Mientras se dirigían al hospital, Rafael continuaba pensando en sus nuevos hermanos.
—¿Cómo se llaman? —preguntó de repente, su voz llena de curiosidad.
—Tu mamá les pondrá nombres. Pero puedes pensar en algunos para ayudarla —dijo Patricia, disfrutando de la conversación.
—¡Me gusta el nombre Lucas! —exclamó Rafael—. Y para la niña, podría ser Sofía.
Patricia rió suavemente.
—Son nombres muy bonitos, cariño. Estoy segura de que a tu mamá le encantarán.
Rafael sonrió, sintiéndose emocionado por la idea de tener hermanos.
—¿Y si uno es un superhéroe? —preguntó, sus ojos brillando con imaginación—. Podría ser un superhéroe y proteger a todos.
—Eso sería maravilloso, Rafael. Cada uno de ellos puede ser lo que quiera —respondió su abuela, sintiendo que el amor de su nieto era un bálsamo para su corazón.
Finalmente, llegaron al hospital. Rafael sintió un cosquilleo en el estómago mientras entraban por las puertas automáticas.
La tarde caía suavemente sobre el hospital, y la luz dorada se filtraba a través de las ventanas, creando un ambiente cálido y acogedor. Rafael y Viola estaban sentados en la habitación donde su madre, Victoria, descansaba con sus recién nacidos. Aunque el cansancio comenzaba a hacer mella en ella, la alegría de tener a sus tres hijos en brazos iluminaba su rostro.Sin embargo, los pequeños no estaban dispuestos a dormir. Rafael, con su energía inagotable, miraba a su hermana con una mezcla de emoción y determinación.—Viola, tenemos que elegir nombres para ellos —dijo Rafael, su voz llena de entusiasmo—. ¡Es muy importante!Viola, que apenas tenía tres años, miraba a su madre y a los bebés con ojos grandes, sintiendo que todo era un gran misterio.—Sí, pero… ¿cuáles? —preguntó, tocando suavemente la cabeza de la niña que dormía en los brazos de su madre.Rafael, sintiendo que el momento era crucial, comenzó a pensar en todos los nomb
El tiempo había pasado como un susurro en el viento, y la familia que Victoria y Raffil habían construido a lo largo de los años ahora estaba formada por jóvenes adultos llenos de sueños, responsabilidades y, en algunos casos, dudas. Dieciséis años habían transcurrido desde aquella tarde en el hospital en la que Rafael y Viola discutían emocionados los nombres de sus hermanos. Ahora, cada uno de ellos había encontrado su lugar en el mundo, pero las sombras del pasado aún rondaban, especialmente en el corazón de Viola.Viola, con veinte años recién cumplidos, era una joven de espíritu libre y una mente creativa. Desde pequeña, había mostrado un talento especial para el dibujo, y sus diseños eran elogiados por todos. Sin embargo, en su interior, una lucha constante se libraba. Su abuela materna, la madre biológica de su verdadera madre, había sembrado dudas en su corazón desde hacía años.—Victoria nunca será tu verdadera madre, Viola —le decía su abuela en uno de sus encuentros secreto
Al día siguiente, Lucas, Adrián y Sofía-Valentina se enteraron de lo que estaba pasando y decidieron apoyar a su hermana mayor. Aunque eran más jóvenes, entendían la importancia de estar unidos como familia.—Viola, no importa lo que diga la abuela. Tú eres nuestra hermana, y te queremos —dijo Lucas, con una sonrisa.—Sí, siempre estaremos juntos, como cuando éramos pequeños —agregó Adrián, recordando los momentos felices de su infancia.—Y además, ¡eres la mejor dibujante del mundo! —exclamó Sofía-Valentina, abrazándola con fuerza.Viola sintió que el amor de sus hermanos era como un bálsamo para su corazón. Aunque las dudas seguían ahí, sabía que no estaba sola.La noche había caído sobre la mansión Leopaldo, y el ambiente en la sala principal estaba cargado de tensión. Victoria, sentada en el sofá con los brazos cruzados, observaba a Raffil con una mezcla de preocupación y frustración. Su esposo, aunque siempre había sido un hombre dedicado a su familia, últimamente parecía más aus
Mientras todo esto sucedía, Rafael estaba enfrentando un desafío propio en la empresa. Una competidora feroz, Laura Montenegro, estaba decidida a ganarle un importante proyecto que podría definir el futuro de la compañía. Laura era conocida por su ambición desmedida y sus tácticas poco éticas.—Rafael, ¿estás seguro de que podemos ganar este proyecto? —preguntó uno de sus colegas, mientras revisaban los detalles de la propuesta.—Por supuesto. Tenemos el mejor equipo y la mejor estrategia. No voy a dejar que Laura nos derrote —respondió Rafael, con confianza.Sin embargo, Laura no jugaba limpio. Durante una reunión con los posibles inversionistas, trató de desacreditar a Rafael insinuando que la empresa Leopaldo no estaba preparada para manejar un proyecto de esa magnitud.—Con todo respeto, creo que este proyecto requiere una experiencia que la empresa Leopaldo aún no ha demostrado tener —dijo Laura, con una sonrisa falsa.Rafael, sin perder la calma, respondió con elegancia.—Laura,
