Lila se levantó y fue a abrir la puerta. Tan pronto como abrió la puerta, se arrepintió.—Lila, ¿también estás aquí? ¿Dónde está tu tía? —Jacob Viveiros pasó por un lado de Lila y entró como si nada, seguido por una mujer y una muchacha.Aquel trío era la familia de Lila: su tío del medio, su nueva esposa, Omaira Ramos, y la hija de Omaira, Suzanne Ramos.Después de que entraron, la última en entrar fue Gemma Viveiros, la prima menor de Lila, con quien siempre había tenido una gran relación desde que eran pequeñas.—Lila, perdón por interrumpir, otra vez. —Gemma estaba un poco avergonzada, se le veía en su cara.Lila la abrazó y la empujó adentro.—No pasa nada, ignoro a los tres pues.A pesar de que la incomodidad era evidente, Jacob no mostró remordimiento. Entró al salón con gran actitud y se dejó caer en el sofá. Vio de reojo la caja roja de joyas sobre la mesa, estiró el cuello y echó un vistazo.—¿Qué es todo esto?Christel, de repente, golpeó la mesa.—¿Y eso qué te importa? ¡Si
Alguien llamó por teléfono.Era Joseph.Lila se aguantó el fastidio, y contestó.—Lilita, estoy en frente de tu oficina, ¿quieres salir a comer algo?La voz de Joseph ya no sonaba suave ni tranquila como antes, más bien, estaba impaciente.Al notar el cambio, Lila preguntó sin mostrar emoción:—¿Acaso pasa algo? Tengo muchas cosas que hacer en el trabajo.—Es que quiero verte un momento nada más, ¿no me extrañas? —la voz de Joseph se volvió más seria, con ese tono que ya le era tan conocido.Antes, cada vez que Lila no hacía lo que él quería, él le hablaba así. En ese tiempo, ella creía que eso era amor, que ser un poco controlador era normal.Ahora se daba cuenta de que había estado equivocada.—Está bien, solo espérame un momento, que yo ya bajo —dijo Lila, copiando el mismo tono con el que él solía hablarle.Eliza suspiró.—Seguro otra vez quiere que le resuelvas un problema. No eres su empleada, ¿por qué siempre le haces caso?—Tranquila, si me pide algo, lo haré... pero que le cau
Antes de que terminara de hablar, el timbre de la puerta sonó así de repente.Lila abrió la puerta y se quedó sin palabras.Era Julien.—¿Y qué haces aquí?De pronto, recordó cuando se encontró con Joseph y escuchó el fuerte pitido del auto.No será...—¿Te molesta que me acerque? —Julien la miró con una expresión seria.Esa mirada hizo que Lila se sintiera aún más culpable.—No, no es eso. —Lila sonrió incómoda y lo invitó a entrar.Al verlo, Christel se mostró muy contenta:—¿Julien vino? ¡Qué bien, quédate a cenar! Voy a bajar a comprar algo de comer, ustedes esperen acá.Lila pensó en ir con ella, pero Christel la miró con firmeza:—Lilita, ve y sírvele un poco de agua a Julien.La gran casa de tres habitaciones quedó en silencio, solo ellos dos se quedaron.Lila se levantó para servirle el té.Cuando regresó, Julien tenía un folder en la mano.—Joseph falsificó las supuestas donaciones, aquí están las pruebas, pensé que las necesitarías. —La voz de Julien seguía tranquila.Pero ha
Al día siguiente, en la mañana, Julien le envió un vestido verde oscuro, una bufanda de seda, tacones negros elegantes y una tiara delicada y sofisticada. Lila no tuvo tiempo de pensar en cómo Julien sabía tan bien sus gustos; rápidamente se cambió y se preparó para el evento.Alrededor de las siete de la noche, el lugar de la subasta estaba lleno de gente. No solo había invitados de diferentes familias, sino también periodistas que transmitirían el evento en vivo.Evelin llegó temprano con Joseph. Llevaba un vestido nuevo de una marca internacional de lujo que resaltaba su figura, haciéndola lucir como una estrella, tan bella. Sin embargo, aquel día solo podía acompañar a Joseph como su asistente. Antes de llegar, Joseph le había dado instrucciones claras: si veía a Lila, debía contenerse.Evelin saludó a algunas personas conocidas y, al mirar alrededor, no vio Lila.—Señor Leclerc, he dado una vuelta y no veo a la señorita Viveiros. ¿Cree que no vendrá hoy? —dijo Evelin, sintién
