Capítulo6
Lila se levantó y fue a abrir la puerta. Tan pronto como abrió la puerta, se arrepintió.

—Lila, ¿también estás aquí? ¿Dónde está tu tía? —Jacob Viveiros pasó por un lado de Lila y entró como si nada, seguido por una mujer y una muchacha.

Aquel trío era la familia de Lila: su tío del medio, su nueva esposa, Omaira Ramos, y la hija de Omaira, Suzanne Ramos.

Después de que entraron, la última en entrar fue Gemma Viveiros, la prima menor de Lila, con quien siempre había tenido una gran relación desde que eran pequeñas.

—Lila, perdón por interrumpir, otra vez. —Gemma estaba un poco avergonzada, se le veía en su cara.

Lila la abrazó y la empujó adentro.

—No pasa nada, ignoro a los tres pues.

A pesar de que la incomodidad era evidente, Jacob no mostró remordimiento. Entró al salón con gran actitud y se dejó caer en el sofá. Vio de reojo la caja roja de joyas sobre la mesa, estiró el cuello y echó un vistazo.

—¿Qué es todo esto?

Christel, de repente, golpeó la mesa.

—¿Y eso qué te importa? ¡Siéntate mejor!

Después de siete u ocho años como presidenta, Christel tenía una presencia muy fuerte que no se podía ignorar. Jacob la miró, furioso, pero, al final, se sentó en el sofá.

En ese momento, Omaira sonrió de manera forzada.

—Hermanita, no me vayas a malinterpretar por fa, solo venimos para que Suzanne pueda trabajar en tu empresa. Ella acaba de graduarse, y no podemos confiar en otras compañías, preferimos que esté en la nuestra, es más conveniente.

Christel sonrió un poco.

—A mí también me gustaría darle un trabajo a tu hija, pero ni siquiera pasó la primera ronda de entrevistas. ¿Qué pues se supone que debo hacer?

Lila escuchaba en silencio, pero no pudo evitar sonreír con sarcasmo al ver la cara pálida de Suzanne.

Cuando Suzanne estaba en la universidad, tuvo una relación, se fue a vivir con su novio y no fue a clases durante medio año. Aún no le han entregado su diploma. Por eso, las empresas más serias no la quieren.

La última vez, Jacob se quejó tanto que Suzanne no tuvo más opción que hablar con recursos humanos y hacer que Suzanne fuera incluida, aunque por palanca, en la primera ronda. Pero cuando la entrevistadora le hizo preguntas, ella, pensando que era un familiar, simplemente se dio la vuelta y se fue.

Esto enfureció tanto a Christel que estuvo tres días con los cachetes rojos del disgusto.

Y ahora, esta familia tan descarada, ¡volvía a aparecerse otra vez!

—Tía, solo quiero que me consigas un trabajo. Mis expectativas no son altas, con un salario de cinco o seis mil al mes está bien para mí y con eso me mantengo.

Suzanne se levantó y, con una sonrisa aduladora, intentó masajear los hombros de Christel.

Christel se rio con indiferencia.

—Suzanne, ¿En dónde tienes los pies, mijita?

Al ver que Christel no le prestaba atención, Suzanne cambió su expresión.

—¿Y entonces por qué Lila sí puede entrar a la empresa? Escuché que ahora su salario es de un millón al año. ¿Cómo es que ella acaba de entrar y ya le pagan tanto? ¿Por qué ella sí y yo no?

Lila no pudo evitar sentirse molesta, ¿por qué, de repente, esto era sobre ella?

—¿Quieres saber por qué? Escucha bien.

Christel sonrió y habló con una claridad exagerada:

—Primero, porque durante su universidad, hizo prácticas en el departamento de relaciones públicas de la empresa, sin interrupciones durante cuatro años. Después de graduarse, empezó de cero como empleada y, paso a paso, llegó a ser subdirectora. Hasta ahora, nadie en la empresa sabe que ella es mi sobrina.

—Segundo, porque mientras fue subdirectora, manejó más de cien crisis y salvó el honor de la empresa tantas veces que ya se me perdió la cuenta.

—Tercero, porque su padre fue el expresidente de la empresa, y cuando la empresa estaba en peligro hace unos años, su madre puso todos sus ahorros para ayudar a salvarla.

—Finalmente, no solo en Inversiones Vi-Global, sino en cualquier empresa, no se va a invertir tres o cinco mil dólares para mantener a un empleado tan inútil.

