Cenizas de un amor perdido
Cenizas de un amor perdido
Por: Alejandra
Capítulo1
— Señor Leclerc, ¿cuál cree usted que es el nivel más alto al que puede llegar el amor por alguien? —preguntó el periodista.

Lila Viveiros miraba tranquilamente la escena de la entrevista en la TV.

En la pantalla, el apuesto Joseph Leclerc lucía impecable un su traje.

Cuando le hicieron la pregunta, sus ojos dejaron entrever un atisbo de dulzura que no pudo evitar.

— Personalmente creo que amar a alguien hasta un nivel extremo es… sentir dolor por aquella persona.

El periodista mostró un atisbo de duda.

— ¿Acaso se refiere usted a la señorita Viveiros?

Joseph sonrió suavemente.

— ¿A quién más podría yo referirme?

Y estaba en lo cierto, en todo San León, no era un secreto para nadie el mucho amor que Joseph sentía hacia Lila.

Porque ella había dicho que le encantaba la película Up. Una aventura de altura, y el gerente general, del más alto nivel, fue quien personalmente lijó la madera, la pintó, y calco a manera exacta la casita de la película animada para ella.

Una noche, ella murmuró que tenía antojos por comerse unos tacos, y como no había ninguna taquería cercana, Joseph condujo varios kilómetros solo para conseguirle unos tacos bien calentitos.

Él sinceramente había alcanzado aquel nivel más alto que se podía llegar en el amor: el llegar a sentir dolor por su amada.

Ellos ya llevaban juntos ocho años y no habían tenido ni una sola vez sexo.

Aún en la calentura, él prefería mejor aguantarse y tomar en vez una ducha fría en lugar de dar aquel paso final.

Lila alguna vez, muy sonrojada por cierto, le había preguntado por qué no quería.

Joseph simplemente sonrió y le acarició la cabecita.

— Bobita, un momento tan valioso entre nosotros dos debe que guardarse solo para la noche de nuestra boda. Además, no hay prisa, tarde o temprano prometo que serás mi esposa.

Sin embargo, en ese momento mirando aquella cara tan familiar en la pantalla del TV, Lila sonrió con desgano.

¿Pues qué gato no tiene prisa por comerse su ratón?

La respuesta era solo porque, en otro lugar, ya se había saciado.

Lila bajó la mirada hacia el abrigo masculino que reposaba a su lado. Había en el un ticket de compra y un botón rosado que se había caído.

No sabía que la había movido a hacerlo, Joseph quien siempre la consentía y no la dejaba hacer nada, pero ella había tenido el extraño deseo de ponerse a hacer las tareas de la casa.

Pero al tocar el bolsillo del abrigo, encontró aquel par de objetos.

El ticket decía: Lubricante para una experiencia suave y placentera, 108 dólares.

La fecha de compra había sido exactamente a las seis y cuarenta y dos de la tarde del día de ayer.

Lo recordaba claramente, porque Joseph había contestado su llamada en ese momento.

Al otro lado de la línea, su respiración sonaba algo apurada.

— Lilita, lo lamento pero esta noche sucedió un problemilla inesperado en la empresa, llegaré un poco más tarde para que juntos celebremos tu cumple. Sé buena, come primero.

Ahora que lo pensaba, ¿de verdad hubo un problema en la empresa, o hay algo más?

Ese botoncito rosado también lo conocía.

Era de una de las prendas de Evelin Duval, su secretaria personal.

A diferencia de la seria y tranquila Lila, Evelin era una mujer sexy bien dotada. Además, sus ojos y cejas se parecían un poco a los de ella.

Lila había bromeado alguna vez con Joseph, preguntándole si tener una secretaria tan guapa no la haría perder el interés hacia ella.

En ese momento, él solo le dio un respingo en la nariz con ternura e hizo mofa de ella, llamándola bobita.

Pero ahora, su corazón ya era frio como el hielo.

Ya llevaban juntos ocho años, pero Joseph nunca había fijado una fecha para la boda.

Ante los ojos de los demás, Lila, quien era muy consentida por él, aún no tenía una posición formal.

¿En verdad la amaba?

Si en serio la amaba, ¿por qué hacía esas cosas con otras mujeres?

Y si en caso que no la amaba, ¿por qué seguía buscándola como su sombra aun cuando era libre de no hacerlo?

Lila cerró los ojos, pareció haber tomado una decisión, y marcó un número en su celular.

— Tía, ya lo he pensado de veras bastante, y sí, estoy dispuesta a casarme con aquel joven de la familia Santoro. —dijo Lila.

Hubo un largo silencio al otro lado del auricular, hasta que finalmente la tía rompió a llorar , pero de felicidad.

— ¡Ay mijita que bien, Lilita! No sé si lo sepas, pero ese muchacho de la familia Santoro ha gustado por mucho tiempo de ti. Tus padres fallecieron a temprana edad, pero si ellos en paz descansen supieran que ahora tienes alguien que te respalde, estarían muy dichosos. La boda será pues dentro de una semana, prepárate mijita.

Lila esbozó una sonrisa y respondió con un suave, — Oki.

Mirando la serie de fotos de boda que la tía le envió, Lila ya no podía distinguirlas bien, la vista se le nubló.

Sin darse cuenta, se recostó un poco en el sofá y se quedó dormida.

