La sala principal de la mansión Leopaldo estaba cargada de tensión. Victoria, con su porte elegante y su mirada decidida, se encontraba de pie frente a sus hijos. Cada palabra que pronunciaba era como un golpe que resonaba en sus corazones. La desaparición de Raffil había puesto a prueba no solo la fortaleza de la familia, sino también su capacidad para mantenerse unidos en medio del caos.—Voy a Colombia —anunció Victoria con firmeza, cruzando los brazos sobre su pecho—. Es mi deber encontrar a su padre y traerlo de vuelta. No voy a delegar esto en nadie más. Raffil haría lo mismo por mí, y como su esposa, como una Daville, es mi responsabilidad.Rafael, el mayor de los hijos, dio un paso adelante. Su rostro reflejaba una mezcla de preocupación y determinación.—Madre, no puedes ir sola. Es peligroso, y tú lo sabes. Déjanos acompañarte. Si algo te pasa…Victoria alzó una mano, interrumpiéndolo.—Rafael, tú eres ahora el hombre responsable de todo el legado Leopaldo. Tu padre te prepar
Victoria estaba sentada en la mesa de operaciones improvisada, con mapas y documentos desparramados frente a ella, mientras sus dedos tamborileaban con impaciencia sobre la madera. Su mente trabajaba a toda velocidad, buscando cualquier pista que pudiera llevarla a Raffil. Llevaba días recorriendo la región, enfrentando peligros y desafíos, pero aún no había encontrado a su esposo. Sin embargo, algo en su interior le decía que estaba cerca, que la respuesta estaba justo frente a ella.De repente, un recuerdo cruzó su mente como un rayo. Sus ojos se abrieron de par en par, y su respiración se aceleró. El anillo. Raffil y ella habían diseñado un par de anillos especiales cuando se casaron, no solo como símbolo de su unión, sino también como una medida de seguridad. Cada anillo tenía un pequeño rastreador incrustado, casi invisible, que podía activarse en caso de emergencia.—¡El anillo! —exclamó Victoria, poniéndose de pie de golpe.Los hombres que estaban con ella la miraron con curios
La noche había caído sobre la base de operaciones de Victoria, pero la tensión dentro de las instalaciones era tan densa que parecía que el aire mismo podía cortarse con un cuchillo. Los hombres de Victoria habían logrado sacar a Raffil del pueblo bajo las narices de Danika, quien, aunque intentó resistirse, no pudo hacer nada frente a la superioridad numérica y armamentística de los Daville. Victoria había dejado claro que no se iría sin su esposo, y nadie, ni siquiera su prima traidora, iba a detenerla.Raffil, confundido y desorientado, no ofreció resistencia. Mientras lo escoltaban hacia el vehículo, miraba a su alrededor con una mezcla de desconcierto y miedo. No entendía quién era esa mujer que lo llamaba esposo, ni por qué estaba tan furiosa con él. Su mente era un caos, un torbellino de imágenes borrosas y sensaciones contradictorias.Cuando llegaron a la base, Victoria bajó del vehículo con pasos firmes, sus ojos ardiendo de furia. Raffil fue llevado al interior por los hombr
El silencio de la madrugada fue roto por el sonido de botas marchando y armas cargándose. En lo profundo del pueblo que Danika gobernaba, su ejército improvisado se reunía bajo la luz de antorchas y faroles. Danika, con una mirada fría y calculadora, observaba a sus hombres desde una plataforma elevada. Había convocado a todos los aliados que había ganado a lo largo de los años, enemigos de Raffil que ella había manipulado para que confiaran en ella. Ahora, con su prima Victoria llevándose a Raffil bajo sus narices, Danika estaba lista para tomar represalias.—¡Escuchen! —gritó, su voz resonando sobre el murmullo de los hombres reunidos—. Raffil Leopaldo y su mujer han osado desafiarme, humillarme y robar lo que es mío. ¡No permitiré que se salgan con la suya!Los hombres rugieron en respuesta, levantando sus armas al aire. Algunos eran mercenarios, otros antiguos enemigos de Raffil que habían sido derrotados por él en el pasado, y otros simplemente hombres leales a Danika, dispuestos
