DE LA ANSIEDAD AMOROSA (4)

Lloraba. Me sentía tan sola y perdida, pese a que estaba entre conocidos y gente de confianza, visitaba constantemente a mis padres, e incluso, me había vuelto más humilde y ayudaba a los débiles y vulnerables.

Sabía que Adal era un espejismo del que me había enamorado, y de no ser por una revista que me mostró Emiliana y que no supe de dónde la sacó, yo no habría podido aceptar que él era real. Aparecía una fotografía suya en la portada de aquella revista, cuyo mensaje más llamativo decía: “Famosos alérgicos al amor”. Y lo vi otra vez, más sensual, maduro y endemoniadamente hermoso: el cabello largo rozando las orejas y la nuca, los ojos achinados de color café, las facciones finas y alargadas, la boca amplia y los labios delgados, la barba espesa y perfectamente cuidada, el traje elegante, la mirada fija y anhelante. Busqu&e

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