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2 | Tienes que hacerlo por mí

Me quedo en shock durante un par de segundos, de todas las traiciones creo que esta es la peor, no es posible que mirándome a los ojos dijera que me amaba, no es justo.

—¿Qué carajo?

Él estaba repartiendo besos por todo su cuerpo, a punto de quitarle la ropa interior a Daniela, la muy asquerosa trae lencería roja. Todavía se atrevió a escoger la ropa con la que se acostaría con mi prometido en mis narices. Se quedan helados al verme, ninguno sabe cómo reaccionar.

—Puedo explicarlo —se apresura mi amiga a hablar.

—Y un carajo —cuando llego hasta ella la abofeteo, por supuesto, no hace nada por defenderse—. Eras mi mejor amiga, ¿así es como me pagas?

—Cielo —otro más que recibe una bofetada mía.

—Nada de cielo. ¡Nos íbamos a casar, Adrián! ¿Tan poco valgo para ti?

—No se trata de eso, en serio que todo tiene una explicación.

—Me fuiste infiel antes de nuestra boda ¿Qué otra explicación hay?

Harta, tomo la ropa de Daniela y la aviento por la ventana sin importarme lo que ella piense en este momento. Ambos estuvieron viéndome la cara y no fui capaz de notarlo. Estaba cegada, creí que lo que sentía por Adrián era amor.

—¿Qué hiciste? —se apresura a asomarse por la venta—, mi ropa.

—Tienes tres segundos para salir de esta casa o te aseguro que te arrepentirás.

—Leah…

—Uno.

—Amiga por favor.

Que me llame de esa manera solo provoca que me hierva la sangre, no tiene derecho.

—Dos.

—Lo siento tanto, en verdad todo pasó de un momento a otro.

—Soy capaz de aventarte por esa ventana, más te vale largarte ahora mismo —se queda quieta—. No me obligues a llegar a tres.

No sé si es la forma en la que lo he dicho o si en verdad me ve muy molesta, pero prefiere no discutir y se apresura a salir de la casa. Es hasta que de un portazo sale que vuelvo mi mirada a Adrián, sigue bastante pálido.

—Puedo explicarlo.

—¡¿Explicar qué?! ¿Tu maldito juego de la secta o que te acostaste con mi mejor amiga?

—¿Secta?

No puedo creer que eso haya sido todo lo que ha escuchado.

—Sé lo que hiciste, malnacido. ¡Asesinaste a mi padre! —grité—. No solo eso, eres de la mafia ¡la mafia, Adrián! ¿Si quiera eres consciente de lo que eso significa?

—Leah…

—Él confió en ti, te lo dio todo. Mi padre estaba convencido de que eras el hombre correcto ¿Y así le pagas? ¿Quitándole la vida?

No dice nada, se detiene a verme caminar de un lado a otro y ya no sé de qué otra manera sacar toda la ira que tengo dentro.

—¿Cómo te enteraste? —me sorprende la tranquilidad en su voz—. Se supone que había mantenido el secreto, ¿alguien me delató?

Esa pregunta parece ser la gota que derrama el vaso, lo primero que veo es un florero y sin pensarlo lo tomo para aventárselo, detesto que no haga más que quedarse ahí parado.

—¡Oye! —por desgracia logra esquivarlo—. Lo lamento Leah, yo no —no encuentra palabras—, quise detener esto con Daniela, en serio traté de hacerlo, pero las cosas solo se dieron, te juro que quería cortar todo lazo de relación con ella.

Al final me siento en la cama, sin poder contener las ganas de llorar, se atrevió a cambiar de tema. Es el cumulo de la rabia, el dolor y la traición lo que me impiden estar tranquila.

—Nos íbamos a casar —sollozo—, teníamos muchos planes juntos. Viajes, la luna de miel, nuestra casa ya la habíamos comprado, se supone que íbamos a unir nuestras empresas. Eres un maldito.

—Y aún podemos cumplir todos nuestros planes, esta era la despedida, después de hoy no pretendía ver a Daniela jamás.

No podría ser más sínico, en serio.

—¿Hace cuánto me engañas?

Hay algo tan depresivo en el ambiente que incluso se me eriza la piel.

—Hace tres meses.

—Tres meses —repito con dolor—. Fui un chiste para los dos durante meses, quién lo diría.

Por un momento el único sentimiento que tengo es el de ira y eso nubla mi juicio. Mi mirada recae en el maletín abierto que se esconde en el armario, puedo ver el arma desde aquí.

—Traeré papel para que te puedas limpiar.

En cuanto pone un pie en el baño yo me acerco al maletín y con el corazón latiéndome a toda velocidad tomo el arma sin ser consciente de lo que en realidad está pasando, con las manos aun temblando coloco el arma detrás de mí y me recargo en el marco de la puerta.

En el baño hay velas, pétalos en el suelo, la bañera está preparada, así que este era su gran momento, la gran despedida, una pena que haya venido a interrumpir este momento que se supone sería «romántico»

No lastimas a quien amas, es todo en lo que puedo pensar. Adrián no me amo, y desde que vi ese vídeo con Lucas, yo dejé de amarlo.

—Se supone que no deberías ver esto —me encara—. Así solo te lastimas más.

—No creo que las cosas puedan volver a ser como antes.

—Solo tienes que confiar en mí.

