Abigail
Los invitados se reducen a una cantidad inhumana de personas que están ocupando el inmenso jardín trasero de la mansión. La mayoría parecen ser amigas de Cristopher, que se encargan de verme con recelo, compañeros de trabajo que igualmente se ven cautelosos y gente del gremio en general: ricos desocupados que solo están a la espera de saber la comidilla de la semana.
Estoy a punto de buscar un lugar donde ocultarme de la mirada de todos, cuando lo veo llegar. Mi ex marido entra en el jardín vistiendo un traje de tres piezas, que no le queda tan bien como él piensa, y trayendo de la mano a una mujer guapa que sonríe como tonta a todo lo que él dice.
Esa parece ser su nueva pareja. Pese a todo lo ocurrido y al odio que siento por él, no puedo evitar que la situación me duela, porque esto significa que el año de matrimonio que pasamos juntos no fue siempre más que una farsa.
Ellos siguen adentrándose al jardín como si fueran amigos íntimos de todos y cuando sus ojos quedan fijos en los míos, él me regala una sonrisa enorme y eleva una copa de vino en mi dirección. Yo me encargo de verlo con todo el asco, odio y resentimiento que puedo.
Me alegra saber que él entendió mi mirada, porque su quijada se apretó y sus ojos se encogieron en molestia, lo que generó que una sonrisa, la primera en muchos días, naciera en mis labios.
Sin embargo, la victoria no duró mucho en mis labios, porque en un parpadeo el lugar se llenó de cuchicheos y al segundo siguiente un grupo de personas, todas vestidas elegantísimas y con mirada retadora atravesaron el lugar, no tuve que preguntar a nadie para saber qué se trataba del resto de la familia Dimas y todos tenían los ojos fijos en mí.
Esta vez no lo pienso demasiado antes de intentar huir del lugar, pero no he dado más de tres pasos cuando siento como me toman fuertemente del brazo y al girar veo a mi ex marido viendo con molestía.
—¿A dónde crees que vas?— me dice—, es tu momento de ganar el favor de esa gente. Así que ve ahí y hablales. Esa es la razón por la que te casaste.
Odiando tener que obedecerlo, me zafo de su agarre y camino directo a los recién llegados.
Entre ellos veo un hombre de unos cincuenta años, que es el primero en notar mi presencia, creo que él me da un intento de una sonrisa, pero no puedo estar segura de que haya sido así. Junto a él hay un chico y una chica que se ven un poco mayores que yo, sus miradas no son hostiles pero tampoco amigables.
Al dar una mirada al resto solo veo a más de lo mismo, en especial cuando la abuela llega a saludar.
—¿Ya conocieron a Abigail?— dice la mujer tomándome de la mano— Niña, ellos son mi hijo Robert y sus hijos. Parte de la familia Dimas.
Esta en definitiva va a ser una noche muy larga.
La noche ha caído y me siento agotada, no veo el momento de irme a descansar y por la manera en que la abuela me ve creo que se ha dado cuenta.
—Niña, ya esto ha terminado. Creo que ha llegado el momento de que vayas a ver a mi nieto.
Por alguna razón, la idea de volver a ver a ese hombre crea sensaciones inexplicables y contradictorias en mi, sin embargo, no me niego. Por el contrario agradezco a la mujer y me pongo de pie de inmediato para ir al ala privada de la mansión.
Esta vez llegar es mucho más sencillo, no demoro nada en encontrar la habitación y cuando entro todo esta tal cual como lo estaba más temprano y me alivia ver que la enfermera no se encuentra presente.
Mis ojos van de inmediato al hombre misterioso en la cama y por un instante no hago más que observarlo, mirarlo detenidamente como si eso pudiera hacerme olvidar todo lo demás, pero no lo hace. Quiero irme. No quiero estar aquí.
No quiero estar casada, no quiero que mi madre esté mal ¡Y como un demonio!, no quería que mi padre muriera. Entonces lloro, fuerte y sin restricciones dejo que todo salga de mi hasta que me deshago en lágrimas y dolor, hasta que lamento mis pérdidas y sufrimiento. Hasta que no soy nada.
Crhistopher
No sé qué carajos está pasando. El cuerpo me pesa, siento como si no pudiera salir de la inconsciencia, mientras que un molesto llanto es lo único que puedo escuchar.
