Las semanas pasaron, y la caravana finalmente llegó a la frontera con Colombia. Zara miró hacia el otro lado, sintiendo una mezcla de emoción y temor. Este era el lugar donde podría encontrar su nuevo hogar, pero también donde tendría que enfrentar su pasado.
Mientras cruzaban la frontera, Zara sintió que el aire se volvía más fresco y el paisaje más verde. Las montañas se alzaban majestuosamente, y el sonido de un río cercano llenaba el aire. Era un contraste con el desierto que había dejado atrás, y sentía que su corazón se abría a nuevas posibilidades.
Zara se adentró en el valle, sintiendo que cada paso la acercaba a la verdad sobre sí misma. La energía del lugar la envolvía, y comenzó a recordar momentos de su vida que había enterrado. Las risas de su infancia, los gritos de su padre, las traiciones que la habían llevado a convertirse en quien era.
En el centro del valle, encontró un lago cristalino que reflejaba su imagen. Se acercó al agua, y al mirarse,
En medio del caos, Victoria vio a un hombre que trataba de ayudar a las personas a salir. Era un guardia de seguridad, y estaba gritando instrucciones a la multitud.—¡Mantengan la calma! ¡Diríjanse hacia las salidas! —gritó, su voz resonando por encima del estruendo.Victoria sintió una chispa de esperanza al ver la determinación en el hombre. Sin embargo, sabía que debía actuar rápidamente.—¡Viola, sigue mi ejemplo! —dijo, y comenzó a empujar a través de la multitud, tratando de mantener su agarre en la mano de su hija.Con cada paso, el agua seguía subiendo, y Victoria podía sentir la desesperación a su alrededor. La gente empujaba y se agolpaba, pero ella se mantuvo firme, guiando a Viola hacia la salida.Justo cuando pensaba que no podrían avanzar más, sintió una mano en su hombro. Era Anasthia, quien había llegado corriendo al centro comercial al escuchar el estruendo.—¡Victoria! —gritó, su rostro pálido pero decidido—. ¡Estoy buscán
En ese momento, la puerta se abrió de golpe, y Raffil apareció, su rostro pálido y lleno de preocupación. Había corrido desde su oficina, y el sudor perlaba su frente. Al ver a Victoria, su corazón se detuvo.—¡Victoria! —gritó, corriendo hacia ella—. ¿Qué está pasando?Victoria lo miró, y en sus ojos vio el amor y la preocupación que siempre había estado allí. Era su ancla, su refugio en medio de la tormenta.—Estoy… estoy a punto de parir —dijo, su voz temblando—. No sé si puedo hacerlo.Raffil se arrodilló junto a ella, tomando su mano con fuerza.—Tú puedes, amor. Eres más fuerte de lo que crees. Yo estoy aquí contigo, siempre —dijo, su voz suave y reconfortante.Con Raffil a su lado, Victoria sintió que la energía volvía a su cuerpo. Las contracciones continuaron, pero ahora había una nueva fuerza en ella, una mezcla de amor y determinación.—¡Empuja, Victoria! —gritó Anasthia, su voz resonando con urgencia—. ¡Ahora!Victo
Mientras se acomodaban en la sala, la noticia de los trillizos se esparció rápidamente. Federico, el padre de Raffil, y Patricia, su madre, llegaron al hospital en cuestión de minutos. Sus rostros reflejaban una mezcla de sorpresa y alegría.—¿Es cierto? —preguntó Federico, mirando a su hijo y a Victoria con incredulidad—. ¿Tienen trillizos?—Sí, papá —respondió Raffil, riendo entre lágrimas—. ¡Es una locura!Patricia se acercó, abrazando a Victoria con fuerza.—¡Qué bendición! —exclamó, su voz llena de emoción—. No puedo creer que sean tres.Poco después, Ambar y Mario, amigos cercanos de la pareja, llegaron al hospital. Habían tomado un vuelo privado y llegaron en menos de dos horas al enterarse de la noticia.—¡Victoria! —gritó Ambar, corriendo hacia ella—. ¡Felicidades! ¡No puedo creer que sean trillizos!Mario, con una sonrisa de oreja a oreja, se unió a la celebración.—Esto es increíble —dijo, mirando a los bebés con adm
Mientras se dirigían al hospital, Rafael continuaba pensando en sus nuevos hermanos.—¿Cómo se llaman? —preguntó de repente, su voz llena de curiosidad.—Tu mamá les pondrá nombres. Pero puedes pensar en algunos para ayudarla —dijo Patricia, disfrutando de la conversación.—¡Me gusta el nombre Lucas! —exclamó Rafael—. Y para la niña, podría ser Sofía.Patricia rió suavemente.—Son nombres muy bonitos, cariño. Estoy segura de que a tu mamá le encantarán.Rafael sonrió, sintiéndose emocionado por la idea de tener hermanos.—¿Y si uno es un superhéroe? —preguntó, sus ojos brillando con imaginación—. Podría ser un superhéroe y proteger a todos.—Eso sería maravilloso, Rafael. Cada uno de ellos puede ser lo que quiera —respondió su abuela, sintiendo que el amor de su nieto era un bálsamo para su corazón.Finalmente, llegaron al hospital. Rafael sintió un cosquilleo en el estómago mientras entraban por las puertas automáticas.
