Capítulo2
Cuando, al final, todo se quedó en silencio, Lila se levantó lentamente.

Al salir de la casa de los Leclerc, el rugido de un motor rompió el silencio de la nada.

Lila se giró y sus ojos chocaron de frente con Joseph, que caminaba hacia ella. Su cara, llena de ansiedad, se transformó más bien en una de sorpresa y confusión cuando vio a Lila.

—Lilita, ¿cómo es que sales a esta hora? —preguntó.

Lila no respondió, y su mirada se posó en cambio sobre la camisa blanca debajo del traje de él.

Los botones que antes estaban mal abrochados ahora estaban en su lugar correcto, y una marca pintalabios color rosa se le notaba en el cuello.

Su corazón, que ya de por si estaba roto, no reaccionó ni un poco.

Lila miró hacia el auto que estaba estacionado cerca, donde una mujer estaba sentada.

—Se me olvidó un archivo en casa. En el camino de regreso me encontré con la secretaria Evelin, que quería tomar un taxi para ir a la oficina, así que la traje —explicó Joseph con calma.

Evelin bajó del auto y se acercó con una sonrisa cálida.

—Sí, Lila. Ella fue tan amable de dejarme venir en su auto. No quiero que malinterpretes nada.

Sus palabras eran perfectamente calculadas y muy convincentes para el momento.

Sin embargo, los ojos de Evelin aún estaban rojos, y su voz parecía la de alguien que había estado llorando por largo rato.

¿En serio pensaban que ella era tan boba?

Lila había pensado que lo mejor era dejar las cosas en buenos términos.

¡Pero ya no más!

Contuvo el desprecio en su corazón y, con una sonrisa falsa, agarró el brazo de Joseph, actuando como siempre y haciéndole un gesto juguetón:

—¿En serio crees que soy celosa?

Joseph suspiró aliviado y, con una sonrisa forzada, dijo:

—Por supuesto que no, bobis. Solo me preocupo de que pienses cosas que no son. De veras que no quiero que te pongas triste por algo que no vale la pena.

Aquella felicidad y dulzura eran tal cual daga que hería profundamente a Evelin.

—Joseph, ya se está haciendo tarde, tenemos que ir a la oficina.

La frustración de Evelin ardía en su corazón como fuego, empujando a Joseph a irse.

Cuando ya se alejaron, Evelin habló con tono familiar:

—Todas aquí deberían ser más bien como Lila, tan comprensiva. Si fuese otra vieja, seguro que ya lo habría malinterpretado todo. Por eso no es de extrañar que Joseph haya estado contigo ocho años. Pero, me pregunto, después de tanto tiempo, ¿por qué ustedes dos no se han casado?

Lila la miró con una sonrisa incómoda.

Ocho años, sin casarse…

No era la primera vez que Evelin le decía algo así.

Cada vez que lo escuchaba, le dolía un poco, pero, ahora, solo le causaba gracia.

Se rio de lo poco consciente que era Evelin, y decidió dejarla seguir con su ridículo.

—Ya casito que nos casamos. Joseph dijo que la próxima semana me pedirá matrimonio. Si tienes tiempo, me gustaría invitarte a acompañarnos a celebrar semejante momento tan importante de nuestras vidas.

Evelin se quedó completamente sin palabras, incapaz de creer lo que acababa de oír.

Él claramente había dicho que iba a casa a buscar unos registros para darle al bebé en su vientre un nombre de la familia …

Viendo que Evelin se desmoronaba, Lila se sintió satisfecha por dentro.

Antes, Evelin la miró como si fuera un payaso, disfrutando de su sufrimiento.

Ahora que las posiciones se habían invertido, no podía evitar sentirse realizada por su pequeño "triunfo".

Pero, aquello era solo el comienzo.

Cuando vio a Joseph salir sin nada en las manos, Lila no comentó nada al respecto.

—Mi tía está algo mala últimamente y quiero regresar a casa a verla, ¿me puedes llevar? —dijo, buscando una excusa para haber salido de casa a las cuatro de la mañana.

