—Voy a mi casa a cambiarme y regreso. ¿Necesitas algo? —Le preguntó gentilmente Jerónimo.—No, gracias. Estoy bien. —Entonces nos vemos en una hora. Cualquier cosa que necesites, puedes llamarme a mi número privado —dijo y le entregó una tarjeta de presentación.— de igual manera, ya deje dicho en administración que estoy a cargo de todo.—¡Gracias, Jerónimo! No sé cómo agradecerte lo que haces por mí. —Tenemos un trato —le dio un guiño, luego se alejó mientras Marla regresaba a la habitación de su nonno para acompañar a Carmina. Jerónimo subió a su auto, estaba complacido en la forma que sin él preverlo, el destino le ponía en bandeja de plata a la hermosa rubia. El chofer detuvo el auto, minutos después, él bajó del coche y le dio algunas instrucciones al empleado. Abrió la puerta de su mansión, la sonrisa en su rostro reflejaba su triunfo. Se dirigió hasta su habitación, abrió la puerta encontrándose con una inesperada visita.—¿Qué haces en mi habitación? —preguntó en tono
Abel no lograba conciliar el sueño, dio vueltas en su cama, se sentó y decidió salir fuera de su casa y caminar un poco, no soportaba el ruido en su cabeza, la angustia, las dudas existenciales ¿Había escogido la profesión correcta? ¿Era una tentación demoníaca aquella que lo envolvía? ¿Estaba perdiendo su propia fe? Bajó las escaleras, se dispuso abrir la puerta y vio cuando su madre bajaba de un auto desconocido. Aguardó a que ella descendiera del auto.—¡Abel! —dijo ella, bajando el rostro, no quería que él notara lo ocurrido. —¡Madre! Pensé que estabas dormida.—Se me hizo un poco tarde, ya sabes, Santina conversa demasiado —seguía sin levantar el rostro.— ¿A dónde ibas?—A dar una vuelta, no logró dormirme. Creo que estoy un poco ansioso por la actividad de mañana.—No debes preocuparte por ello, Abel. Siempre lo harás bien —ella levantó el rostro y él percibió el hematoma en el lado izquierdo de su rostro.—¿Madre, qué te ocurrió? —preguntó con asombro.—No fue nada, hij
Luego que Abel salió, Marla recibió en su móvil el correo que Karla acababa de enviarle. Lo abrió y confirmó que se trataba del documento que esperaba. —¿Podemos hablar afuera? —le pidió ella, Jerónimo supuso que se debía a la incomodidad de Carmina.—Sí, claro. Estando fuera de la habitación, ella le comentó a Jerónimo sobre la delicada situación de su abuelo. —Debemos ingresar al nonno con urgencia a una clínica especializada, y necesito del apoyo que me ofreciste. Tengo en mi correo el contrato de matrimonio para que lo revises y firmes. —Wow! Eres bastante rápida. —ella aplanó los labios.—Está en riesgo la vida de mi nonno ¿Crees que podría dilatarme en ello? —Veo que no. Puedes pasármelo, yo me ocuparé en revisarlo. Por otra parte, ya te dije que puedes contar conmigo. Regresaré a mi casa y mañana temprano estaré aquí —miró su reloj, ya faltaba poco para la media noche. —¡Gracias una vez más! Jerónimo se despidió de ella esta vez con un beso en los labios, un bes
Ahora que Elio se estaba recuperando de la operación, que el trabajo de los médicos y las oraciones de Carmina y Marla junto a las de Abel habían logrado devolverle la vida, la pelirrubia debía cumplir con su promesa de matrimonio. Jerónimo firmó el documento prenupcial y estuvo de acuerdo con las cláusulas. Un año era tiempo suficiente para él obtener lo que deseaba, ya después lo segundo sería convencer a Marla de entregarle las tierras. Nada le convenía más que deshacerse del anciano y ser él, el único en hacerse cargo de aquella propiedad que llevaba años deseando obtener. Pero si Elio moría, Marla no estaría dispuesta a casarse con él y ese era un lujo que no podía darse el lujo de perder. Aquella mujer lo mantenía ansioso y deseoso de poseerla. Nunca quiso tener a una mujer como deseaba tener a la pelirrubia italo-española. Había no sólo el deseo físico de hacerla suya, sino la obsesión de verla doblegada y a sus pies.—¡Acepto todas las condiciones! —afirmó él y Marla tuvo