Raffil alcanzó a Danika en una colina cercana, donde ella intentaba escapar en un vehículo. La confrontación fue intensa, con ambos intercambiando golpes y disparos. Finalmente, Raffil logró desarmarla, pero no antes de que Danika sacara un cuchillo y lo atacara.—No puedes ganar, Raffil —dijo ella, con una sonrisa desquiciada—. Incluso si me matas, siempre habrá alguien más dispuesto a destruirte.Raffil, jadeando, la miró con una mezcla de furia y lástima.—Tal vez. Pero tú no vivirás para verlo.Con un movimiento rápido, la desarmó y la inmovilizó. Danika, finalmente derrotada, cayó de rodillas, mirando a Raffil con odio.—Esto no ha terminado… —murmuró.—Sí, lo ha hecho —respondió él, antes de dejarla inconsciente.Cuando regresó a la base con Danika como prisionera, la batalla había terminado. Los hombres de Victoria habían logrado repeler al ejército enemigo, aunque a un alto costo. Victoria corrió hacia Raffil, abrazándolo con fuerza.—Lo logramos —dijo ella, con lágrimas en lo
El tiempo había pasado como un río que nunca se detiene, y la familia Leopaldo se encontraba en un lugar de paz y estabilidad que parecía un sueño después de todo lo que habían vivido. Ciudad C, que había sido escenario de tantos conflictos y traiciones, ahora era un lugar donde la familia podía prosperar. La empresa de Raffil estaba en su mejor momento, liderada por él y su hijo Rafael, quien había demostrado ser un digno heredero del imperio familiar. Viola se había convertido en una joven brillante, llena de sueños y ambiciones, decidida a dejar su propia huella en el mundo. Y Victoria... Victoria era el corazón de todo, la mujer que había sostenido a su familia en sus peores momentos y que ahora disfrutaba de la paz que tanto había merecido.Una tarde, mientras el sol se ponía sobre las colinas de su hogar, la familia se reunió en el jardín para celebrar un momento especial. Era el cumpleaños de Victoria, y sus seres queridos habían planeado una pequeña reunión para honrarla. Las
_ ¡Victoria, por Dios, debes enfocarte en ti y en este trabajo! Te está consumiendo, ¡mírate!Rodé los ojos, detesto que esta mujer tenga razón, pero es mi mejor amiga. Ámbar Wister, mi confidente, mi protectora, mi madre sustituta. Ha sido mi roca en momentos difíciles, aunque a veces su exigencia se asemeja demasiado a la de mi jefe, ese demente desquiciado._ Sí, tienes razón. Gracias por venir, necesitaba verte._ ¿Y esperas que te dé un cumplido por venir al bar?Me mira fijamente y arquea una ceja, pareciendo un panda cuando lo hace._ Si no quieres que esté aquí, me marcho. Además, tengo cosas que hacer._ Escúchame bien, toma asiento en este taburete y no te muevas hasta que yo diga que está bien.Esa mujer es muy mandona, pero de la buena. Me pasa una cerveza, frunzo el ceño y ella la cambia por un vodka. Esa es otra de las razones por las que la aprecio, siempre sabe cómo alegrarme.Mientras saboreaba un delicioso trago de mi vokca, que sinceramente necesitaba más que un novi
¡Vaya, qué situación más complicada! Tu rostro refleja una palidez inusual, como si hubieras enfrentado a un demonio recién. "¡Estamos en problemas!" Exclamé sin titubear. Ella me ve con cara de demonio"¿Victoria, alguna vez podrás evitar meterte en problemas?" Me reprochó con razón. Siempre parezco estar envuelta en algún lío, a veces hasta me planteo cambiar mi nombre a "problema" en lugar de Victoria."No, me metí voluntariamente", mentí. Fue mi impulso de sanvarguardiana el que me llevó a actuar."¿Puedes contarme qué sucedió por qué estemos en problemas?" Inquirió con preocupación."Bueno, te salvé la piel, evité que mataran al tipo que acaba de entrar", expliqué. Observé cómo ella perdía el equilibrio momentáneamente y se aferraba con fuerza a la barra."¿Ámbar, es algo grave?" Preguntó con inquietud."Victoria, gracias por salvarme de un desastre mayor", expresó con gratitud."Está bien, si te salvé, ¿a quién diablos ofendí ahora?" Repliqué con frustración."De todas formas, n