<<—Eres de las pocas mujeres que poseen una belleza natural. —Comentó Andrés, mientras miraba las fotografías que me había hecho, con fascinación—. Estoy seguro de que si te dedicaras a ello, serías de las modelos mejor pagadas. —Fruncí ligeramente el ceño, tomándome unos segundos para analizar la afirmación de mi jefe, aunque no tardé en desechar rápidamente aquella posibilidad: que él viera una belleza inigualable en mí, no significaba que los demás que formaban parte del mundo de la moda fueran a opinar igual.
Además, a mí me gustaba la tranquilidad, salir a la calle sin tener que preocuparme de que un paparazzi estuviera acechándome, y viajar por placer, no por necesidad: quería mantener mi vida estable, no que se convirtiera en una especie de espectáculo del que todo el mundo opinaría.
—Gracias, pero creo que prefiero seguir pasando inadvertida por el momento. —Dije finalmente, esbozando una tímida sonrisa—. La muchedumbre junto con cientos de cámaras fotográficas encaradas hacia mí no es algo que me atraiga; además —agregué, cuando sus increíbles ojos negros se encontraron con los míos—, mi jefe me ha pagado mucho dinero por adelantado por hacer mi trabajo; no creo que, le hiciera gracia que lo abandonara para embarcarme en una aventura llena de maquillaje, estrambóticos vestidos y pelo encartonado por usar tanta laca... —Aquella observación logró robarle una tierna sonrisa.
Dejó la cámara con cuidado sobre la mesa auxiliar y acabó de acercarse hacia mí.
—Podría intentar de convencerle para que dejara que fueras solo mía. —Musitó en un murmullo, mientras rodeaba mi cintura con sus manos, haciendo que mi corazón empezara a latir con fuerza dentro de mi pecho—. Además, no tienes nada que temer: yo cuidaré de ti. —Su rostro al mío, y me besó, con ternura, aunque no pude evitar apartarme unos centímetros de él, haciendo que arrugara la frente, confuso.
—No quiero ser una conquista más a la que puedas añadir a tu lista de mujeres con las que te has acostado. —Dije con un hilo de voz, pues aunque yo era consciente de que con el paso de los días la atracción que había entre ambos era más que evidente, no podía evitar pensar que tal vez no quisiéramos lo mismo, pues hasta la fecha, desconocía que aquel hombre que se encontraba enfrente de mí, fulminándome con la mirada, hubiera tenido ni una sola relación formal.
—Mentiría si no te dijera que me sorprende que tengas tan mal concepto de mí, a pesar de conocerme desde hace apenas un par de semanas. —Era evidente que se sentía molesto por mis últimas palabras, y dado a su razonamiento, no le culpé; sin embargo, también era cierto que había acudido en más de una ocasión a su estudio, y había escuchado ciertos comentarios de aquellas víboras que tenía por modelos, que habían logrado que estuviera en alerta.
—Tan solo me baso en lo que escucho de bocas ajenas. —Le dije, encogiéndome de hombros para quitarle importancia, aunque lo cierto es que me sentía mal por haberle acusado de ser de una manera incorrecta sin tener realmente pruebas de ello—. Tal vez esté en lo cierto, o quizás me equivoque: el tiempo lo dirá. —Andrés se apartó de mí, frunciendo el ceño, y se alejó unos pasos, dándome la espalda.
Estaba convencida de que estaba planteándose cambiar de opinión respecto a mis servicios, y que me pediría que me largara.
Dejó escapar un profundo suspiro, al tiempo que sacudía ligeramente la cabeza a modo de desaprobación, para luego pasarse una mano por el pelo, antes de volverse de nuevo hacia mí, todavía con el ceño fruncido.
—Entonces, tu temor es que logre conquistarte, te meta en mi cama, y te abandone cuando supuestamente me canse de ti. —Comentó entonces, volviendo a clavar su mirada en mí.
Me tomé unos segundos antes de responder.
Dicho de aquél modo, daba a entender que yo le consideraba un tipo sin escrúpulos, y tampoco había querido dar a entender aquello.
—No quiero que ninguno de los dos sufra, eso es todo. —Me limité a responder, y por la manera en como entrecerró los ojos, me di cuenta de que, de un modo u otro, había confirmado sus palabras.
