DEL INFIERNO EN UNOS OJOS (3)

Abrí los ojos y los recuerdos se vaciaron en mi mente como un balde de agua fría. Era cierto. Todo aquello había sucedido. Me había entregado a Adal y él me había amado y rechazado. Sus palabras picoteaban mi cabeza como látigos de rabia. Yo ya no sabía ni llorar y mis lágrimas eran lágrimas de un profundo dolor. Me calmé y me obligué a levantarme. Sentí un dolor muy vivo en la entrepierna y un horrible ardor en mi cueva desgarrada. Abatida y ansiosa, me volví al espejo a los pies de mi cama y la sola vista de mi rostro afligido e hinchado, me produjo tanta amargura como el espectáculo de mi cuerpo marcado y lastimado. Los morados en la carne de mis muslos, de mis senos y mi cuello eran la marca indeleble de su furia al amar. Intenté ocultarlas de inmediato usando un suéter ancho de color rojo y me solté el cabello, poniéndome una máscara de dul

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