Eché un vistazo a mi alrededor, sintiendo como mi corazón parecía encogerse cada vez más dentro de mi pecho: todos los recuerdos que formaban parte de mi vida, aquellos objetos que habían decorado la estantería que había colgada encima de la televisión y en la vitrina que se encontraba al lado de esta, los cuales habían sido una muestra de las experiencias que me habían enseñado a ser quién era, habían sido cruelmente destrozados, cuyos trozos se encontraban esparcidos por toda la pequeña sala de estar.
Quién quiera que hubiese entrado en mi nuevo hogar, lo había hecho con un solo propósito: advertirme de alguna forma de que acabaría también conmigo.
—Parece ser que no se han llevado nada. —Comentó entonces la detective de policía, Wanda García, siguiendo mi mirada—. A juzgar por el destrozo que han hecho, es evidente de que se trata de algo personal. —Volví la cabeza bruscamente hacia ella, haciendo que me crujiera el cuello al hacerlo—. ¿Ha tenido recient
Regresar a casa, era volver al lugar que un individuo había invadido, destruyendo lo poco que había llegado a lograr en la vida: mi corazón se había reducido a cenizas después de que la ira que había sentido tras ver como las fotografías y regalos que me habían hecho yacían en mil pedazos esparcios por el suelo, abrasara mi pecho.Era por eso que había decididohuirde mi hogar, encontrar consuelo en alguien que quisiera escucharme.Y Melina era la que había tenido que hacerlo.Relatarle de mis propios labios una historia que no era para nada ficticia, había despertado en mí el temor de que el peligro que ya me había acechado en el pasado, hubiera decidido regresar de nuevo: un peligro a cuyo agresor no le
—¿Estás segura de que no nos olvidamos nada? —Preguntó Andrés, echando un último vistazo a nuestro alrededor, comprobando que realmente así fuera.—Las ganas de volver. —Comenté en un murmullo, haciendo que volviera entonces la cabeza hacia mí, sorprendido—. ¿De verdad tenemos que regresar? ¿Tan pronto? —Una ligera sonrisa burlona se dibujó en su rostro al escuchar el tono infantil con el que yo había formulado aquellas preguntas, y por un momento, no pude evitar sentir cierta vergüenza por mi comportamiento.—¿De veras no te apetece volver a tu querida ciudad natal? —Inquirió, acercándose a mí para rodear mi cintura con sus fuerte brazos, atrayendo mi cuerpo hacia el suyo—. Creía que no podías estar tanto tiempo fuera de ella... —Ensanchó su sonrisa, al tiempo que yo fruncía el ceño.—Eso era antes de conocerte. —Repliqué, encogiéndome de hombros. Andrés alzó las cejas, sorprendido—. Yo antes tenía una vida tranquila, podía ir a cual
Apreté sobre el icono cuyo dibujo era una pequeña televisión, y automáticamente, el comedor de mi casa apareció en la pantalla del teléfono, haciendo que abreira los ojos como platos, fascinada.A continuación, pulsé la flecha que se encontraba en la esquina inferior izquierda, y seleccioné sobre el icono en forma de tenedor: la cocina no tardó en aparecer esta vez enfrente de mis ojos.—Entonces, puedo vigilar mi casa desde cualquier lugar en el que me encuentre, y cuando quiera, ¿verdad? —Pregunté, sin dejar de toquetear los iconos.—Exacto. —Me dijo el técnico, echando un breve vistazo a mi teléfono móvil, con expresión divertida, para luego concentrarse de nuevo en las hojas grapadas que tenía en sus manos, supuse que para comprobar que todos los datos estuviesen correctos—. El sistema de vigilancia va conectado a su teléfono móvil en todo momento, y si alguien se atreviera a entrar de nuevo, la avisaría de inmediato, al mismo tiempo que enviaría una llamada de
—Parece un chico muy majo. —Fruncí ligeramente el ceño, mientras zarandeaba con suavidad el sobrecito de azúcar, antes de rasgarlo. Melina me dedicó una tímida sonrisa, tras hacer un breve gesto a su compañero, informándole así de que se iba a tomar un breve descanso—. No solo te ofrece un contrato de trabajo, si no que además un hombro dónde apoyarte: ¿sabes lo que eso significa? —No hacía falta ser muy lista para saber, incluso hasta un ciego podría verlo; sin embargo, yo no quería profundizar en el tema, y mucho menos en aquella cafetería.—Tan sólo intenta ser amable. —Repliqué, encogiéndome de hombros para quitarle importancia, evitando su mirada—. Algonormalen alguien que quiere lograr su propósito. —Vacié el cont
<<—Entonces, ¿te dedicas a escribir sobre la vida de los demás? —Me preguntó, mientras cogía el sobrecito de azúcar y lo balanceaba con cuidado antes de rasgar la parte superior, clavando sus increíbles ojos negros en los míos.—Bueno, lo cierto es que hago algomásque escribir. —Contesté con dificultad, notando cómo mis mejillas se ruborizaban, mientras bajaba la mirada hacia la mesa, incapaz de sostener la mirada—.Intento humanizar a la persona en cuestión a través de mis palabras....—Volví a alzar la mirada para comprobar si había entendido qué era lo que había querido decir con ello, cuando vi que la confusión se reflejaba en su rostro, haciendo que arrugara la frente.