El presentador, emocionado, hizo la última introducción y, con el golpe final del martillo, anunció:— Precio inicial: veinticinco millones y nos vamos, pues con aumentos mínimos de cien mil. Que comience entonces la subasta.Joseph se fastidió y levantó su cartel:— Veinticinco millones con veinticinco.Y alguien más también entró en la puja— Veintiséis millones digo yo.— Veintisiete millones.— Treinta millones....Alguien subió tres millones de golpe, y el lugar quedó en silencio; todos miraron al que ofreció "treinta millones de dólares".Lila también se sorprendió. Era Julien. Lo miró confundida y, bajo las luces brillantes, su perfil se veía impecable.El presentador, ya entusiasmado, dijo:— Este caballero de aquí ha ofrecido treinta millones de dólares. ¿Alguien más quiere aumentar?— Treinta y un millones. —Joseph apretó los dientes, tratando de disimular el dolor.— Treinta y cinco millones. —Julien volvió a ofertar, aumentando cuatro millones, pero su expresión seguía tan
Christel se quedó sin palabras.—¿Por qué preguntas así tan de la nada?Dijo esto mientras evitaba mirar a Lila.Lila se sentía cada vez más confundida.—Tía, por favor, dime. —Lila le agarró el brazo a Christel y le habló con voz suave, como una niña chiquita.Christel, sin saber qué hacer, tuvo que evadir la pregunta:—Él de verdad te quiere, y lo importante es que estén bien juntos.Desde entonces, aunque Lila siguió insistiendo, Christel no quiso decir una palabra más.Esa duda seguía clavada en su corazón.Pensó que tendría que buscar un momento para aclarar todo por su cuenta.Esa misma noche, la noticia de que Julien se había gastado un montón de dinero en la subasta de un collar de zafiros para dárselo a Lila apareció en Twitter, y no tardó en llenarse de comentarios, reacciones y atención por todos lados.—Joseph, ven, ya deja el celular y ven a descansar.En la cama, Evelin se acostó de una forma sensual, luciendo la pulsera nueva que le habían dado hoy, lista para consolar a
—No me gusta nada que le sonrías a él —dijo Julien, agarrándola por la cintura con una mano.Su palma la quemaba, sentía ese calor atravesándole la ropa hasta la piel.—Yo... yo... solo estaba jugando —dijo ella, poniéndose roja enseguida.¿Por qué el corazón le latía tan rápido?¿Será que estaba embobada por lo guapo que era?—¿Estás jugando? —repitió Julien, pero seguía con la misma cara seria.Lila asintió.—Sí... tú también sales a hacer negocios, ¿no te ha tocado actuar un poco alguna vez?—Nunca —respondió Julien, firme.Lila se quedó sin saber qué decir.Porque él, con su posición, no necesitaba hacer nada para caerle bien a nadie.—Está bien, ya casi llega el día... por lo que tengo planeado, te voy a pedir un favor. Te prometo que no voy a dejar que él se aproveche —Lila sonrió, un poco incómoda, pero con una mirada que pedía apoyo.Julien parpadeó y sonrió.—¿Hacerme esperar? Ok, ¿y yo qué gano con eso?¿Algo a cambio? ¿Qué podía ofrecerle ella?Lila se quedó quieta.De pront
Joseph respiró hondo.—¡Ya deja de decir tantas idioteces!Evelin se puso blanca de golpe, y lo primero que se le vino a la cabeza fue Lila.¡Segurísimo fue esa desgraciada!—Tranqui, espera un poco. Cuando me recupere, te voy a dar algo mejor —dijo Joseph, intentando calmarla.Evelin apretó los dientes con tanta fuerza que casi se rompe la mandíbula, pero, al final, no le quedó otra que tragarse el enojo y fingir una sonrisa.—Okey... no importa lo que decidas, el bebé y yo te apoyamos.Un par de días después, Joseph consiguió juntar el dinero y ordenó que el área de finanzas lo transfiriera a la organización de donaciones.De una, hizo pública la noticia y logró calmar a la gente.Y no solo eso: con lo que le quedó, compró un par de aretes de gemas raras y se los regaló a Lila.Obvio, Lila no iba a aceptar nada. Solo le dijo que gracias por el gesto.Joseph se emocionó un montón y juró que, de ahora en adelante, la iba a tratar todavía mejor.En ese mismo momento, el equipo de Lila t