Joseph no dudó en aceptar, y de manera cariñosa le abrió la puerta del auto:

—Bobis, no me siento tranquilo dejándote sola en un viaje tan largo. Yo te llevaré.

Esa noche, Joseph conducía un lujoso convertible de dos asientos.

Cuando Lila se subió al asiento del copiloto, Joseph, de repente, se dio cuenta y, con resignación, le dijo a Evelin:

—Toma un taxi para ir a la oficina.

El auto aceleró y se alejó rápidamente, mientras Lila miraba a Evelin desde el retrovisor, parada en medio del frío viento. Sonrió, satisfecha.

Cuando llegó a la casa de la familia Viveiros, ya comenzaba a amanecer.

Joseph tenía prisa por irse, justo cuando Lila no tenía intención de dejarlo entrar.

Entró sola a la casa, y su tía Christel escuchó el ruido y salió.

—Justo te iba a llamar, y mira pues qué casualidad que ya hayas regresado; yo quería preguntarte, ¿cómo es que de repente decidiste casarte con el joven Santoro?

—Solo me dieron ganas de casarme, no sé de dónde —respondió ella.

Lo que quería decir era que simplemente quería casarse, no importaba con quién.

Al oír los pasos firmes y tranquilos acercándose desde la sala, Christel se giró, incómoda.

—Lilita...

—No pasa nada.

Julien Santoro entró por una esquina de la sala, con una invitación de boda que no había tenido tiempo de dejar.

—La señorita Viveiros fue la primera persona en pensar en mí como futuro esposo, me siento honrado.

Julien Santoro y Joseph Leclerc eran completamente diferentes.

Joseph era elegante, culto, amable y considerado.

Mientras que Julien ni digamos...

Tenía la apariencia de un muchacho de familia plata, poseía una disciplina innata, rasgos fuertes y una mirada profunda y aguda, esa miradita era como si pudiera leer sus pensamientos.

A Lila no le gustaba la forma en que él cambiaba toda su forma de ser para agradarle. Le sonrió cortésmente, como un simple saludo.

La vibra se volvió algo incómoda.

Al final, fue Christel la que rompió el silencio:

—Justo regresaste, vamos a hablar sobre su matrimonio.

En la amplia sala había un sofá circular lo suficientemente grande como para acomodar a más de diez personas. Julien se sentó en un lado, y Lila automáticamente eligió sentarse en el lado más lejano, lo que dejaba clara su distancia.

Incluso Christel no pudo evitar mirar a Lila, advirtiéndole una y otra vez con los ojos. Pero, lo que realmente le importaba a Julien no era eso.

—Ayer vi la entrevista del señor Leclerc en las noticias, por la forma en que respondió a las preguntas del presentador, parece que no hay ningún problema en su relación.

En el programa de noticias que se transmitió en vivo a nivel nacional, Joseph no dudó en expresar todo su amor por Lila.

Y más aún al final, cuando habló sobre las perspectivas de desarrollo futuro de Leclerc & Asociados, bromeó diciendo:

—Se dice que el que ama a su esposa tiene éxito en todo, yo creo que el futuro de Leclerc & Asociados solo puede ir a mejor.

¿La esposa que él amaba, a un día de decir eso, se iba a casar con otro?

Era difícil pues no pensar en eso.

Lila sabía lo que él quería preguntar.

Él lo preguntó de forma indirecta, pero ella respondió sin vacilar:

—Tranquilo, casarme contigo no fue una decisión tonta. No discutí con él, ni te uso como una herramienta para darle celos.

—Al casarme contigo, me olvidaré completamente del pasado. Puedes estar tranquilo con eso.

En los ojos claros de Lila había una determinación inquebrantable.

Julien pudo ver que su decisión estaba tomada, pero, aún así, quiso advertirle:

—Debes saber quién soy. Cuando estemos casados, no hay marcha atrás.

El más joven general de brigada en la historia del país, el único comandante de la unidad de comandos.

Es fácil convertirte en su esposa, pero difícil dejar de serlo.

Lila asintió sabiamente:

—Lo sé, yo no me arrepentiré.

Justo cuando terminó de hablar, el repentino sonido de un celular interrumpió el momento.
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