon sobre el montón de resultados que acababan de aparecer en la pantalla. —¿Quién eres, Alana? —musitó él—. ¿Y por qué Avery tiene recortes de periódicos con tu nombre, guardados en una caja de cartón? Ante sus ojos apareció el mismo artículo, con la misma imagen de la niña que vio en una de las fotografías que tenía Avery en la caja. Amplió la imagen y leyó: “Winchester, 17 de abril - Un hombre asesinó a su esposa de forma violenta, se suicidó, y dejó una niña huérfana: El crimen ocurrió esta mañana en un barrio al norte de Winchester. El agresor, identificado como Evan Eastwood, estadounidense, estranguló a su pareja y luego se quitó la vida, colgándose