Capítulo5
En el baño no había nadie más, así que Evelin se soltó por completo.

Joseph había estado en su casa estos días. Estaban tan juntos que probablemente él ni se acordaba de cómo era esa mujer

Lila sintió que todo era un poco gracioso.

—Le agradezco por el consejo. De hecho, pensaba usar esto cuando Joseph me proponga matrimonio.

Evelin cambió su cara de inmediato.

—¿Matrimonio? Te voy a hablar claro, señorita Viveiros, Joseph está en un momento clave en su carrera, y si hace algo tan loco como eso, no le servirá de nada en el trabajo. Si de verdad te importa, deberías decirle que se olvide de esas ceremonias tan innecesarias.

—Eso no tiene sentido —dijo Lila, levantando una ceja y con una sonrisa.

—He estado con Joseph tantos años, y por fin estamos cerca de algo firme. Cuando me proponga matrimonio, nos casaremos y tendremos hijos. Su carrera también irá mejorando…

Sabía que eso era justo lo que más le molestaba a Evelin.

—¡Eso no puede ser! —dijo Evelin, perdiendo el control, enojada.

Si ellos se casaban y tenían hijos, ¿qué iba a pasar con ella? ¿Y con el bebé?

No, tenía que hacer algo para detener a Lila.

—¿Y por qué no puede ser? Me parece que estás metiéndote en asuntos que no te importan.

Lila la miró con una sonrisa burlona, luego se dio la vuelta y salió del baño.

No esperaba encontrarse justo con Joseph.

Él traía el abrigo y el bolso de Evelin en las manos, ya algo impaciente.

Cuando la vio, trató de esconder lo que tenía detrás.

—Lila, ¿qué haces aquí? ¿Acaso te encontraste con… Evelin?

Intentó sonar tranquilo.

Lila asintió.

—Sí, y me dijo algo raro. Me pidió que te convenciera de que no me propusieras matrimonio.

—¡No le hagas caso, todo eso lo dice con la intención de sacarte de quicio!

Por un segundo, Joseph la miró con seriedad, pero la disimuló enseguida.

—Lila, estoy con ella porque fuimos a ver el regalo para tu propuesta…

—¿Me lo juras? —Lila sonrió emocionada.

—Entonces estaré esperando ese regalo.

Al ver que ella no reaccionaba mal, Joseph se relajó un poco.

—Bueno, ya me voy. Me quedo al tanto del regalo.

Lila le sonrió contenta y se despidió.

Joseph, intentando verse amable, la acompañó unos pasos.

Pero, al darse la vuelta, vio a alguien que no esperaba.

¿Julien?

¿Qué hacía ahí? ¿Y por qué los miraba así?

Aun así, Joseph no le dio mucha importancia y se fue con Evelin.

Pasaron por una joyería y Evelin señaló unas piezas de oro que brillaban en la vitrina.

—Quiero un brazalete, de oro del mas fino.

—Claro, mamacita, lo que tú quieras —dijo Joseph mientras echaba un vistazo a los brazaletes.

—Elige el que más te gusta, no importa el tamaño.

Evelin sonrió, tomó el que le ofrecieron y lo comparó con el que llevaba Lila.

Este era, sin duda alguna, muchísimo más bonito.

—¿Cuánto pesa este? —preguntó.

—Oro puro de 24 kilates, 55 gramos, señora —contestó el vendedor.

Perfecto.

Evelin estaba feliz y le pidió a Joseph que pagara.

Mientras tanto, afuera del auto, Julien ya había organizado el envío de las joyas a la casa de Christel, en el Conjunto Residencial Abedules.

Después, él mismo llevó a Lila de regreso.

Ya en el auto, Lila notó que el ambiente se sentía raro.

Julien estaba callado, manejando sin decir nada.

—Muchas gracias, señor Santoro —intentó romper el silencio.

Julien solo respondió con un “ok”.