Adoraba la soledad, sólo cuando era necesaria.El silencio que me rodeaba, me ayudaba a analizar la situación por la que me había arrojado a sus fríos brazos, haciendo que me prometiera a mí misma que no dejaría que volvieran a romperme el corazón, nunca más.Sin embargo, algo dentro de mí me decía que aquella decisión era de las pocas que el ser humano era capaz de cumplir.<<Hay ciertos aspectos en la vida que escapan de nuestra enfermiza manía de controlarlo todo>>, me dije, mientras arrastraba una de las enormes cajas que los de la mudanza habían dejando en la sala de estar.<<De no ser así, creo que la vida realmente sería una auténtica porquería>>.No es que me gustara el hecho de tener que sufrir por culpa de alguien que parecía no tener corazón o, simplemente, por una mala decisión que yo misma había tomado, pero la idea de vivir una vidaperfectaen la que no existieran aquél tipo de co
<< —¿Qué es lo que te impulsó a querer formar parte del anonimato? —Me preguntó, tras hojear durante un largo rato las hojas con las anotaciones que le había tendido para que las echara un vistazo—. A juzgar por tu manera de escribir, se te da muy bien, tienes talento; entonces, ¿por qué no darte a conocer públicamente? —Le observé detenidamente, intentando averiguar si estaba hablando en serio, o tan sólo intentaba ser “amable”.—Tan sólo son breves anotaciones sobre cómo voy a desarrollar la biografía. —Observé, arrugando ligeramente la frente, mientras alargaba una mano para coger las hojas,cuando volvió bruscamente la cabeza hacia mí, y me miró con una frialdad que hizo que me quedara clavada dónde estaba, sin atreverme a mover ni un sólo músculo.—¿De verdad crees que soy tan ignorante, que no sé diferenciar lo que son una anotaciones de un borrador? —Inquirió, sin parpadear siquiera. Yo simplemente me limité a sostenerle la mirada—. Tan
—¡Vaya! —Exclamó Clara, la hermana melliza del hombre al que seguía amando, a pesar de haber resultado ser un cobarde traidor, y quién se había convertido en mi mejor amiga, mientras observaba mi habitación, fascinada—. ¡Este lugar es idóneo para ti! —Sonreí con timidez, siguiendo su mirada: había pintado las paredes de un cálido tono gris que combinaban perfectamente con el tono caoba claro de las puertas del armario empotrado y puerta de acceso a la estancia, y el tono caoba más oscuro del suelo del parqué; era una habitación algo pequeña, pero me encantaba el detalle de tener parte del techo inclinado al estilo de ático, pues había una pequeña ventana en medio que permitía comprobar qué tiempo hacía nada más despertar, o ver las estrellas mientras intentabas conciliar el sueño. En el centro se encontraba la cama de matrimonio, la cuál tenía un cabecero -también de color gris-, que iba a juego con las mesitas de noche.