Siempre había escuchado que cuando una persona está enamorada, suele idealizar ese amor, convirtiéndolo en algo único, especial, como si esa persona no tuviera ningún defecto, como si fuera incapaz de tener maldad.
Claro que también había escuchado que una persona que está enamorada, suele tener una venda en los ojos, y es por eso que nunca puede ver lo que los demás ven.
Hasta que algo sucede, la venda se cae, y tienes la sensación de darte bruscamente de bruces contra una enorme pared de hormigón llamada realidad.
Tras mi breve y tenso encuentro con mi exnovio en el Ruiz de Luna, me había dado cuenta de que yo la venda que todavía pendía en mi cuello había caído por completo: d
—¿Estás segura de que no quieres que pase a recogerte?—Me preguntó Andrés, con un deje de preocupación en su tono de voz, haciendo que una tierna sonrisa se dibujara en mis labios—. Acabo de salir de la reunión, podría estar ahí en cinco minutos...—No te preocupes, amor.—Lo tranquilicé, mientras miraba de un lado para otro antes de cruzar la calle—. Estoy bien. Además—agregué,antes de que pudiera replicar—, ya estoy yendo para casa.—Pude intuir ciertaconfusiónal otro lado de la línea.—¿Cómo?—Balbuceó finalmente, con
Eché un vistazo a mi alrededor, sintiendo como mi corazón parecía encogerse cada vez más dentro de mi pecho: todos los recuerdos que formaban parte de mi vida, aquellos objetos que habían decorado la estantería que había colgada encima de la televisión y en la vitrina que se encontraba al lado de esta, los cuales habían sido una muestra de las experiencias que me habían enseñado a ser quién era, habían sido cruelmente destrozados, cuyos trozos se encontraban esparcidos por toda la pequeña sala de estar.Quién quiera que hubiese entrado en mi nuevo hogar, lo había hecho con un solo propósito: advertirme de alguna forma de que acabaría también conmigo.—Parece ser que no se han llevado nada. —Comentó entonces la detective de policía, Wanda García, siguiendo mi mirada—. A juzgar por el destrozo que han hecho, es evidente de que se trata de algopersonal. —Volví la cabeza bruscamente hacia ella, haciendo que me crujiera el cuello al hacerlo—. ¿Ha tenido recient
Regresar a casa, era volver al lugar que un individuo había invadido, destruyendo lo poco que había llegado a lograr en la vida: mi corazón se había reducido a cenizas después de que la ira que había sentido tras ver como las fotografías y regalos que me habían hecho yacían en mil pedazos esparcios por el suelo, abrasara mi pecho.Era por eso que había decididohuirde mi hogar, encontrar consuelo en alguien que quisiera escucharme.Y Melina era la que había tenido que hacerlo.Relatarle de mis propios labios una historia que no era para nada ficticia, había despertado en mí el temor de que el peligro que ya me había acechado en el pasado, hubiera decidido regresar de nuevo: un peligro a cuyo agresor no le
—¿Estás segura de que no nos olvidamos nada? —Preguntó Andrés, echando un último vistazo a nuestro alrededor, comprobando que realmente así fuera.—Las ganas de volver. —Comenté en un murmullo, haciendo que volviera entonces la cabeza hacia mí, sorprendido—. ¿De verdad tenemos que regresar? ¿Tan pronto? —Una ligera sonrisa burlona se dibujó en su rostro al escuchar el tono infantil con el que yo había formulado aquellas preguntas, y por un momento, no pude evitar sentir cierta vergüenza por mi comportamiento.—¿De veras no te apetece volver a tu querida ciudad natal? —Inquirió, acercándose a mí para rodear mi cintura con sus fuerte brazos, atrayendo mi cuerpo hacia el suyo—. Creía que no podías estar tanto tiempo fuera de ella... —Ensanchó su sonrisa, al tiempo que yo fruncía el ceño.—Eso era antes de conocerte. —Repliqué, encogiéndome de hombros. Andrés alzó las cejas, sorprendido—. Yo antes tenía una vida tranquila, podía ir a cual
Apreté sobre el icono cuyo dibujo era una pequeña televisión, y automáticamente, el comedor de mi casa apareció en la pantalla del teléfono, haciendo que abreira los ojos como platos, fascinada.A continuación, pulsé la flecha que se encontraba en la esquina inferior izquierda, y seleccioné sobre el icono en forma de tenedor: la cocina no tardó en aparecer esta vez enfrente de mis ojos.—Entonces, puedo vigilar mi casa desde cualquier lugar en el que me encuentre, y cuando quiera, ¿verdad? —Pregunté, sin dejar de toquetear los iconos.—Exacto. —Me dijo el técnico, echando un breve vistazo a mi teléfono móvil, con expresión divertida, para luego concentrarse de nuevo en las hojas grapadas que tenía en sus manos, supuse que para comprobar que todos los datos estuviesen correctos—. El sistema de vigilancia va conectado a su teléfono móvil en todo momento, y si alguien se atreviera a entrar de nuevo, la avisaría de inmediato, al mismo tiempo que enviaría una llamada de
—Parece un chico muy majo. —Fruncí ligeramente el ceño, mientras zarandeaba con suavidad el sobrecito de azúcar, antes de rasgarlo. Melina me dedicó una tímida sonrisa, tras hacer un breve gesto a su compañero, informándole así de que se iba a tomar un breve descanso—. No solo te ofrece un contrato de trabajo, si no que además un hombro dónde apoyarte: ¿sabes lo que eso significa? —No hacía falta ser muy lista para saber, incluso hasta un ciego podría verlo; sin embargo, yo no quería profundizar en el tema, y mucho menos en aquella cafetería.—Tan sólo intenta ser amable. —Repliqué, encogiéndome de hombros para quitarle importancia, evitando su mirada—. Algonormalen alguien que quiere lograr su propósito. —Vacié el cont
<<—Entonces, ¿te dedicas a escribir sobre la vida de los demás? —Me preguntó, mientras cogía el sobrecito de azúcar y lo balanceaba con cuidado antes de rasgar la parte superior, clavando sus increíbles ojos negros en los míos.—Bueno, lo cierto es que hago algomásque escribir. —Contesté con dificultad, notando cómo mis mejillas se ruborizaban, mientras bajaba la mirada hacia la mesa, incapaz de sostener la mirada—.Intento humanizar a la persona en cuestión a través de mis palabras....—Volví a alzar la mirada para comprobar si había entendido qué era lo que había querido decir con ello, cuando vi que la confusión se reflejaba en su rostro, haciendo que arrugara la frente.
Adoraba la soledad, sólo cuando era necesaria.El silencio que me rodeaba, me ayudaba a analizar la situación por la que me había arrojado a sus fríos brazos, haciendo que me prometiera a mí misma que no dejaría que volvieran a romperme el corazón, nunca más.Sin embargo, algo dentro de mí me decía que aquella decisión era de las pocas que el ser humano era capaz de cumplir.<<Hay ciertos aspectos en la vida que escapan de nuestra enfermiza manía de controlarlo todo>>, me dije, mientras arrastraba una de las enormes cajas que los de la mudanza habían dejando en la sala de estar.<<De no ser así, creo que la vida realmente sería una auténtica porquería>>.No es que me gustara el hecho de tener que sufrir por culpa de alguien que parecía no tener corazón o, simplemente, por una mala decisión que yo misma había tomado, pero la idea de vivir una vidaperfectaen la que no existieran aquél tipo de co