Capítulo 3

Su teléfono móvil timbra con una llamada y él contesta endureciendo sus gestos. Escucha lo que le dicen y responde con monosílabos. No alcanzo a oír si se trata de un hombre o de una mujer, pero, sea quien sea, ha cambiado su estado de ánimo. La llamada dura menos de un minuto y, después de eso, no vuelve a hablarme. Llegamos al hotel, ingresando por el estacionamiento subterráneo, y el chófer se encarga de sacar mis cosas de la maletera del auto, solo es una pequeña valija con algo de ropa, una toalla y un par de zapatos. Llevo un bolso más pequeño conmigo a todos lados con mi maquillaje, mis productos de aseo personal y el poco dinero que tengo.

—Debo irme, surgió algo urgente y no podré acompañarte hasta la habitación —me informa con una disculpa en su mirada—. Tu habitación está en el piso diez, esta es la llave. —La saca del bolsillo delantero de su pantalón y la pone en mi mano—. Pide lo que quieras sin límites, todo va por mi cuenta. Y, por favor, piensa en mi propuesta.

—Lo haré —le prometo sabiendo que será todo en lo que piense hasta quedarme dormida.

—Nos vemos mañana, Olivia —se despide y luego se aleja, subiéndose en el auto del lado que yo me bajé. El chófer arranca enseguida y yo me dirijo al ascensor como si estuviera en un sueño. Jamás hubiera pensado, cuando me levanté esta mañana, que un CEO multimillonario me haría una propuesta de matrimonio y, mucho menos, que me dejaría quedarme en una habitación de su hotel. Es tan surrealista…

Lo primero que hago al entrar a la habitación es desvestirme y preparar la tina. Nunca he usado una y me muero de ganas por hacerlo. La habitación es muy bonita. Tiene una cama tamaño queen con un colchón tan suave que se siente como si te acostaras en una nube; una heladera pequeña con bebidas y aperitivos, un televisor inmenso, un área para comer con una mesa y dos sillas y otro espacio para leer o relajarse con un sofá estilo victoriano de lo más bonito.

Abro las puertas del closet para guardas mis cosas y me sorprende encontrarlo lleno de ropa y zapatos de mi talla. Reviso los cajones y veo ropa interior, medias y pijamas también de mi talla. ¡No puedo creerlo! Esto es demasiado. Me pregunto si lo ha hecho antes por otras mujeres o si yo soy la primera.

Debo hacer mi propia investigación, pero antes, comprobaré que la tina no se haya llenado. Entro al baño y veo que va por la mitad, me queda un poco de tiempo para leer lo que pueda sobre Connor Brooks. Me siento sobre la tapa del sanitario y tecleo su nombre en el buscador del navegador y, en cuestión de segundos, arroja cientos de resultados.

Connor Brooks, CEO de Brooks Industries desde hace cinco años, luego del fallecimiento de su padre, Christian Brooks. Connor cumplió cuarenta y un años en marzo, mide un metro setenta y cinco de altura, es soltero y, por lo que dicen los tabloides, un mujeriego en toda regla. Su lista de conquistas es larga, incluye modelos, actrices y herederas. ¿Por qué me eligió a mí para casarse? No tiene sentido.

Regreso con la información de Connor y leo que tiene una hermana, Elle, de veinte años, modelo, hija de Christian Connor con su segunda esposa, Elena. Sobre la madre de Connor, no encuentro nada, lo que me parece muy raro. Reviso el resto de los resultados y no consigo información sobre ella, ni una foto o un nombre.

Dejo el teléfono sobre el tanque del sanitario y me ocupo de cerrar los grifos de la tina, ya se ha llenado. Decido bañarme antes de continuar leyendo. Me hundo en el agua tibia y libero un profundo suspiro. ¡Me encanta! Podría acostumbrarme a esto. Estando así, pienso que la propuesta de Connor Brooks no es tan descabellada, igual, soy soltera y puedo casarme con él si quiero, claro, primero tendría que legalizarme en el país, si es que es posible. Además, un año no es mucho tiempo, puedo hacerlo.

