—Parece un chico muy majo. —Fruncí ligeramente el ceño, mientras zarandeaba con suavidad el sobrecito de azúcar, antes de rasgarlo. Melina me dedicó una tímida sonrisa, tras hacer un breve gesto a su compañero, informándole así de que se iba a tomar un breve descanso—. No solo te ofrece un contrato de trabajo, si no que además un hombro dónde apoyarte: ¿sabes lo que eso significa? —No hacía falta ser muy lista para saber, incluso hasta un ciego podría verlo; sin embargo, yo no quería profundizar en el tema, y mucho menos en aquella cafetería.
—Tan sólo intenta ser amable. —Repliqué, encogiéndome de hombros para quitarle importancia, evitando su mirada—. Algo normal en alguien que quiere lograr su propósito. —Vacié el cont
<<—Entonces, ¿te dedicas a escribir sobre la vida de los demás? —Me preguntó, mientras cogía el sobrecito de azúcar y lo balanceaba con cuidado antes de rasgar la parte superior, clavando sus increíbles ojos negros en los míos.—Bueno, lo cierto es que hago algomásque escribir. —Contesté con dificultad, notando cómo mis mejillas se ruborizaban, mientras bajaba la mirada hacia la mesa, incapaz de sostener la mirada—.Intento humanizar a la persona en cuestión a través de mis palabras....—Volví a alzar la mirada para comprobar si había entendido qué era lo que había querido decir con ello, cuando vi que la confusión se reflejaba en su rostro, haciendo que arrugara la frente.
Adoraba la soledad, sólo cuando era necesaria.El silencio que me rodeaba, me ayudaba a analizar la situación por la que me había arrojado a sus fríos brazos, haciendo que me prometiera a mí misma que no dejaría que volvieran a romperme el corazón, nunca más.Sin embargo, algo dentro de mí me decía que aquella decisión era de las pocas que el ser humano era capaz de cumplir.<<Hay ciertos aspectos en la vida que escapan de nuestra enfermiza manía de controlarlo todo>>, me dije, mientras arrastraba una de las enormes cajas que los de la mudanza habían dejando en la sala de estar.<<De no ser así, creo que la vida realmente sería una auténtica porquería>>.No es que me gustara el hecho de tener que sufrir por culpa de alguien que parecía no tener corazón o, simplemente, por una mala decisión que yo misma había tomado, pero la idea de vivir una vidaperfectaen la que no existieran aquél tipo de co
<< —¿Qué es lo que te impulsó a querer formar parte del anonimato? —Me preguntó, tras hojear durante un largo rato las hojas con las anotaciones que le había tendido para que las echara un vistazo—. A juzgar por tu manera de escribir, se te da muy bien, tienes talento; entonces, ¿por qué no darte a conocer públicamente? —Le observé detenidamente, intentando averiguar si estaba hablando en serio, o tan sólo intentaba ser “amable”.—Tan sólo son breves anotaciones sobre cómo voy a desarrollar la biografía. —Observé, arrugando ligeramente la frente, mientras alargaba una mano para coger las hojas,cuando volvió bruscamente la cabeza hacia mí, y me miró con una frialdad que hizo que me quedara clavada dónde estaba, sin atreverme a mover ni un sólo músculo.—¿De verdad crees que soy tan ignorante, que no sé diferenciar lo que son una anotaciones de un borrador? —Inquirió, sin parpadear siquiera. Yo simplemente me limité a sostenerle la mirada—. Tan
—¡Vaya! —Exclamó Clara, la hermana melliza del hombre al que seguía amando, a pesar de haber resultado ser un cobarde traidor, y quién se había convertido en mi mejor amiga, mientras observaba mi habitación, fascinada—. ¡Este lugar es idóneo para ti! —Sonreí con timidez, siguiendo su mirada: había pintado las paredes de un cálido tono gris que combinaban perfectamente con el tono caoba claro de las puertas del armario empotrado y puerta de acceso a la estancia, y el tono caoba más oscuro del suelo del parqué; era una habitación algo pequeña, pero me encantaba el detalle de tener parte del techo inclinado al estilo de ático, pues había una pequeña ventana en medio que permitía comprobar qué tiempo hacía nada más despertar, o ver las estrellas mientras intentabas conciliar el sueño. En el centro se encontraba la cama de matrimonio, la cuál tenía un cabecero -también de color gris-, que iba a juego con las mesitas de noche.
<<—Eres de las pocas mujeres que poseen una belleza natural. —Comentó Andrés, mientras miraba las fotografías que me había hecho, con fascinación—. Estoy seguro de que si te dedicaras a ello, serías de las modelos mejor pagadas. —Fruncí ligeramente el ceño, tomándome unos segundos para analizar la afirmación de mijefe, aunque no tardé en desechar rápidamente aquella posibilidad: que él viera una belleza inigualable en mí, no significaba que los demás que formaban parte del mundo de la moda fueran a opinar igual.Además, a mí me gustaba la tranquilidad, salir a la calle sin tener que preocuparme de que unpaparazziestuviera acechándome, y viajar por placer, no por necesidad: quería mantener mi vida estable, no que se convirtiera en una especie de espectáculo del que todo el mundo opinaría.—Gracias, pero creo que prefiero seguir pasando inadvertida por el momento.
A pesar de que Talavera era una de esas enormes ciudades en las que podías perderte fácilmente en sus calles, siempre había un camino que te conducía de nuevo hacia casa.Sin embargo, el camino que yo estaba recorriendo, me llevaba a otro lugar, un sitio al que no hubiera regresado nunca, de no haber sido por la estúpida promesa que le había hecho a Clara, tres días atrás.<<Antes de que te quieras dar cuenta, las fotografías estarán hechas, y estarás de nuevo en casa>>, intenté convencerme, mientras me colocaba uno de los auriculares en el oído.<<Además, Clara te aseguró que sería ella la que se encargaría de hacerte las fotos, por lo que ni siquiera verás a Andrés>>.Aquella observación logró animarme un poco, aunque la opresión en el pe
La peor sensación de todas, es perderalgoque realmente nunca has llegado a tener: puedes disfrutar de ello durante el tiempo que crees que existe, pero cuando descubres que tan solo ha sido una mala jugada del destino o de tu propia mente, todo ese gozo desaparece como si una fuerte ráfaga de aire se lo llevara, dejando en su lugar una agria realidad a la que te niegas aceptar.Habían pasado ya largos meses desde que yo había sufrido aquella experiencia, y sin embargo, todavía me dolía recordarlo.Me había pasado cerca de tres días sin salir de la cama, llorando sin parar por haber sufrido unapérdidaque en realidad no había existido, y solo había dormido cuando el cansancio mental había podido conmigo.
Algunos globos se habían desprendido del cordel que los mantenían sujetos a las serpentinas que habían colgado en el techo, e iban y venían de un lado para otro, empujados por los movimientos de pies de la gente que estaba bailando en la pista en aquel momento, o por pura diversión de algunas parejas que habían decidido pasárselos los unos a los otros, como si todavía fueran niños pequeños, a pesar de que aquella fiesta significaba el fin de la secundaria: algunos seguirían estudiando el bachillerato para poder entrar en la universidad,, y otros, simplemente, empezarían a buscar trabajo, porque el estudiar no era lo suyo; tras cuatro intensos años en los que todos y cada uno de nosotros habíamos tenido nuestros más y nuestros menos, habíamos descubierto que en la vida ni todo es bueno, ni tampoco malo, y sobretodo, habíamos abierto los ojos en cuanto quiénes eran realmente buenos amigos, y quiénes solo les interesaba a