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5 Posibilidad de venganza

Reinaldo regresó a la oficina de Fabrizio.

—¿Ya se largaron?

—Si. 

—¿Qué tal lo que pretendían? ¡Que yo me case con Mariangel! Piensan que soy un pendejo que se le van los ojos por una cara y un cuerpo bonito. —Francisco se sentó.

—Ay pues si se te van los ojos por caras y cuerpos bonitos, te excitan las mujeres hermosas.

—Pero no Mariangel.

—Eso es diferente, aunque no sería tan difícil estar casado con ella un par de años y cupular todo ese tiempo mientras obtienes la receta y luego te divorcias, ¿no crees? —Fabrizio lo miró fijo.

—No te estoy entendiendo.

—Podrías casarte con la rubia y obtener esa receta, luego la mandas a la m****a.

—¿Ya empezaste a beber licor?

—No.

—No necesito esa receta, ni quiero estar cerca de esa gente ni por él prestigio ni por todo el dinero del mundo. Ya tengo mi propia fortuna y mi planta de chocolate se está expandiendo cada día más. Algún día será de las más grandes de todo Latinoamérica, Chocolates Murrié no me interesa.

—No sería por el dinero ni por el prestigio, es por algo más.

—¿Cómo qué sería ese algo más? —Francisco se inclinó hacia adelante en su silla.

—Si obtienes esa receta la familia de tu padre estará en tus manos, y podrás hacer con ellos lo que se te venga en gana. Esa receta es una oportunidad que te puso el dios del chocolate para que puedas vengarte de Inés y tus hermanos.

Fabrizio estaba algo asombrado, la verdad que no se le había pasado por la mente que podría aprovecharse de la situación y saciar su sed de venganza contra ellos.

Una leve sonrisa le dio brillo a su rostro, rápidamente digirió lo que oyó salir de la boca de su tío. Cruzó la pierna y se agarró la barbilla, movió su silla hacia un lado.

—Con esa receta me convertiría en el más poderoso de los Murrié.

—Exacto. —Fabrizio sonrió con maldad en su rostro.

—Puedo destruir su prestigio, hundirlos en la miseria. —Francisco puso cara de admiración.

—¿Lo harás? 

—Me encantaría hacerlo.

—Pero debes casarte con Mariangel, ella es la heredera de la otra mitad de la receta.

Fabrizio se levantó de la silla.

—No me agrada para nada esa mujer.

—Tú tampoco le agradas a ella; pero no tienen que hacerlo, será un matrimonio por conveniencia, el cuál debe durar el tiempo que sea necesario para que puedas joderte en la familia de tu papá.

Fabrizio tenía una expresión cargada de malicia, pero de pronto comenzó a morderse las uñas.

—No puedo casarme con Mariangel, no olvides que mi boda con Patricia será en algunos meses.

—Puedes aplazar la boda.

—¿Con qué excusa? 

—Me extraña tu falta de creatividad. Puedes inventar cualquier cosa, lo que sea que se te ocurra, así como hiciste cuando te fuiste con Angie a pasarla súper con ella bien en España.

—Solo fue solo por una semana y le dije a Patricia que era un viaje de negocios; casarme con otra mujer es muy difícil de ocultar, más si son dos años. Puedo perder a Patricia para siempre.

—Es difícil tú lo acabas de decir, pero no es imposible; tu padre murió hace algunos meses, puedes decirle a Patricia que te dejó una herencia en Chocolates Murrié, pero que tiene algunas condiciones dentro de las cláusulas del testamento, entre las cuales debes permanecer en Miami conviviendo con tus hermanos.

—Aun así ella no va aceptar que aplacemos la boda, me dirá que nos casemos y vayamos a vivir juntos a Estados Unidos.

—Entonces no piensas arriesgarte.

—No, ya casi pierdo a Patricia una vez, y no pienso volverlo a hacer.

—Lástima, me habría encantado verte arrastrando a Inés de Murrié por todos los pasillos de la empresa.

Fabrizio se puso el dedo en la sien, con el rostro muy serio le dijo:

—También me encantaría que esa vieja y mis hermanos vieran cómo les destruyo el imperio que les produce tanto orgullo… Si Patricia no fuera tan celosa podría decirle acerca de mi plan, pero ella jamás aceptaría verme casado con Mariangel.

—Si Mariangel fuera una mujer fea y acomplejada tal vez si podrías convencerla, pero es una escultura de mujer.

—Deberías casarte con ella ya que tanto te gusta.

—Ella no se fijaría en un tipo como yo, las mujeres como ella tienen todas las posibilidades de elegir a un hombre joven, guapo, y adinerado  como tú; más si es el heredero de la otra mitad de la receta. En cambio yo soy un viejo, con dinero, pero no tanto como el que ella aspira tener. En fin, Mariangel necesita casarse contigo para sacar a su familia de la ruina, y tú necesitas esa venganza, sería cuestión de que hablen y tú le cuentes lo que tienes pensado hacer, con tu novia; no le puedes contar lo de la venganza. Piénsalo, tendrías que viajar mañana o lo antes posible a Estados Unidos y finiquitar todo.

—Déjame pensar cómo hacer bien las cosas para que Patricia acepte aplazar la boda. De verdad tienes razón, si Mariangel no fuera tan bonita, si fuera una fea acomplejada e insegura, hasta me atrevería a decírselo.

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