Capítulo7
Alguien llamó por teléfono.

Era Joseph.

Lila se aguantó el fastidio, y contestó.

—Lilita, estoy en frente de tu oficina, ¿quieres salir a comer algo?

La voz de Joseph ya no sonaba suave ni tranquila como antes, más bien, estaba impaciente.

Al notar el cambio, Lila preguntó sin mostrar emoción:

—¿Acaso pasa algo? Tengo muchas cosas que hacer en el trabajo.

—Es que quiero verte un momento nada más, ¿no me extrañas? —la voz de Joseph se volvió más seria, con ese tono que ya le era tan conocido.

Antes, cada vez que Lila no hacía lo que él quería, él le hablaba así. En ese tiempo, ella creía que eso era amor, que ser un poco controlador era normal.

Ahora se daba cuenta de que había estado equivocada.

—Está bien, solo espérame un momento, que yo ya bajo —dijo Lila, copiando el mismo tono con el que él solía hablarle.

Eliza suspiró.

—Seguro otra vez quiere que le resuelvas un problema. No eres su empleada, ¿por qué siempre le haces caso?

—Tranquila, si me pide algo, lo haré... pero que le cause más problemas lo dudo—dijo Lila con una sonrisa.

...

Cuando Lila bajó, vio la cara tensa de Joseph.

Tal vez por no dormir bien, su camisa ya arrugada mostraba lo descuidado que estaba.

Al mirar más de cerca, notó una marca de labios en su cuello.

Esto era serio. Joseph, que era tan perfeccionista, claramente había perdido el control.

Lila apretó los puños, tragándose el dolor.

—Lilita, en la empresa tenemos un problema, necesito que me des una mano.

Joseph le agarró la mano con fuerza, sus ojos llenos de preocupación.

Lila, por dentro, se burlaba, pero por fuera puso una gran cara de angustia.

—¿Qué pasó?

Joseph se veía nervioso.

—Hace tiempo, la empresa donó dos millones a una fundación para niños con problemas de audición, pero ayer el presidente de la fundación dijo públicamente que nunca recibieron nada.

—Lilita, tú sabes que no soy de hacer cosas así, pero en internet ya se armó un tremendo lío y no sabemos qué hacer.

Dicho eso, Joseph le agarró más fuerte la mano.

—Lo más simple sería hacer una rueda de prensa o mostrar los registros de la transferencia. Eso sería prueba suficiente —dijo Lila, seria.

Joseph se quedó callado unos segundos.

—¿Hay algún problema? ¿Acaso alguien en la empresa o está desviando los fondos? —Lila lo miró fijamente.

Joseph se puso serio.

—Sí, aunque se hizo la donación, las cuentas no cuadran. Tal vez la empresa estaba mal de dinero en ese momento y alteraron los números.

¿Y esa excusa? Ni a un niño se la creería.

Lila suspiró.

—Déjame pensar qué se puede hacer.

Pero Joseph no esperó.

—No hace falta, ya sé cómo arreglarlo. Voy a decir que fue error de un practicante, que ya vamos a hacer la donación y que el dinero llega pronto.

—Sabía que lo resolverías como si nada —dijo Lila, fingiendo que lo admiraba, aunque por dentro estaba en alerta.

Y como se lo esperaba, al rato cambió el tema.

—Pero tú sabes que quiero proponerte matrimonio, y si uso ese dinero ahora, podrías sentirte incómoda, así que…

Lila puso cara de tristeza.

—Ese día es especial para los dos, Joseph. No querrás que me sienta mal, ¿o sí?

Seguro iba a pedir dinero.

—Claro que no —respondió él, con los ojos brillándole.

—Entonces, ¿podrías prestarme algo?

¡Ya lo sabía!

—¿Cuánto? —preguntó Lila

—Cinco millones —dijo él, sin pensarlo.

Lila, por dentro, se rio.

¿Ahora había que pagar para que alguien te proponga matrimonio? ¿Qué tan desesperada creía que estaba por casarse?

Como no dijo nada, Joseph insistió:

—Podrías pedírselo a tu tía. Después, cuando nos casemos, Estrella Empresarial estará a tu nombre y te lo devuelvo. Lilita, confía en mí, no te voy a fallar.

La sonrisa de Lila se fue apagando.

—¿No dijiste hace rato que solo necesitabas dos millones?

—Es que la próxima semana hay una subasta de caridad, quiero comprarte un regalo y de paso hacer buena imagen para la empresa.

Aunque su voz era suave, sus ojos mostraban nervios.

¿De verdad quería donar por caridad... o comprarle algo a Evelin?

Lila sabía la respuesta.

Ahí se dio cuenta de lo ciega que había estado.

Llevaba años ayudando gratis a Leclerc & Asociados con su crisis de imagen.

Mientras ella trabajaba duro, él salía con su secretaria coqueta.

¡Y todavía tenía huevos para pedirle dinero!

Pero no lo demostró.

Con una sonrisa, dijo:

—Sabía qué estabas pensando en mí. Tranqui, yo resuelvo.

Joseph suspiró aliviado. Mostrando ternura, le agarró la mano y la abrazó.

—Lilita, solo te tengo a ti...

Antes, esas palabras la habrían derretido.

Y habría corrido a taparle el hueco con su esfuerzo.

Esta vez, también lo ayudaría… ¡pero para que el hueco se hiciera más grande!

Sintió un poco de olor a cigarro.

Lila arrugó la cara, molesta, y lo empujó.

Joseph la miró sorprendido.

Lila le explicó:

—Mi tía me pidió que la acompañara con un cliente esta noche. No puedo quedarme contigo. Anda a cenar por tu cuenta.

Justo después, se escuchó un pitido fuerte.

—¡Pip!

Cuando miró, vio que un lujoso Land Rover negro se detuvo a su lado.

Las ventanas estaban oscuras, no se veía quién estaba adentro.

Lila sintió algo raro en el estómago, como si conociera al dueño del auto.

Ya con el objetivo cumplido, Joseph no se quedó más tiempo. Le acarició la cabeza y le dijo que subiera a su auto.

Cuando regresó a casa después del trabajo, Lila le contó a Christel lo que había pasado.

Sorprendida, Christel explotó:

—¡Cinco millones, es una completa rata! ¡Ese tipo no tiene vergüenza!

Lila siguió pelando una naranja con calma.

—Sí, es un desgraciado.

Christel enseguida dijo:

—¡Ni se te ocurra prestarle nada! ¿Cuánto le has dado ya? ¿Dos, tres millones? Te preocupaste demasiado por su empresa. Antes pensaba que igual terminaban casados, y que si le dabas algo no importaba, al final serían familia. ¡Pero, ahora...!

—Tranquila. No solo no le voy a dar más, también quiero que me devuelva todo lo que ya se llevó.

Perlando una naranja, la mirada de Lila se hizo aún más amenazante.
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