Si este es mi infierno personal, entonces lo hicieron de maravilla, porque ya quiero morirme o acabar quien sea que esté llorando.
Me toma más de un intento abrir los ojos, pero finalmente lo consigo y es ahí cuando la veo. No es un sueño y como la mier.., tampoco el infierno.
No se que es lo que está pasando, pero una mujer extraña se encuentra al lado de mi y llora desconsoladamente causandome más molestia que cualquier otra cosa. Quiero que se calle.
Intento hablar, pero la voz no sale, trato de tocarla pero mis brazos no me responden. Por primera vez el miedo es algo muy real en mi. Intento mover mis brazos nuevamente y estos lo hacen mínimamente y vuelven a caer.
Frustrado cierro mis ojos tratando de recordar qué ha pasado y es ahí cuando los recuerdos empiezan a llegar: el auto, el accidente, el hombre muriendo, la revelación de lo que me dijo antes de morir. Sin embargo, ahí algo más que golpea mi subconsciente pero que no es un recuerdo, es un nombre: Abigail.
¿Quién carajos es Abigail?
La mujer sigue llorando con fuerza y sin descanso, con el rostro hundido en sus manos, aún sin percatarse de mi presencia y eso empieza a desesperarme, ella no deja de llorar y no hay nada que deteste más que una mujer llorona y débil. Y el hecho de que mi cuerpo no me responda como debe solo incrementa mi molestia.
Tomando un respiro profundo intento nuevamente mover mi cuerpo y con pánico me doy cuenta que mis piernas siguen inmóviles, sin embargo, esta vez mi brazo consigue moverse y lo levanto lo más que puedo hasta que con mucha dificultad consigo llevarlo hasta la mesa a mi lado y tropiezo una taza que se encontraba en la superficie haciéndola caer.
Eso sí parece conseguir llamar al fin su atención y que de paso detenga su molesto llanto.
Veo como sus manos por fin se alejan de su rostro y cómo ella gira su mirada hinchada y enrojecida hacia mi y es ahí cuando todo parece cambiar.
No finjo la sorpresa que me embarga al verla, por qué es realmente natural, ella aún con el rostro hecho un desastre por el llanto se ve impresionante.
Sus grandes ojos verdes resaltan mucho debajo del borde rojo de sus ojos y sus labios grandes y carnosos, que ahora están abiertos en sorpresa se ven locamente tentadores, sin embargo, cuando se ve todo en conjunto, no encuentro más que una chica vacía que parece desdichada.
Noto cómo se recompone de la sorpresa inicial de verme despierto y sacude su cabeza como si quisiera cerciorarse que soy real y que ella no se está imaginando cosas.
Yo, por mi lado me encargo de verla con toda la molestia que puedo y eso parece despertarla de su momento de estupidez y traerla de nuevo a la realidad, porque de inmediato corre hacia mi para presionar el botón de alarma que se encuentra a mi lado, que supongo llama a los médicos y personas a cargo.
Sus ojos están muy abiertos mientras me mira con total descaro, ella ni siquiera disimula que me está reparando, por lo que me permito la libertad de hacer lo mismo y debo admitir, contra todo pronóstico, que la llorona es atractiva.
Muy atractiva. Sin embargo, la debilidad que transmite elimina cualquier encanto que pueda tener.
—Has… Has despertado— Ella habla por primera vez y joder, su voz no es nada como lo que había imaginado.
Ella a pesar de verse como una chica débil y necesitada, tiene una voz que transmite más carácter del que seguramente tiene, su voz es sexy y rasposa y no sé cómo tomarlo.
Mis ojos se posan en los suyos y estoy a punto de contestarle de manera sarcástica a lo estupido de su afirmación cuando la puerta a su espalda se abre y la silueta de una mujer mayor pero bien conservada en años atraviesa el umbral. Mi abuela está aquí.
—¡Christopher! —La mujer ya entrada en edad entra caminando lo más rápido que puede hasta detenerse en frente de mi camilla.
La abuela Marlen me mira con ojos críticos y radicales mientras sostiene mi rostro entre sus manos y me detalla como si estuviera bucando la respuesta a todos los malos en él.