—¿Confiar en ti? Debe ser una broma, no confiaré en ti de nuevo, dime una cosa ¿Por qué asesinaste a mi padre?

Me mira entrecerrando los ojos, creo que, dadas las circunstancias, decide ser honesto. Su semblante se vuelve más serio e incluso parece tranquilo.

—Deberías saber qué clase de hombre era tu querido padre, ¿por qué crees que tenía tanto dinero? ¿En verdad lo conocías bien? No era más que un traidor y un mentiroso.

Mis músculos se tensan al escucharlo llamarlo de esa forma. Nadie más lo conocía mejor que yo. Adrián no es más que un traidor, hará cualquier cosa para ponerme en contra de mi propia familia.

—Mientes.

—Una escoria para este mundo, te mintió a ti, le mintió a tu madre y a todo al mundo fingiendo que era una buena persona, cuando en realidad era todo lo contrario, yo solo quería protegerte, Leah. ¿Quieres que te haga una lista de todas las mujeres con las que se acostó estando casado con tu madre?

—¡Mientes! —saqué el arma, apunté y disparé.

Cayó a la bañera.

Creo que lo maté, entro en pánico cuando el agua se pinta del color de su sangre y la llave se abre provocando así que el agua salga de la bañera, su sangre se acerca a mí, suelto el arma, no, no, no, yo no pude haber hecho esto, no es posible, tengo que llamar a una ambulancia.

Cientos de ideas pasan por mi cabeza en ese tiempo, la ambulancia llegando y llevándose a Adrián, está muerto, la policía me interrogará, dañaré la imagen de mi empresa, todo por lo que he luchado se ira al caño, mi vida, mis sueños, la empresa, y el mundo entero me conocerá como una asesina.

Bajo de nuevo por mi bolsa y tocan la puerta antes de que pueda marcar el número de la ambulancia, el hombre frente a mí entra sosteniéndome antes de caer.

—Oye, ¿qué pasa? —no puedo creer que lo maté, ahora me odiará—. Leah ¿de quién es la sangre?

—De tu hermano.

Logro ponerme de pie, Harry no entiende nada, me mira con auténtica preocupación.

—Creo que lo maté.

—¿Qué?

No pienso con claridad no sé qué hacer, no tiene posibilidad de salvarse y, aun si la tuviera, merece morir de esta manera.

—Harry, tienes que irte —hablo agitada—. Toma tus cosas de nuevo, vete.

—Sí, claro y mientras te dejo con el muerto.

Miro a mi alrededor, creo que la casa se está volviendo más pequeña, no soy consciente de lo alterada que me veo hasta que Harry se acerca, creo que hiperventilaré.

—Leah —habla con calma, como si eso fuera lo que quisiera transmitirme—. Leah mírame —sujeta mi rostro entre sus manos—. No puedes seguir con esto. ¿Dónde está Adrián?

Reacciono hasta ese momento y me aparto de él, se supone que odio a Harry, no tendría que estar hablando con él tan tranquila cuando hay un problema mucho más grande.

—Arriba.

No lo piensa dos veces y va a su cuarto, el agua ya llegó al dormitorio, cuando entra no puede ni siquiera mirarlo, cierra la puerta como si eso fuera a solucionar el problema.

—¿Qué pasó?

—Es una larga historia.

—Hay que llamar a la ambulancia.

—¡No! —lo detengo del brazo y sé que lamentaré lo que diré—. Lo odias tanto como yo.

—Creí que te ibas a casar con él.

—Ese era el plan, pero todo se arruinó y yo… yo no…

Siento que mi corazón se vuelve a detener cuando en medio del silencio se escucha el teléfono de Adrián, Harry se ve tan pálido como yo.

—¿Qué esperas? ¡Responde la llamada!

Al menos él actúa más rápido que yo. Entra de nuevo al baño y toma su teléfono, un escalofrío recorre mi cuerpo al escucharlo hablar, puede imitar bien la voz de su hermano, gemelos después de todo.

—Claro que sí, prepara las cosas para mañana, será un día importante.

Cuelga la llamada y avienta el teléfono como si fuera el mayor de los problemas ahora.

—¿Quién era?

—Uno de sus hombres.

—¿De la mafia? —me tiembla la voz.

—¿Cómo lo sabes?

Creo que en este momento es mejor no dar demasiados detalles sobre lo que está pasando, todavía no sé si puedo confiar en Harry, pero no tengo otra opción.

—Larga historia.

Comienza a caminar de un lado a otro, disimula bien sus nervios.

—Tienes que hacer algo, Leah.

—¿Tengo?

—No me mancharé las manos por ti, no lo vales. —Comenta en un tono serio.

—Bien, me odias y yo te odio, está claro, pero en serio necesito tu ayuda. Ahora eres todo lo que tengo, no puedo confiar en nadie más. Por favor, Harry.

Hay algo diferente en su mirada esta vez, no me importa si me mira con lástima o si en verdad me quiere ayudar, da igual con tal de que me apoye en esto.

—¿Qué propones? Tu boda es pasado mañana.

La boda, es cierto, siendo presa todavía del pánico solo se me ocurre una cosa para arreglar este desastre, quizá una idea muy estúpida, pero no hay alternativa.

Engañaremos a todo el mundo.

—Hay que deshacernos del cuerpo.

—¡¿Qué?!

—Y una cosa más.

—Leah, no creo que…

—Tienes que casarte conmigo, Harry.

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