La tarde caía suavemente sobre el hospital, y la luz dorada se filtraba a través de las ventanas, creando un ambiente cálido y acogedor. Rafael y Viola estaban sentados en la habitación donde su madre, Victoria, descansaba con sus recién nacidos. Aunque el cansancio comenzaba a hacer mella en ella, la alegría de tener a sus tres hijos en brazos iluminaba su rostro.Sin embargo, los pequeños no estaban dispuestos a dormir. Rafael, con su energía inagotable, miraba a su hermana con una mezcla de emoción y determinación.—Viola, tenemos que elegir nombres para ellos —dijo Rafael, su voz llena de entusiasmo—. ¡Es muy importante!Viola, que apenas tenía tres años, miraba a su madre y a los bebés con ojos grandes, sintiendo que todo era un gran misterio.—Sí, pero… ¿cuáles? —preguntó, tocando suavemente la cabeza de la niña que dormía en los brazos de su madre.Rafael, sintiendo que el momento era crucial, comenzó a pensar en todos los nomb
_ ¡Victoria, por Dios, debes enfocarte en ti y en este trabajo! Te está consumiendo, ¡mírate!Rodé los ojos, detesto que esta mujer tenga razón, pero es mi mejor amiga. Ámbar Wister, mi confidente, mi protectora, mi madre sustituta. Ha sido mi roca en momentos difíciles, aunque a veces su exigencia se asemeja demasiado a la de mi jefe, ese demente desquiciado._ Sí, tienes razón. Gracias por venir, necesitaba verte._ ¿Y esperas que te dé un cumplido por venir al bar?Me mira fijamente y arquea una ceja, pareciendo un panda cuando lo hace._ Si no quieres que esté aquí, me marcho. Además, tengo cosas que hacer._ Escúchame bien, toma asiento en este taburete y no te muevas hasta que yo diga que está bien.Esa mujer es muy mandona, pero de la buena. Me pasa una cerveza, frunzo el ceño y ella la cambia por un vodka. Esa es otra de las razones por las que la aprecio, siempre sabe cómo alegrarme.Mientras saboreaba un delicioso trago de mi vokca, que sinceramente necesitaba más que un novi
¡Vaya, qué situación más complicada! Tu rostro refleja una palidez inusual, como si hubieras enfrentado a un demonio recién. "¡Estamos en problemas!" Exclamé sin titubear. Ella me ve con cara de demonio"¿Victoria, alguna vez podrás evitar meterte en problemas?" Me reprochó con razón. Siempre parezco estar envuelta en algún lío, a veces hasta me planteo cambiar mi nombre a "problema" en lugar de Victoria."No, me metí voluntariamente", mentí. Fue mi impulso de sanvarguardiana el que me llevó a actuar."¿Puedes contarme qué sucedió por qué estemos en problemas?" Inquirió con preocupación."Bueno, te salvé la piel, evité que mataran al tipo que acaba de entrar", expliqué. Observé cómo ella perdía el equilibrio momentáneamente y se aferraba con fuerza a la barra."¿Ámbar, es algo grave?" Preguntó con inquietud."Victoria, gracias por salvarme de un desastre mayor", expresó con gratitud."Está bien, si te salvé, ¿a quién diablos ofendí ahora?" Repliqué con frustración."De todas formas, n
Victoria Por la mañana, como todos los días, me despierto y sigo mi rutina. Me baño, me arreglo y tomo un taxi, ya que mi auto está en mantenimiento. Al llegar a la empresa, camino hacia la entrada, pero siento una mirada que quema mi espalda. Odio ese sentimiento, me recuerda la noche en que mis padres fueron ultimados por bandidos después de que me secuestraran.Desde entonces, me he convertido en toda una fiera. No permito que nada ni nadie me venza. He aprendido karate y a conducir, incluso he participado en varias carreras callejeras. Soy Victoria Daville, y doy una vuelta para ver si encuentro algún auto negro siguiéndome, pero no hay ninguno. Qué crédula fui.Al entrar a la empresa, saludo a los demás como siempre y me dirijo a mi oficina. Sin embargo, me topo con mi jefe, Vicente Rulo. Intento escabullirme y cambiar de ruta, pero él me conoce como la palma de su mano y me llama."Vic, que ni se te ocurra", me dice."Buenos días, Vicente. Solo iba por una taza de café", miento