—Está bien. —Murmuró, más para sí, que para mí, mientras volvía ligeramente la cabeza hacia un lado para perder la mirada en un punto inexistente—. La cuestión es, que tú me gustas, no voy a negarlo. —Agregó, asintiendo brevemente con la cabeza, mientras parecía ir pensando qué decirme para convencerme—. Y no soy un tipo que se rinda fácilmente, supongo que eso también lo has escuchado. —Inquirió, dedicándome una severa mirada que logró hacer que mis mejillas se ruborizaran—. Te propongo algo: pasaremos este fin de semana en uno de los apartamentos de Blue Windows House, y tendrás total control sobre mi teléfono móvil y ordenador; si recibo cualquier llamada o correo que puedan confirmar tu temor, nos limitaremos a mantener únicamente una estrecha relación laboral; pero —prosiguió, alzando el dedo índice para remarcar lo que iba a decir a continuación—, si en estos dos días todo transcurre con normalidad, te quitarás esa estúpida idea que tienes de mí de la cabeza, y me darás una oportunidad. —Tuve que hacer un esfuerzo por reprimir una tímida sonrisa ante su manera de lograr tener una relación sentimental conmigo, pues resultaba incluso tierno.
—Creía que en esta época del año, resultaba prácticamente imposible conseguir un apartamento ahí. —Comenté, cruzándome de brazos, decidida a no ponerle las cosas tan fáciles: me gustaba su desesperación por conseguir que yo accediera a salir con él.
—Esa es una de las ventajas de ser propietario de uno de los apartamientos, que puedes ir cuando te apetezca. —Abrí los ojos como platos, perpleja, lo que hizo que él no hiciera nada por disimular la sonrisa de satisfacción que se dibujó en sus labios—. Así es, nena —agregó entonces, asintiendo con la cabeza—: Ese es uno de los lujos que puedes disfrutar, si accedes a salir conmigo; ¿qué me dices? —Yo simplemente me limité a bajar ligeramente el rostro, dejando que mis labios esbozaron una tímida sonrisa.>>
A pesar de que Talavera era una de esas enormes ciudades en las que podías perderte fácilmente en sus calles, siempre había un camino que te conducía de nuevo hacia casa.Sin embargo, el camino que yo estaba recorriendo, me llevaba a otro lugar, un sitio al que no hubiera regresado nunca, de no haber sido por la estúpida promesa que le había hecho a Clara, tres días atrás.<<Antes de que te quieras dar cuenta, las fotografías estarán hechas, y estarás de nuevo en casa>>, intenté convencerme, mientras me colocaba uno de los auriculares en el oído.<<Además, Clara te aseguró que sería ella la que se encargaría de hacerte las fotos, por lo que ni siquiera verás a Andrés>>.Aquella observación logró animarme un poco, aunque la opresión en el pe
La peor sensación de todas, es perderalgoque realmente nunca has llegado a tener: puedes disfrutar de ello durante el tiempo que crees que existe, pero cuando descubres que tan solo ha sido una mala jugada del destino o de tu propia mente, todo ese gozo desaparece como si una fuerte ráfaga de aire se lo llevara, dejando en su lugar una agria realidad a la que te niegas aceptar.Habían pasado ya largos meses desde que yo había sufrido aquella experiencia, y sin embargo, todavía me dolía recordarlo.Me había pasado cerca de tres días sin salir de la cama, llorando sin parar por haber sufrido unapérdidaque en realidad no había existido, y solo había dormido cuando el cansancio mental había podido conmigo.
