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1 La niñez de Fabrizio

22 AÑOS ANTES

Dayanna llegó a la recepción de Chocolates Murrié, la mujer era hermosa, usaba un conjunto de falda y chaqueta de lino, su cabello estaba bien peinado. Llevaba a su pequeño hijo de cinco años agarrado de la mano.

Se acercó al recibidor y le dijo a la recepcionista:

—Necesito ir a la oficina del señor Fabián Murrié.

—¿Tiene cita?

—No, pero acabo de llegar de Venezuela y necesito hablar con él.

—Lo siento, debe llamar a su secretaría con tiempo y pedir cita para que la atienda, él es un hombre muy ocupado.

—¿Pero él está en este momento en su oficina?

—Supongo que debe estar arriba atendiendo los asuntos de la empresa.

Dayanna pensó dentro de sí:

"Si llamo a su secretaría él jamás me atenderá."

Le dijo a la recepcionista.

—Gracias señorita, llamaré entonces.

Se dio vuelta y salió de allí con el niño, llegaron a la calle, Dayanan observó un auto que salía del estacionamiento de la empresa, entonces ideó un plan, se escondió a un lado hasta que el que vigilaba la entrada se retiró un instante, entonces aprovechó y rápidamente entró al estacionamiento.

Ella sabía en dónde Fabián estacionaba su auto, entonces se dirigió hacia ese lugar, pensó en quedarse cerca y esperar a que él apareciera cuando saliera de su oficina. Buscó dónde sentarse con el pequeño Fabrizio.

Pasó un rato, el niño no comprendía qué hacían ellos dos en tan aburrido lugar, entonces comenzó a sentirse fastidiado.

—Mami no quiero estar aquí.

—Estamos esperando a tu papá.

—Me quiero ir. —Ella le acarició el cabello.

—Solo aguanta un poco más, ¿sí?. —Puso una sonrisa y acarició su cabeza—. Cuando tu papi te vea se pondrá muy feliz y te llevará a una juguetería muy grande.

—¡¿Me comprará el camión grandote?!

—Si, por eso debemos esperar aquí un rato.

Pasó el tiempo, casi dos horas para ser exactos. Al medio día los ascensores aumentaron su actividad, gente a cada momento salía de ellos, pero Fabián Murrié parecía que jamás saldría de ninguno.

Dayanna se puso más ansiosa de lo que ya había estado toda la mañana.

Pasó otro rato, y como él no apareció, renunció a la idea de verlo; desconsolada le tocó la mejilla al pequeño Fabrizio y le dijo:

—Me equivoqué, tu papi no está aquí, debemos ir buscarlo en otra parte.

—Quiero ver a papi. —Dijo el niño con su voz tierna.

—Después lo buscaremos, vamos a comer algo.

De donde se encontraban a la salida había un gran tramo. Para ahorrar camino ella pensó en subir hasta la recepción, se acercó al ascensor y hundió el botón.

Cuando este llegó y se abrieron sus puertas, Fabián Fabián Murrié se encontraba adentro con Inés, su esposa; estaba charlando con ella, cuando de repente se percató de que Dayanna estaba frente a ellos con el pequeño Fabrizio. Inmediatamente su rostro se puso pálido.

De pronto la voz rezongona de Inés retumbó por todo el estacionamiento.

—¿Qué hace esta mÁldita mujer aquí en mi empresa?

El niño con sus inocentes ojos se quedó mirando a la esposa de su padre, observó su cabello rubio y largo como el de una muñeca.

Inés furiosa miró con dureza a su esposo.

—¿Explíqueme esto Fabián, ¿por qué ella está aquí con ese bastardo? —Fabian aún no había salido del asombro.

—No lo sé, sabes que tengo meses sin saber nada de ella.

Inés miró a Dayanna.

—¿Qué pretende hacer aquí roba maridos?

—Eso no es asunto suyo, señora. —Contestó Dayanna.

—Todo lo que tiene que ver con mi marido es asunto mío zorra infeliz —Miró a Fabián—. Haz que la echen antes que todo el mundo en esta empresa la vea.

Fabián le dijo:

—Ve al auto, necesito hablar con Dayanna.

—¿Qué?

—Que vayas al auto.

—¿Ahora me pedirás privacidad para atender a tu amante?

—Sabes muy bien que entre Dayanna y yo no hay nada. Ve al auto, necesito resolver este problema sin que todo el mundo se entere.

La agarró del brazo y la llevó al auto, en voz baja le dijo:

Recuerda lo que nos enseñó el padre en el curso de matrimonios, no olvides que estamos trabajando en la confianza de pareja.

—No puedo confiar si ella está cerca de ti, sé que intentará seducirte de nuevo. —Fabian le agarró una mejilla, la miró tiernamente y le dijo:

—Debes confiar en mí, sabes que he puesto todo de mi parte para salvar nuestro matrimonio.

Inés lo pensó por un momento, flaqueó un poco porque le daba miedo retroceder después de los avances de los últimos meses en su relación.

Se pasó un trago de saliva y le dijo:

—¿Qué quieres hablar con ella en privado?

—Quiero prohibirle que regrese, si lo hace la voy a demandar y le quitaré a Fabrizio.

—Está bien, ve y habla con ella; pero no le quites a Fabrizio, me daría mucha vergüenza que todos vean a ese niñito en mi casa, sabes que está muy mal visto en nuestra familia que tengas un hijo bastardo.

Inés se encerró en el auto, Fabián regresó con Dayanana, con un tono de voz muy frío le dijo:

—Vamos a mi oficina.

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