Cuando Christel estaba con su hermano Jean, ella vio de primera mano cómo él manejaba de manera casi estricta la gestión y las recompensas y castigos. Fue gracias a su firmeza que la empresa pudo mejorar mucho en pocos años y convertirse en una de las más poderosas.

Suzanne, sin palabras, casi empieza a llorar y miró a Jacob.

Jacob, sintiéndose avergonzado, se levantó enfadado:

—Si no nos vas a ayudar, ¿para qué te pones a darme tus sermones? ¡Ya larguémonos

de acá, no vamos a aguantar más!

Omaira y Suzanne también se fueron furiosas.

Solo Gemma se quedó un momento atrás y, en voz baja, le dijo a Lila:

—Lila, ayer los escuché. Quieren meter a Suzanne en la empresa primero y luego, poco a poco, hacer que se quede. Tienes que tener cuidado.

Lila miró a la muchacha que apenas acababa de cumplir la mayoría de edad, sintiendo un poco de dolor por ella.

—Lo sé. Pero no tienes que seguir lidiando con ellos, ¿no sería mejor vivir conmigo y con la tía?

Gemma se sintió muy conmovida, se secó una lágrima y, mirando a Christel, apretó los dientes y dijo:

—Lila, tía, por supuesto que sé que vivir aquí es mejor. Pero cuando Omaira sabía que mi mamá estaba gravemente enferma, aún fue a su habitación para enfrentarse a ella, lo que hizo que su enfermedad empeorara y, lamentablemente, muriera. Ahora que soy mayor, tengo que recuperar lo que me robó mi mamá.

Lila se sintió algo conmovida.

Siempre había visto a Gemma como una persona débil y vulnerable, como un conejito.

No se imaginaba que esta muchacha también tuviera un lado tan decidido.

—¡Esta es nuestra muchacha de la familia! —la tía la felicitó, dándole una palmada en la cara a Gemma.

— Gemma, la tía y yo te apoyamos, si necesitas algo, no dudes en decirlo.

Después de que se fueron, Christel comenzó a analizar la situación de Lila y decidió no hacer pública su relación familiar por ahora.

Sin embargo, durante este tiempo, Lila debía esforzarse aún más para convertirse en la directora del departamento de relaciones públicas.

El departamento de relaciones públicas es crucial para cualquier empresa, y convertirse en la directora significaría obtener el apoyo de muchas personas.

Al día siguiente, Lila llegó a la empresa y fue directamente a buscar a Eliza Vázquez.

Eliza era la actual directora del departamento de relaciones públicas, y en su momento también fue una especie de mentora para Lila; tenían una relación bastante cercana.

Lila le llevó una taza de té con leche y un pudín de chocolate, su favorito.

Así es, esta mujer de casi cuarenta años, una poderosa mujer de gran atractivo, ¡le encantan los postres!

—Si tienes algo que decir, dilo. —Eliza levantó la mirada de una pila de documentos y echó un vistazo a la sonrisa de admiración de Lila.

—Eliza, hay una excelente noticia que conseguí para tan solo para ti.

Lila rodeó el escritorio y se acercó a Eliza, dándole un masaje en los hombros y golpeando sus brazos.

—Lo que puedes sacar de tu boca nunca será algo bueno. —Eliza respiró profundamente.

Lila sonrió, un poco sorprendida.

—¿Cómo puedes decir eso de mí? Mi tía tiene la intención de promoverte a vicepresidenta del grupo, ¡y todavía a cargo del departamento de relaciones públicas! ¿Qué te parece? Te duplicarían el salario.

Después de tantos años de relación, su vínculo con Eliza ya había trascendido el de simples colegas; realmente eran una mezcla de mentora, amiga y confidente.

Eliza era la única persona en toda la empresa que sabía la verdadera identidad de Lila.

—¿Oh? ¿Por fin lo entendiste y vas a dejar a ese hombre que te tiene como tonta esperando?

Eliza entendió sus intenciones.

De forma extraña, Lila pensó por un momento en una cara guapa.

¿Por qué pensó en Julien en este momento?

Pero, todavía asintió honestamente.

—No puedo evitarlo, Eliza, eres una experta, ¡supiste exactamente lo que pensaba!

Justo cuando Eliza iba a hablar, la pantalla del celular en el escritorio de Lila se iluminó.
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