DE UNA RUEDA SIN FIN (2)

Un día la pasión tuvo lugar en mi habitación. Era de noche y los demás se habían ido a dormir, a excepción de tía Amanda que iba y venía en pijama, finiquitando los últimos detalles del día. Adal llamó a mi puerta a hurtadillas y abriendo con suma cautela, lo dejé entrar. El instinto feroz de tan arriesgada situación emocionaron a Adal de tal modo que no pudo menos que arrojarme en la cama y abrirse paso entre mi piernas, quitándose la ropa, estrujando y arrugando mi camisón. Yo lo recibí a la par de ese instinto salvaje, abriendo la bragueta de su pantalón y aventurando mi mano al tesoro escondido dentro, e indicándole con actitud precavida que no hiciese ruido, lo hice entrar en mí. Gimió y empezó a moverse, besando mis senos erectos que desbordaron del camisón. Yo le apretaba las nalgas presionándolo más y má

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