Abel es llamado a la sala principal, donde reunidos por segunda vez, la junta episcopal pone sobre la mesa la situación del sacerdote.—Hemos detenido un poco el tema de la publicación en las redes; aunque resulta ser un monstruo de mil cabezas, hemos logrado detener el avance de la misma. Aún así, la denuncia por parte de la supuesta víctima, sigue en pie. El cardenal, intentará conversar con la Srta Isabella para llegar a un acuerdo extra judicial con ella esta misma tarde.—Entonces, ¿podré comunicarme con mi familia? —preguntó ansioso. Si algo deseaba Abel era hablar con Marla y darle una explicación de todo lo que había ocurrido aquella mañana en la sacristía.—Aún no, padre. Debemos esperar un poco. Por ahora, puede integrarse a las actividades rutinarias de la iglesia y luego veremos como siguen las cosas. Por suerte la memoria colectiva es bastante frágil, bastará que ocurra algo nuevo y todo quedará en el olvido. —Gracias, Padre. —dijo y salió de la oficina. En tanto,
—¡Marcella! —susurró Piero, mientras acariciaba su cuerpo.—Piero, detente —dijo ella en un hilo de voz.¿De verdad deseaba, que él se detuviera? Realmente no, ella ansiaba tanto aquel momento, como él. Piero continuó deslizando sus manos por su espalda, hasta llegar a sus glúteos y apretando con fuerza su cuerpo contra el de ella, Marcella dejó escapar un gemido. Aquel gemido incitó al hombre a seguir besándola y rozando su intimidad con su falo encendido. Pronto, las ropas comenzaron a salir, y por un instante, Marcella se detuvo cuando la blusa cayó a un lado junto a su brasier. Habían pasado muchos años, ya no era tan joven como en aquel primer encuentro. Quiso cubrir sus pechos con ambas manos, pero Piero las quitó lentamente.—No tienes porque cubrirte, déjame sentirte, sentirte como aquella primera vez, en que nos amamos. —Ya no soy tan joven, mi piel tampoco es tan tersa.—¿Y qué con eso, Marcella? Yo te amo desde adentro, yo tampoco tengo la misma edad que antes y si
—Finalmente nos volvemos a ver —dijo el hombre al ver a quien había sido su rival desde hacía muchos años.—¿Qué haces aquí, Mario? —preguntó con enojo. Marcella escuchó aquella voz conocida y aunque en un primer momento pensó en ocultarse, no lo hizo. Al contrario, fue hacia donde estaba él.—Vine a buscar a mi mujer. —En ese preciso instante, la pelirrubia interrumpió la conversación.—¡No soy tu mujer! —exclamó.—Seguimos casados, ¿se te olvida? —el tono de voz de Mario era burlón e irónico.—Un papel no significa nada. Tú y yo llevamos años separados, eso lo sabes. —espetó, visiblemente enojada.Al notar que los pacientes estaban afuera escuchando la discusión, Piero se vio obligado a exigirle a Mario que se largara de aquel lugar. Pero el hombre se mofó de su advertencia y tomó del brazo a Marcella para sacarla del consultorio. —Te vienes conmigo o le diré la verdad a “nuestra hija” —dijo en tono sarcástico. Piero frunció el entrecejo. ¿Por qué hablaba de Marla de aquella
Marla bajó las escaleras, enlazada al brazo de Jerónimo, debía asumir su triste realidad, y sobrellevar la situación lo más que pudiera. Sonrió cuando él le comentó que tenía un invitado muy especial. Pero Marla nunca se imaginó que esa persona fuese justamente su padre, a quien llevaba un par de años sin ver. Jerónimo le cedió el paso con un ademán caballeroso, ella entró al salón y al levantar la mirada, no pudo ocultar su frustración al ver que se trataba de Mario Hidalgo, su flamante padre.—¡Hija! —se levantó el hombre para saludarla. Marla miró a su madre, quien apenas movió la cabeza de lado a lado en señal de impotencia. —¿Papá, qué haces aquí? —preguntó confundida. —¿Así recibes a tu padre, Marla? —preguntó él hombre al ver la actitud fría de la rubia.—No, papá. Disculpa. Sólo me sorprende verte aquí. ¿Cuándo llegaste? —Hoy en la tarde. ¿Tu madre no te comentó nada? —Marcella abrió los ojos y lo miró con aspaviento— es muy buena guardando secretos mi querida esposa