Después que me visto, me acuesto en la cama y me rindo casi al momento. Era tarde y estaba cansada. Pasan de las nueve de la mañana cuando me despierto, nunca duermo tanto, pero la cama era tan cómoda que no quería levantarme. Llamo a servicio a la habitación y pido que me suban el desayuno. Me cambio el pijama que elegí del cajón, un conjunto de seda azul de pantalón corto y camiseta de tirantes, por un vestido.

Cuando llaman a la puerta, pienso es de servicio a la habitación, pero cuando la abro, quien está en el pasillo es Connor Brooks. Se me forman nudos en el estómago cuando lo veo y me atacan los nervios, he pensado mucho en su propuesta y creo que he tomado una decisión.

Una sonrisa amplia aparece en su cara cuando me saluda y me quedo boba mirándolo. Me encanta verlo sonreír, toda su cara se ilumina cuando lo hace. Me pregunta si puede pasar y me muevo a un lado para que lo haga.

—Espero que hayas descansado —comenta deteniéndose en el centro de la habitación.

—Si, dormí como un bebé. Gracias por dejar que pasara la noche aquí, ha sido muy amable, señor Brooks —pronuncio sonriéndole.

—Dime Connor, por favor. Y no seas tan formal, puedes tutearme —enuncia mirándome de arriba abajo con apreciación. Estoy usando un vestido sencillo color mostaza que se ajusta a mis curvas y llega a la mitad de mis muslos. Tengo un buen cuerpo, mi metabolismo es mágico, haga lo que haga, siempre mantengo mi peso: 58 kilos. De chica, era super delgada, pero mi cuerpo cambió después de mi desarrollo, mis pechos crecieron y mis caderas se ensancharon, destacando mi cintura. Y aunque mi trasero no competirá nunca con el de JLo, tengo lo mío. Eso sí, no aumenté ni un centímetro más, me quedé estancada en el metro sesenta.

—Lo… lo intentaré —balbuceo como tarada. Es que la manera en la que me mira me está haciendo sentir y pensar en cosas indebidas. No he tenido sexo desde que salí de México hace dos años y tener a un hombre tan apuesto como Connor mirándome de esa manera es estimulante. Oportunidades he tenido, pero no soy de acostarme con cualquiera, los romances de una noche no son lo mío.

—Estuve pensando en su… tu propuesta. —Me aclaro la garganta porque la voz me ha salido mal, estoy nerviosa, esta es una decisión muy importante que puede cambiar mi vida para siempre—. Y, antes de darte una respuesta, quiero leer el contrato que debo firmar.

—Lo enviaré con Sergio. Si tienes alguna duda cuando lo leas, puedes llamarme para consultarme. Debo ir a la oficina, pero estaré libre a la hora de la comida. ¿Estas de acuerdo con que almorcemos juntos? —me invita, pareciendo ansioso.

—Si, me gustaría almorzar contigo —acepto al instante, él ha sido muy bueno conmigo y me ha demostrado que es un caballero, merece una oportunidad.

—Perfecto, pasaré al mediodía por ti —acuerda con esa sonrisa seductora que pone mi libido a mil. Me gusta mucho este hombre, cada vez más. Ahora mismo estoy preguntándome cómo serán sus besos, qué sentiré si me toca…

Sacudo aquellos pensamientos antes de ponerme calenturienta delante de él y le pregunto cómo debo vestirme, seguro me llevará a un restaurante carísimo de gente fina.

—Lo que elijas estará bien. Así estás perfecta. —Me recorre con la mirada cuando lo dice. ¡Creo que yo también le gusto!

No te emociones, Olivia. Él te ofreció un trabajo, no hay nada romántico en esto, solo son negocios.

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