La semana transcurrió rápidamente, Elio ya estaba de regreso en la villa, Marla seguía cuidando de él y de su nonna. Jerónimo había contratado a una enfermera para que se hiciera cargo del anciano y liberar de responsabilidades a su prometida; así podría compartir más tiempo junto a la pelirrubia, a pesar de no poder estar sexualmente con ella.Una de las cláusulas estipulaba que hubiera cero contacto sexual entre ellos y que sólo una vez casados, la pelirrubia sería su mujer. Mas, aquella cláusula no fue Marla quien la propuso, sino su amiga; sin embargo, ella pensó que Karla lo había hecho como un gesto de amistad porque conocía el desinterés de la pelirrubia por aquel hombre. No imaginaba que había sido parte de un arranque de celos de su amiga al imaginar que Marla estuviese en brazos del ardiente CEO. Jerónimo también había contratado a la organizadora de la boda, la cual se llevaría a cabo en un mes. Marcella estaba recibiendo la terapia y sus avances eran notorios, Marla est
Marla regresó a la villa, seguía frustrada por la manera en que Abel la desdeñó de su lado. Aunque tratara de entenderlo, le resultaba difícil creer que él no sentía lo mismo por ella. Entró a la pequeña casa, Carmina estaba preparando el almuerzo, se sorprendió al verla llegar tan temprano.—¡Hija, pensé que llegarías luego! —Me desocupé antes. —¿Estabas en casa de ese hombre? —Nonna, debes dejar de referirte a Jerónimo de esa forma. Recuerda que nos está ayudando con lo de la enfermera. —Lo sé, hija, pero no puedo dejar de sentir rabia por ese hombre. Tu abuelo, ni estaría tan triste de no ser por lo de las tierras.—¿Qué dices? Mi nonno ya sabe lo de…—Sí, nos escuchó hablando aquella mañana y se guardó tanto lo que sentía que terminó empeorando su situación. —¡Nonna, tengo que decirte algo muy importante! —¿Qué ocurre Marla? Me preocupa la seriedad con la que me estás hablando.—Es un asunto muy serio, pero prefiero que hablemos sin que la enfermera esté aquí.—
Marla desmontó su caballo a pocos metros de donde estaba Abel, no quería espantar al alazán ni tampoco que el sacerdote terminara huyendo de su realidad. Se arregló el escote del vestido blanco, decorado con flores rojas, se arregló un poco el cabello enmarañado por la brisa y fue hasta donde estaba él. Abel estaba tan ensimismado en sus pensamientos que no se percató de su presencia física, en su mente rondaba la imagen de Marla desde que la vio frente a él confesando aquella verdad. ¿Era su misma verdad? Absolutamente, los demonios parecían haber entrado a su mente, a su cuerpo, a su ser desde que se encontró con ella por primera vez, y cada una de las veces fue mayor la tentación, las ganas de sentir aquellos voluptuosas labios y acariciar su piel. Lo único que en aquellas ocasiones era el hecho de negarse y escudarse en la presencia de quienes por casualidad los rodeaban, mas eso estaba a punto de cambiar, frente a él solo estaba la naturaleza, y a pocos metros, ella la muje
Luego de aquel momento de lujuria y placer nunca antes vivido, Abel se levantó abruptamente, se arregló el pantalón, llenando sus manos de su propio semen ¿Qué he hecho, Dios? Frotó sus manos de su pantalón, mientras se debatía mentalmente; su rostro mostraba desconcierto y confusión. Pasaba las manos por su cabeza y su rostro como queriendo borrar aquella sensación de deseo que aún le recorría por dentro.Marla se sentó en la grama, con la respiración agitada, con los síntomas de la excitación, y las piernas aún temblorosas. Le sujetó la mano, y él bajó el rostro.—No tienes que sentirte de esa manera, ambos lo deseábamos, Abel.—¡No! Yo no quería que esto ocurriera. Yo no vine a este lugar para encontrarte y terminar incumpliendo con mi deber, dejándome arrastrar por el deseo carnal, Marla —el tono de su voz estaba lleno de angustia. Marla se puso de pie, lo sujetó de ambos brazos y lo miró a los ojos:—Abel, desde que yo te vi en el avión, tampoco dejo de pensarte. Esto nunca