capitulo 3

Victoria 

Por la mañana, como todos los días, me despierto y sigo mi rutina. Me baño, me arreglo y tomo un taxi, ya que mi auto está en mantenimiento. Al llegar a la empresa, camino hacia la entrada, pero siento una mirada que quema mi espalda. Odio ese sentimiento, me recuerda la noche en que mis padres fueron ultimados por bandidos después de que me secuestraran.

Desde entonces, me he convertido en toda una fiera. No permito que nada ni nadie me venza. He aprendido karate y a conducir, incluso he participado en varias carreras callejeras. Soy Victoria Daville, y doy una vuelta para ver si encuentro algún auto negro siguiéndome, pero no hay ninguno. Qué crédula fui.

Al entrar a la empresa, saludo a los demás como siempre y me dirijo a mi oficina. Sin embargo, me topo con mi jefe, Vicente Rulo. Intento escabullirme y cambiar de ruta, pero él me conoce como la palma de su mano y me llama.

"Vic, que ni se te ocurra", me dice.

"Buenos días, Vicente. Solo iba por una taza de café", miento descaradamente y sé que él lo sabe.

"Aún usas ese truco, tienes una cafetera y un asistente. ¿De qué café hablas?", responde con tono mandón, como Ámbar. Me dan ganas de dejarle una patada en el trasero. Veo que se estremece, como si acabara de recibir un cosquilleo.

"Vic, estás hablando mal de mí", respondo con sarcasmo. Por un segundo, creo que se ha dado cuenta de mis vibras. Je, je, je, ahora sí le haré la vida un infierno maldiciéndolo. Él me mira y yo giro la cabeza como si nada hubiera pasado.

Recibo un informe y al leerlo no puedo evitar rodar los ojos. "¡Nuestro director general visitará la empresa en unos días y quiero que organices todo", me dice.

Los miro como si no entendiera nada. "¡Deja de mirarme así!", me reprende.

Pero tengo que mantener esa mirada hasta que recoja la carpeta de mi mano y la dejen en mi oficina. Esa mirada siempre funciona, tengo que admitirlo.

"¡Vic, deja esa mirada que no es nada placentera!", me dice, pero ya no hay forma de pelear.

"Vale, ahora iré a trabajar en esto", respondo.

"¡Buena chica!", me dice, pero en mi mente pienso: "Buena, prepárate para lo que venga, viejo bridón escoria".

"¡Victoria, deja de maldecirme!", me reprende.

"Eh, no estoy haciendo eso, será que le debes a alguien y te está maldiciendo", bromeo para mí misma. Él se marcha y yo entro a mi despacho.

Miro los documentos y siento un dolor de cabeza que se apodera de mí. Devora, entra y me mira, luego observa los documentos. Ella es mi asistente y sabe lo que está sucediendo. No tenemos tabúes, somos casi de la misma edad, solo que ella es mi asistente.

"Jefa, me parece que necesitas mucha ayuda, ¿en qué puedo ayudarte?"

"Solo necesito una taza de café y que me traigas los diseños para echarles una última mirada".

"¡Claro, enseguida! Jefa, escuché que el presidente vendrá a la empresa en unos días. ¿Ya lo conoces?""¡No! ¿Crees que será guapo y fuerte, o un viejo calvo con panza?" -

Me reí, nunca he visto al supuesto presidente, nunca viene a la empresa y nunca me he topado con él. No tengo ni idea de quién es.

"Ve y haz tu trabajo, deja los chismes."

Ella se va y mis ojos vuelven al documento. Siento las sienes fruncirse. ¿Quién será este jefe? Me pongo a trabajar en el asunto, olvidando todo lo que había pasado.

Raffil Leopardo se encontraba en su empresa, revisando la carpeta que Matías le había entregado con la información de la chica. Al ver su foto, no pudo evitar notar su belleza y se detuvo por un momento para contemplarla. Victoria Daville, veinticuatro años, soltera. Pero lo que más llamó su atención fue el hecho de que sus padres habían fallecido en un ataque de bandidos y que vivía con su amiga Ámbar Wister, quien también trabajaba en su empresa. Eso sin duda era mucho mejor.

Mientras estaba inmerso en sus pensamientos, Matías entró con su café favorito y varios archivos, sumergiéndolo aún más en su trabajo. Revisó algunos documentos, pero su mente seguía vagando hacia esa chica. ¿Qué demonios estaba pasando? Volvió a mirar la foto en el archivo y llamó a Matías.

_ ¿Mandaste a seguir a esa chica? - preguntó con sorpresa.

_ Sí, señor. Esta mañana entró a trabajar. En unos días tienes una revisión en esa empresa - respondió Matías.

Raffil escuchó atentamente y dejó salir un suspiro antes de volver a sumergirse en su trabajo. Sin embargo, su teléfono sonó, interrumpiendo sus pensamientos.

_ Sindy, estoy ocupado, ¿qué quieres? - dijo con molestia.

_ ¡Raffil, así le hablas a tu novia! Te extraño, quiero verte - respondió Sindy.

_ Sindy, no estoy disponible. Te veré otro día - contestó con firmeza.

_ Si no vienes, iré donde estés - amenazó Sindy. Raffil se frustró al recordar cómo había aceptado involucrarse con esa mujer desquiciada por el bien de los negocios de su familia.

_ No te atrevas, estoy ocupado y no me hagas enojar - advirtió.

Finalmente, Sindy aceptó de mala gana y colgó. Raffil reflexionó sobre su relación con ella, impuesta por sus padres para favorecer los negocios familiares. Sin embargo, su éxito empresarial había crecido exponencialmente y ya no necesitaba de esa alianza. La familia Hill, socios menores que se jactaban de su posición, necesitaba ser controlada. Pero, ¿quién sería capaz de hacerlo?

Victoria Daville salió de la empresa exhausta, después de un largo día de trabajo. Sentía cada hueso de su cuerpo adolorido por pasar tanto tiempo sentada en esa m*****a silla. Decidió tomar un taxi para dirigirse al garaje y recoger su auto. Sin embargo, al salir se percató de que un carro negro la estaba siguiendo. Esa sensación desagradable de ser perseguida la puso en alerta máxima, pero también despertó su determinación de salvar su trasero a toda costa.

Sin dudarlo, pisó el acelerador y salió a toda velocidad. Miró por el retrovisor y confirmó que el carro negro seguía justo detrás de ella. "¡Ni loca permitiré que me alcancen!", pensó para sí misma mientras el espíritu del demonio de la carrera de autos se apoderaba de ella. Aumentó aún más la velocidad, desafiando a sus perseguidores.

Para su sorpresa, a esa hora de la noche había muy pocos carros en los carriles. Sin embargo, otro vehículo se aproximaba en sentido contrario a toda velocidad. "¡Maldición, vienen por mí esta noche!", exclamó en medio de la adrenalina que recorría su cuerpo. Aceleró con determinación, consciente de que parecería una locura chocar con el otro carro. Pero lo que ellos no sabían era que Victoria tenía la habilidad de esquivarlos y hacer que se estrellaran entre ellos mismos.

El momento llegó, el carro estaba a punto de impactar contra ella. Frenó bruscamente y giró el volante noventa grados, pasando al lado de los dos vehículos en sentido contrario. Logró cruzar el otro carril con éxito, dejando atrás a sus perseguidores y al otro carro que venía directo hacia ella.

La respiración agitada, el corazón latiendo a mil por hora, Victoria se sentía viva y victoriosa. Había logrado evadir a quienes intentaban atraparla, demostrando su destreza al volante y su determinación para sobrevivir. 

 

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