A la mañana siguiente, Rafael y Viola llegaron al gimnasio, atrayendo todas las miradas desde el momento en que cruzaron la puerta. Rafael, con su porte imponente, su cabello oscuro perfectamente peinado y su cuerpo tallado como si hubiera sido esculpido por los dioses, era el centro de atención. Su aura era magnética, y su sonrisa pícara de conquistador solo añadía a su encanto. Viola, por su parte, no se quedaba atrás. Con su belleza natural y su actitud segura, parecía una reina caminando entre simples mortales.—¿Siempre pasa esto cuando sales en público? —preguntó Viola, divertida, mientras notaba cómo las mujeres del gimnasio no podían quitarle los ojos de encima a su hermano.—No me doy cuenta —respondió Rafael, con una sonrisa que dejaba claro que sí lo notaba.Mientras ambos hacían abdominales en una esquina del gimnasio, un grupo de chicas se acercó, claramente interesadas en Rafael.—¿Podemos unirnos a ustedes? —preguntó una de ellas, con una sonrisa coqueta.Viola levantó
Mientras tanto, en la facultad, Sofía, la hermana menor de los Leopaldo, estaba enfrentando sus propios problemas. Un grupo de chicos había comenzado a intimidarla, burlándose de ella y haciendo comentarios desagradables cada vez que la veían. Aunque Sofía era fuerte, ese día las cosas habían ido demasiado lejos.Uno de los chicos, riendo con sus amigos, arrojó un vaso de agua sobre ella mientras caminaba por el pasillo.—¡Ups! Lo siento, no te vi —dijo, con una sonrisa burlona.Sofía, empapada y furiosa, sacó su teléfono y envió un mensaje a sus hermanos mayores, Adrian y Viola. No estaba dispuesta a dejar que esto pasara desapercibido.Adrian y Lucas, que estaban cerca, llegaron rápidamente. Adrian, con su temperamento explosivo, no perdió tiempo en enfrentarse al chico que había arrojado el agua.—¿Tienes algún problema con mi hermana? —preguntó, con los puños apretados.El chico, aunque intentó mantener una actitud desafiante, no pudo evitar retroceder ante la intensidad de Adrian.
A la mañana siguiente, Viola llamó a Rafael y le explicó todo lo que estaba pasando. Aunque Rafael siempre había mantenido cierta distancia con sus hermanos menores, esta situación lo enfureció. Nadie tenía derecho a intimidar a Sofía, y mucho menos por resentimiento hacia su madre.—Hoy recogeré a Sofía de la facultad —dijo Rafael, con un tono que no dejaba lugar a discusión—. Es hora de que esas personas entiendan quiénes somos.Viola sonrió, satisfecha. Sabía que Rafael, con su presencia imponente y su carácter autoritario, haría que esas chicas pensaran dos veces antes de volver a meterse con Sofía.Ese día, Sofía intentó mantenerse al margen de Patricia y su grupo, pero las chicas no se lo permitieron. Al final de la última clase, Patricia y dos de sus amigas la interceptaron en el pasillo.—¿A dónde crees que vas, princesita? —dijo Patricia, bloqueándole el paso.Sofía miró a su alrededor, buscando una salida, pero el pasillo estaba prácticamente vacío. Patricia dio un paso más c
Mientras Laura intentaba recomponerse, un murmullo recorrió el salón. La atención de todos se dirigió hacia la entrada, donde Raffil Leopaldo, acompañado de su esposa Victoria, hacía su entrada triunfal.Raffil, con su imponente figura y su mirada penetrante, era el epítome del poder masculino. A pesar de sus años, su porte seguía siendo el de un hombre que dominaba cualquier habitación en la que entraba. Su traje oscuro, perfectamente ajustado, y su caminar seguro hablaban de un hombre que no solo conocía su valor, sino que lo imponía.Victoria, por su parte, era la definición de elegancia. Con un vestido negro que acentuaba su figura y un collar de diamantes que brillaba bajo las luces del salón, parecía una reina entre plebeyas. Su sonrisa, serena pero poderosa, capturaba la atención de todos. Y, como siempre, sus hijas no se alejaron de ella ni un instante.—Recuerden, niñas —les dijo Victoria a Viola y Sofía mientras caminaban hacia el centro del salón—, siempre manténganse cerca.