Cuando despertó, fue Joseph quien la despertó.

Entró con una aura fría, sosteniendo un ramo de rosas.

Más sin embargo, Lila notó que uno de los botones de su camisa estaba mal abrochado.

Joseph siempre era muy meticuloso en su vestir, no era alguien que soliera cometer tales errores.

Sus ojos se posaron en la sutil marca de pintalabios en el lóbulo de su oreja, y Lila entendió todo.

Su corazón sintió un dolor ensordecedor, pero pronto se desensibilizo.

Joseph se cambió de zapatos y se acercó a ella. Su mirada se posó sobre el celular, donde estaban las plantillas de las fotos de la boda. Sus ojos se suavizaron un poco.

— ¿Qué sucede? ¿Acaso mi Lilita ya tiene prisa por casarse?

Lila sonrió de manera natural, pero distante.

— Sí, aunque no quieras casarte conmigo, ya es hora de que me case.

Durante todos estos años, el manejo de Inversiones Vi-Global había dependido completamente de su tía, la empresa de la familia de su supuesta pareja la necesitaba, su propia familia también dependía de ella, y tenía que proteger a Inversiones Vi-Global de su tío y su familia que siempre la acechaban para hacerle el mal.

Lila quería hacerse cargo de Inversiones Vi-Global para ayudar a su tía, y la única manera de hacerlo era casarse.

Según el testamento dejado por sus padres, solo casándose podría heredar el mando de Inversiones Vi-Global…

Joseph como siempre le acarició la cabeza, y con una sonrisa resignada le metió el ramo de rosas entre sus brazos.

Y en medio del enorme ramo de flores, había un delicado anillo de diamantes.

— Bobita, ya te lo había prometido, ¿cuándo acaso yo he roto una promesa? En estos días he estado de veras muy ocupado fuera, pero todo es para nuestra boda dentro de una semana. Has estado conmigo ocho años, no te voy a perder por nada del mundo.

Lila bajó la mirada y vio el anillo de diamantes.

A simple vista, era evidente que este no era su talla.

Lila le había dicho muchas veces a Joseph que esperaba una propuesta romántica, que se postrase en una rodilla tal cual príncipe para pedirle que fuese su esposa.

Pero ahora, tal "propuesta" parecía más bien una notificación que debía aceptar.

Y curiosamente, en efecto sí, se casaría en una semana, pero no con Joseph.

Dejando el ramo a un lado, Lila iba a hablar:

— Joseph, nosotros...

Pero el sonido del celular interrumpió de repente.

Joseph miró la pantalla de su celular, ella alcanzó a ver aquel nombre: Evi.

Era una llamada de Evelin.

Su expresión cambió, pero al final contestó.

Al otro lado de la línea se escuchaba el llanto desesperado de una mujer.

Joseph dio media vuelta y salió hacia la entrada.

Aunque intentó bajar la voz, Lila alcanzó a escuchar lo que dijo.

— Ya te lo advertí, no te pongas en frente de lo mío con Lila, si no sabes lo que te espera.

Lila arrancó un pétalo de rosa y lo deshizo en pequeños trozos en sus manos, sin decir nada, y sin destapar aquella mentira.

Cuando Joseph colgó y se acercó, dijo:

— Fue que un contrato de la empresa tuvo un problema, un empleado hizo un completo enredo. Pero a semejantes horas hablar de eso afecta el ánimo. Lilita, descansa, voy a la empresa.

Joseph parecía ansioso, y se dio vuelta para cambiarse de zapatos.

Lila se levantó lentamente, su cara se encontraba impasible como el agua.

— ¿Es necesario que te vayas ya mismo? Es que tengo algo urgente que decirte.

Su espalda se detuvo un momento, y cuando se dio vuelta, su expresión seguía siendo suave.

— Lilita, lo que sea que necesitemos charlar, lo charlaremos cuando yo vuelva.

Dijo eso y se apresuró a salir.

Lila se quedó allí de pie por un rato, tocándose el pecho de la angustia.

La sensación de dolor sórdido que había sentido antes ya no estaba, y en su lugar, solo una sensación de insensibilidad emergió de su ser.

Lo que palpitaba en su pecho ya estaba muerto.

Por algún impulso difícil de explicar, Lila se acercó a la terraza.

Vio cómo Joseph salía apresurado por la puerta del jardín, abrazando a una mujer que lloraba desconsolada fuera, y le besaba con desesperación.

Él le apretaba del hombro a Evelin, gritando:

— ¡Jamás lo permitiré! ¡No te voy a dejar abortar al bebe!

Lila escuchó esas palabras y su mente quedó llanamente en blanco.

¿Evelin estaba acaso embarazada?

De repente, se sintió como una marioneta flaquear sin fuerzas, lentamente se fue desplomando hacia el piso.

¿Aquel era acaso el "dolor" del que Joseph tanto hablaba?

De repente, Lila se sintió ridiculizada.

¿Cada vez que Evelin la veía hacerle berrinches a Joseph, también se reía de ella?

¿Viendo cómo la hacían girar en círculos, se sentiría pues orgullosa?

Las lágrimas caían como cuentas rotas de un collar, sin poder recuperarse.

Cuando finalmente logró calmarse, en su corazón ya solo había silencio.

Joseph era una porquería.

Por eso, ya no lo quería.
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