Ahora que Marla sabía toda la verdad, se enfocó en lo único importante para ella, su bebé. Durante esos meses siguientes, su madre se ocupa de cuidar de ella, los lazos entre madre e hija eran cada vez más fuertes e indestructibles. Mario había vuelto a Madrid, pero con la promesa de regresar a Tropea y quedarse a vivir con su aún esposa. Marcella apenas podía verse a escondidas con Piero, sin embargo, en uno de sus encuentros clandestinos, decidió contarle toda la verdad sobre su hija. Piero se sentía confundido, las emociones dentro de su pecho iban y venían sin parar, no sólo su sueño de ser padre se hacía realidad, sino que también iba a tener un nieto o nieta. Al conocer toda la realidad de lo que pasaba entre su hija y el despreciable hombre, se dispuso a hallar una manera de sacar a Marla de Tropea y huir a Santa Domenica, antes que la rubia diera a luz a su bebé. Cuando Piero y Marla se encontraron, ambos se abrazaron con fuerza, ella siempre sintió una conexión especial
El parto de Marla es inevitable, por lo que Marcella se ve obligada a llamar a Piero en aquella difícil situación. Minutos después, el médico apareció en el hospital, al verlo Carmina se llenó de enojo. ¿Qué hacía Piero Bellucci en ese lugar?Marcella llevada por la tristeza y el dolor se aferró a Piero, olvidando por completo su realidad y la presencia de su propia madre.—¿Qué haces aquí, Piero? —preguntó la anciana— ¿Acaso pretendes que Angeline venga nuevamente a insultar a mi hija por tu culpa?—¡Basta mamá! Basta… yo le pedí que viniera, él es quien va a ayudar a Marla en él parto.—¿Dónde está mi hija? —preguntó él. Carmina se quedó perpleja al escuchar aquello. Siempre tuvo la sospecha que la relación entre su hija y Piero Bellucci había ido más allá de lo debido. —En el área de parto. —Marcella le contestó angustiada y Piero se encaminó hacia esa zona; mientras Carmina, continuaba armando en su cabeza aquella frase. —¿Marcella, dime la verdad, mi nieta es hija de ese
El cuerpo de Elio fue trasladado hasta la funeraria, Piero acompañó a Marcella para resolver todos los trámites del velorio y la cremación del cadáver. Marla, en tanto, permanecía en la habitación en espera de su pequeño para amamantarlo. Podía notar cierta actitud de enojo en Jerónimo, pero no tenía ni la menor idea de las razones a las que se debía su mal genio.Cuando la enfermera llegó con el niño, el CEO no hizo otra cosa que detallar todo en él, miraba a Marla, mientras esta amamantaba al niño, buscaba algún parecido con ella y no lo encontraba. La rabia y el deseo de venganza estaban latentes en su cabeza. Al día siguiente, Marla salió del hospital con el pequeño en brazos. Jerónimo con la ayuda de la enfermera y un buen incentivo pudo saber que aquel niño cumplía con el tiempo justo de su nacimiento. Eso lo llenó de mucha más ira contra la rubia y aquel hijo bastardo. Su venganza contra ella sería lo suficientemente cruel como para destruirla. Faltaba apenas un poco más de
—Sal mal nacido, sal o la mato ahora mismo. —Salvatore salió con las manos en alto, pidiendo calma al CEO.—No, no te alteres. No pasa nada, Jerónimo. Sólo vine hasta aquí porque seguí a Serena, sabía que vendría a verse contigo. —el CEO gruñó. Aquello coincidía con que la mujer le dijo minutos atrás. El llanto del niño se escuchó, Marla temblaba detrás de los arbustos, sabía que cualquier movimiento que hiciera la dejarían en evidencia y terminaría poniendo en riesgo la vida de su pequeño Elio. —¿Qué es eso? —preguntó Serena. —Calla al niño, Isabella. —gritó desde afuera. Dentro la mujer tomó al niño en brazos tratando de calmarlo, pero el pequeño seguia llorando, ansiosa la chica salió hasta afuera. Al verla tanto Salvatore como Serena se miraron sorprendidos. —No encuentro que hacer, no para de llorar, Jerónimo. —Deja que yo lo cargue Jerónimo —pidió la mujer, y él estuvo a punto de ceder hasta que recordó que ella podía ser la abuela del pequeño.—¡No! —gritó. Aque