Algunos globos se habían desprendido del cordel que los mantenían sujetos a las serpentinas que habían colgado en el techo, e iban y venían de un lado para otro, empujados por los movimientos de pies de la gente que estaba bailando en la pista en aquel momento, o por pura diversión de algunas parejas que habían decidido pasárselos los unos a los otros, como si todavía fueran niños pequeños, a pesar de que aquella fiesta significaba el fin de la secundaria: algunos seguirían estudiando el bachillerato para poder entrar en la universidad,, y otros, simplemente, empezarían a buscar trabajo, porque el estudiar no era lo suyo; tras cuatro intensos años en los que todos y cada uno de nosotros habíamos tenido nuestros más y nuestros menos, habíamos descubierto que en la vida ni todo es bueno, ni tampoco malo, y sobretodo, habíamos abierto los ojos en cuanto quiénes eran realmente buenos amigos, y quiénes solo les interesaba a
—Voy a hablarte sin rodeos. —Dijo con decisión Yago López, propietario de la conocida empresa de joyas italiana Fascino, quién tenía una sede afincada en la ciudad, tras limpiarse los labios con la servilleta, visiblemente nervioso—. Quiero que trabajes exclusivamente para mí. —Abrí los ojos como platos, sorprendida por aquella petición: ¿de veras me estaba pidiendo que formara parte de su empresa?—. No sé porqué, pero desde que hiciste la última campaña de publicidad para Fascino, he logrado vender muchísimo género, más de lo esperado. —No sabía si tomarme aquello como un cumplido, o en parte como ofensa, y no dudé en hacérselo saber, pues no estaba dispuesta a aceptar que me hubiera invitado a uno de los restaurantes más elegantes de la ciudad, para insultarme sutilmente, y que luego esperase que trabajara para él.—¿Acaso insinúa que no soy lo suficientemente atractiva? —Aquella pregunta pareció desconcertarle, pues frunció ligeramente el ceño—. ¿O tal vez que no estoy a la al
Siempre había escuchado que cuando una persona está enamorada, suele idealizar ese amor, convirtiéndolo en algo único, especial, como si esa persona no tuviera ningún defecto, como si fuera incapaz de tener maldad.Claro que también había escuchado que una persona que está enamorada, suele tener una venda en los ojos, y es por eso que nunca puede ver lo que los demás ven.Hasta que algo sucede, la venda se cae, y tienes la sensación de darte bruscamente de bruces contra una enorme pared de hormigón llamadarealidad.Tras mi breve y tenso encuentro con mi exnovio en elRuiz de Luna, me había dado cuenta de que yo lavendaque todavía pendía en mi cuello había caído por completo: d
—¿Estás segura de que no quieres que pase a recogerte?—Me preguntó Andrés, con un deje de preocupación en su tono de voz, haciendo que una tierna sonrisa se dibujara en mis labios—. Acabo de salir de la reunión, podría estar ahí en cinco minutos...—No te preocupes, amor.—Lo tranquilicé, mientras miraba de un lado para otro antes de cruzar la calle—. Estoy bien. Además—agregué,antes de que pudiera replicar—, ya estoy yendo para casa.—Pude intuir ciertaconfusiónal otro lado de la línea.—¿Cómo?—Balbuceó finalmente, con
Eché un vistazo a mi alrededor, sintiendo como mi corazón parecía encogerse cada vez más dentro de mi pecho: todos los recuerdos que formaban parte de mi vida, aquellos objetos que habían decorado la estantería que había colgada encima de la televisión y en la vitrina que se encontraba al lado de esta, los cuales habían sido una muestra de las experiencias que me habían enseñado a ser quién era, habían sido cruelmente destrozados, cuyos trozos se encontraban esparcidos por toda la pequeña sala de estar.Quién quiera que hubiese entrado en mi nuevo hogar, lo había hecho con un solo propósito: advertirme de alguna forma de que acabaría también conmigo.—Parece ser que no se han llevado nada. —Comentó entonces la detective de policía, Wanda García, siguiendo mi mirada—. A juzgar por el destrozo que han hecho, es evidente de que se trata de algopersonal. —Volví la cabeza bruscamente hacia ella, haciendo que me crujiera el cuello al hacerlo—. ¿Ha tenido recient
Regresar a casa, era volver al lugar que un individuo había invadido, destruyendo lo poco que había llegado a lograr en la vida: mi corazón se había reducido a cenizas después de que la ira que había sentido tras ver como las fotografías y regalos que me habían hecho yacían en mil pedazos esparcios por el suelo, abrasara mi pecho.Era por eso que había decididohuirde mi hogar, encontrar consuelo en alguien que quisiera escucharme.Y Melina era la que había tenido que hacerlo.Relatarle de mis propios labios una historia que no era para nada ficticia, había despertado en mí el temor de que el peligro que ya me había acechado en el pasado, hubiera decidido regresar de nuevo: un peligro a cuyo agresor no le