Sacrificio de amor

Mientras Marla retornaba a la ciudad, Abel estaba en su habitación exhausto del primer día de la procesión. Pero además del cansancio físico, el cura se sentía confundido y abrumado por aquel pensamiento recurrente que no lo abandonaba ni un instante. La imagen de Marla no salía ni por un segundo de su cabeza, mucho más después que la viera con Salvatore y que éste le dijera que irían de paseo en el yate del magnate Jerónimo Caligari.

Para Abel, escuchar hablar sobre ese hombre era repugnante, nunca le agradó la manera en que se comportaba en el colegio cuando eran niños. Abel tendría siete años y Jerónimo doce. Siempre que quería, se aprovechaba de su estatura, lo acosaba y molestaba tanto a él, como a Salvatore; por ello, le costaba entender como su amigo, ahora trabajaba para un ser como Jerónimo, despiadado y cruel.

Ahora con un motivo claro , Abel sentía mayor repulsión por Jerónimo Caligari, no quería verlo cerca de Marla; pues aunque él intentara negárselo a sí mismo, estaba
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