Esa tarde después de la partida de Karla, Marla terminó de lavar la losa y fue hasta su habitación para revisar detalladamente la ropa de baño que su amiga había dejado para ella. Se midió un par de bikinis para la ocasión, ambos se ajustaban perfectamente a su cuerpo, se miró al espejo y comenzó a acariciar sus propios pechos imaginando que eran las manos fuertes de Abel. El deseo de tomarse se apoderó de ella, aseguró la puerta para evitar ser interrumpida por su nonna y se acostó en la cama, dejó que su mano se internara entre el bikini y su sexo, frotó sus labios verticales deslizando su mano de arriba hasta abajo, luego con sus dedos índice y anular separó sus labios y con el medio buscó su botón de placer, con movimientos circulares fue haciéndolo endurecer y tornarse firme, cada uno de sus zonas más vulnerables –está confirmado científicamente que el clítoris tiene más de cinco mil terminaciones nerviosas– provocaban sensaciones electrizantes que la hacían estremecer. Pron
Marla tuvo que fingir una sonrisa cuando confirmó que se trataba justamente de Jerónimo Caligari. —Esto si es una casualidad algo grande —Jerónimo comentó con cierto sarcasmo en sus palabras. Karla se quedó sorprendida al ver que su amiga conocía al magnate millonario y jefe de su italiano.—Lo mismo pienso —comentó Marla.Salvatore cruzó miradas con Karla. En un intento por calmar un poco lo tenso e incómodo que se mostraba aquella conversación, terminó diciendo:—Jefe, quiero presentarle a Karla, ella es mi amiga —Salvatote dejó en claro aquel detalle, pues conocía perfectamente quien era su jefe. —Un placer, hermosa dama. —besó la mano de Karla con amabilidad pero a la vez con cierta picardía. La pelicastaña sonrió coquetamente.— Es realmente un honor tener la visita de dos madrileñas en esta pequeña ciudad —le dio un guiño a Marla, quien hasta ese momento se sentía incómoda.—Grazie! —contestó Karla.—Las invito a pasar a mi yate —hizo un ademán de caballerosidad y Karla
Cuando Marla se dio cuenta de lo que realmente estaba ocurriendo, ya era un poco tarde, ella y Jerónimo se encontraban en la suite principal del yate. Él acariciaba y besaba su cuerpo, se sentía aletargada y aunque intentaba levantarse no podía.—¿Q-qué le p-pusiste a mi be-bi-da? —preguntó con dificultad para modular la frase.—¿De qué hablas mi reina? Yo no he tocado nada de lo que has bebido? —No me siento… bien. —trató de apartarse de Jerónimo quién la apretaba con fuerza.— ¡Suél-tame por f-favor! —dijo y se desvaneció en sus brazos. Una sonrisa maligna se dibujó en el rostro de Jerónimo. —Siento tener que follarte, dormidita como una bella durmiente. Jerónimo la sujetó entre sus brazos, la levantó y luego la acostó en la lujosa cama King-size decorada con sábanas de seda roja. Luego de mirarla por algunos segundos, se subió sobre ella y comenzó a besarla, su lengua entraba entre sus labios y sus manos acariciaban el cuerpo de la pelirrubia mientras se movía de forma sinuo
Mientras Marla retornaba a la ciudad, Abel estaba en su habitación exhausto del primer día de la procesión. Pero además del cansancio físico, el cura se sentía confundido y abrumado por aquel pensamiento recurrente que no lo abandonaba ni un instante. La imagen de Marla no salía ni por un segundo de su cabeza, mucho más después que la viera con Salvatore y que éste le dijera que irían de paseo en el yate del magnate Jerónimo Caligari. Para Abel, escuchar hablar sobre ese hombre era repugnante, nunca le agradó la manera en que se comportaba en el colegio cuando eran niños. Abel tendría siete años y Jerónimo doce. Siempre que quería, se aprovechaba de su estatura, lo acosaba y molestaba tanto a él, como a Salvatore; por ello, le costaba entender como su amigo, ahora trabajaba para un ser como Jerónimo, despiadado y cruel.Ahora con un motivo claro , Abel sentía mayor repulsión por Jerónimo Caligari, no quería verlo cerca de Marla; pues aunque él intentara negárselo a sí mismo, estaba