Cuando se detuvieron en un semáforo, él paró el auto sin apuro, pero en su cara se veía el disgusto.

¿Qué le pasaba? ¿Por qué estaba así?

Lila se sintió un poco confundida, pero no pensó que fuera por ella.

Llegaron a su casa, y cuando Lila quiso abrir la puerta del auto, se dio cuenta de que estaba trabada.

—¿Pasa algo más, señor Santoro? —preguntó, dudando.

Bajo la luz de la noche, la cara de Julien se veía aún más atractiva, y Lila se quedó mirándolo un momento.

Justo en ese instante, se cruzaron sus miradas. Julien la miraba, algo frustrado.

—¿Qué hiciste hoy? —preguntó, serio.

Lila se quedó confundida.

—Fui a comprar un par de bobadas.

—¿Y eso es todo? —suspiró Julien.

Lila no respondió. No entendía qué quería decir.

—Señorita Viveiros, ya estás casada —dijo Julien, subiendo un poco el tono—. Tal vez no tengamos un lazo fuerte todavía, pero…

¡Aquí venía lo importante!

Lila se inclinó un poco, esperando lo que iba a decir.

—Lo mejor sería que no te acerques tanto a otros tipos, sobre todo anda con cuidado con Joseph —dijo Julien.

Lila se quedó sin saber qué decir.

—¿Eso es todo?

Julien la miró como diciendo “¿no te parece suficiente?”

Lila asintió.

—Lo sé, tranquilo. Todo esto es parte del plan sorpresa para Joseph.

Si no fuera por eso, ni se me ocurriría mirar a esa “cucaracha”.

—Ok—Julien asintió.

—Confío en que vas a manejar bien la situación.

Al decir eso, pareció sonreír sin darse cuenta. El ambiente tenso se volvió un poco más tranquilo.

Julien incluso bajó del auto para abrirle la puerta.

Lila no pudo evitar sorprenderse. Su corazón dio un pequeño salto.

Estuvo tanto tiempo con Joseph, y aunque él también era atento, nunca le abrió una puerta.

Para él, aunque su novia fuera importante, eso era rebajarse.

—Mil gracias, señor Santoro —dijo Lila, algo abrumada por el gesto.

Julien le sonrió.

—Entre nosotros, no hace falta dar las gracias.

Cuando llegó a casa, Lila le contó a su tía todo lo que había pasado.

—No lo puedo creer, ese Joseph es un tonto, ¡ni es capaz de respetar a su secretaria! —se quejó Christel.

Luego tomó la mano de Lila para calmarla.

—Qué bueno que mi Lilita sí sabe elegir, se casó con un hombre de verdad.

Lila no pudo evitar sonreír.

Su tía no sabía lo increíble que era Julien. ¿Por qué siempre hablaba tan bien de él?

—Cuando salga a la luz que estás casada, por fin podré dejarte la gerencia—dijo Christel, con los ojos llenos de lágrimas.

—Por lo menos, no vamos a fallarle a tus papás.

—No te preocupes, tía, no he perdido el tiempo en Las Estrellas Internacional. Ya soy subdirectora del departamento de relaciones públicas. Y contigo guiándome, sé que voy a poder.

Lila la abrazó con cariño.

Con ella sentía el cariño de madre que tanto necesitaba.

Al ver que su tía se ponía sentimental, cambió de tema.

—Bueno, bueno, ¡muéstrame esas joyas que te regaló!

Lila abrió una de las cajas sin darle muchas vueltas. Adentro había diez pares de aretes.

Dos filas de oro brillante. ¡Eran una locura!

—¡Dios mío, este diseño con ondas es tan original! Se nota que costó una fortuna —dijo Christel al tomar uno de los aretes, impresionada.

Lila asintió.

—Ni yo pensé que Julien iba a fijarse tanto en los detalles de los regalos.

Justo en ese momento, sonó el timbre.
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