—Voy a mi casa a cambiarme y regreso. ¿Necesitas algo? —Le preguntó gentilmente Jerónimo.—No, gracias. Estoy bien. —Entonces nos vemos en una hora. Cualquier cosa que necesites, puedes llamarme a mi número privado —dijo y le entregó una tarjeta de presentación.— de igual manera, ya deje dicho en administración que estoy a cargo de todo.—¡Gracias, Jerónimo! No sé cómo agradecerte lo que haces por mí. —Tenemos un trato —le dio un guiño, luego se alejó mientras Marla regresaba a la habitación de su nonno para acompañar a Carmina. Jerónimo subió a su auto, estaba complacido en la forma que sin él preverlo, el destino le ponía en bandeja de plata a la hermosa rubia. El chofer detuvo el auto, minutos después, él bajó del coche y le dio algunas instrucciones al empleado. Abrió la puerta de su mansión, la sonrisa en su rostro reflejaba su triunfo. Se dirigió hasta su habitación, abrió la puerta encontrándose con una inesperada visita.—¿Qué haces en mi habitación? —preguntó en tono
Abel no lograba conciliar el sueño, dio vueltas en su cama, se sentó y decidió salir fuera de su casa y caminar un poco, no soportaba el ruido en su cabeza, la angustia, las dudas existenciales ¿Había escogido la profesión correcta? ¿Era una tentación demoníaca aquella que lo envolvía? ¿Estaba perdiendo su propia fe? Bajó las escaleras, se dispuso abrir la puerta y vio cuando su madre bajaba de un auto desconocido. Aguardó a que ella descendiera del auto.—¡Abel! —dijo ella, bajando el rostro, no quería que él notara lo ocurrido. —¡Madre! Pensé que estabas dormida.—Se me hizo un poco tarde, ya sabes, Santina conversa demasiado —seguía sin levantar el rostro.— ¿A dónde ibas?—A dar una vuelta, no logró dormirme. Creo que estoy un poco ansioso por la actividad de mañana.—No debes preocuparte por ello, Abel. Siempre lo harás bien —ella levantó el rostro y él percibió el hematoma en el lado izquierdo de su rostro.—¿Madre, qué te ocurrió? —preguntó con asombro.—No fue nada, hij
Luego que Abel salió, Marla recibió en su móvil el correo que Karla acababa de enviarle. Lo abrió y confirmó que se trataba del documento que esperaba. —¿Podemos hablar afuera? —le pidió ella, Jerónimo supuso que se debía a la incomodidad de Carmina.—Sí, claro. Estando fuera de la habitación, ella le comentó a Jerónimo sobre la delicada situación de su abuelo. —Debemos ingresar al nonno con urgencia a una clínica especializada, y necesito del apoyo que me ofreciste. Tengo en mi correo el contrato de matrimonio para que lo revises y firmes. —Wow! Eres bastante rápida. —ella aplanó los labios.—Está en riesgo la vida de mi nonno ¿Crees que podría dilatarme en ello? —Veo que no. Puedes pasármelo, yo me ocuparé en revisarlo. Por otra parte, ya te dije que puedes contar conmigo. Regresaré a mi casa y mañana temprano estaré aquí —miró su reloj, ya faltaba poco para la media noche. —¡Gracias una vez más! Jerónimo se despidió de ella esta vez con un beso en los labios, un bes
Ahora que Elio se estaba recuperando de la operación, que el trabajo de los médicos y las oraciones de Carmina y Marla junto a las de Abel habían logrado devolverle la vida, la pelirrubia debía cumplir con su promesa de matrimonio. Jerónimo firmó el documento prenupcial y estuvo de acuerdo con las cláusulas. Un año era tiempo suficiente para él obtener lo que deseaba, ya después lo segundo sería convencer a Marla de entregarle las tierras. Nada le convenía más que deshacerse del anciano y ser él, el único en hacerse cargo de aquella propiedad que llevaba años deseando obtener. Pero si Elio moría, Marla no estaría dispuesta a casarse con él y ese era un lujo que no podía darse el lujo de perder. Aquella mujer lo mantenía ansioso y deseoso de poseerla. Nunca quiso tener a una mujer como deseaba tener a la pelirrubia italo-española. Había no sólo el deseo físico de hacerla suya, sino la obsesión de verla doblegada y a sus pies.—¡Acepto todas las condiciones! —afirmó él y Marla tuvo