Estoy a punto de decirle que puede soltarme ya, cuando más personas empiezan a entrar en la habitación, esta vez sí que están llevando uniformes médicos, por lo que no me queda más remedio que tragarme mis quejas y aguantar como todo el mundo empiezo a mover y traer cosas para examinarme.
Por el rabillo del ojo puedo notar como la llorona se está retirando lentamente de la habitación y por alguna estúpida razón casi, casi quiero decirle que no lo haga, pero al final dejo que se vaya.
Cristopher No sé en qué momento volví a quedarme dormido, pero cuando despierto encuentro a mi abuela nuevamente en la habitación, sentada en una silla al lado de mi cama y, para mi total sorpresa, la llorona, de quien empiezo a tener una leve sospecha sobre quién puede ser, se encuentra de pie en la esquina más alejada de mi cama. Intento hablar para preguntar qué m****a es la que ocurre, pero mi garganta me raspa al intentarlo y hace que un quejido de m****a salga de mi, lo que consigue llamar la atención de ambas mujeres. De inmediato esos ojos verdes, enrojecidos por el llanto, quedan fijos en mí, segundos antes de que ella vuelva a apartar la mirada. —Me alegra que ya estés despierto, hijo— Mi abuela, hace que desvíe la mirada de la mujer para llevarla hasta ella que me tiende un vaso de agua que lleva dentro un pitillo y con mucho cuidado de no ahogarme empiezo a beber para aliviar mi garganta. Cuando creo que ya puedo hablar sin que mi voz salga desgastada, vuelvo a intenta
Abigail Decir que Christopher está enojado sería quedarse corto, nunca había visto una persona que pudiera infundir tanto miedo, y mucho menos en su estado, como lo infunde él. Por Dios, el hombre está postrado en una cama, probablemente no vuelva a caminar y aún así me dio la sensación de que iba a pararse y matarme en cualquier momento. Probablemente habría salido corriendo antes de esa habitación de no haber sido por la noticia del “heredero” que se supone debo engendrar. Y es que ¡Santo padre! En ningún momento se habló de niños, la abuela nunca los mencionó cuando hablamos ayer y el imbécil de mi ex marido tampoco dijo nada, sin embargo, si he aprendido es que en el juego de la vida no se puede confiar en nadie. Estoy dando vueltas en mi habitación como león enjaulado, ya ha amanecido y probablemente es la hora del desayuno, pero luego de haber tenido esa conversación en la madrugada con mi ahora esposo y su abuela no he conseguido pegar ojo. Si he dormido unas dos hor
Abigail Al dar mis datos a la enfermera que se encuentra en la recepción, esta me dice que ya todo está listo para mi revisión y me pide un momento antes de llamarme al consultorio. Estoy a punto de tomar asiento, cuando veo a mi peor pesadilla acercarse hacia mí, no sé qué demonios está haciendo aquí, si esto es una casualidad o él lo ha planeado, pero lo próximo que sé es que el imbécil de mi ex marido está de pie enfrente de mí con una sonrisa tan falsa como su alma. No puedo creer que hace menos de un mes estaba en las nubes, creyendome en un cuento de hadas con el hombre que creía amar, y ahora al verlo solo pueda sentir odio y desprecio. —Abigail, ¿qué haces aquí, te encuentras bien?—Como toda respuesta decido quedarme callada y él chasquea la lengua en molestia al notarlo. —Solo estoy tratando de ser amable, no debes ser tan rencorosa, lindura. Sus palabras encienden un odio enorme dentro de mí y siento muchas ganas de golpearlo, pero aún más de golpearme por haber sido ta
ChristopherEstoy a punto de enloquecer. Cómo si haber despertado de un accidente sin poder mover mis piernas no fuera suficiente, esta última semana ha sido un desastre total. He tenido no solo que hacerme a la idea de que mi cuerpo no funciona como debe y que estoy postrado en una cama hasta lograr completar mi recuperación, sino que además debo aguantar a una mujer llorando todo el maldito día.Abigail lo único que hace es verme con sus ojos vacíos y su cuerpo desgarbado y sin fuerza. Cada vez que la veo solo quiero sacudirla y hacerla reaccionar, me enerva su actitud, su presencia, y en especial su quejumbrosa personalidad.No hemos cruzado más de dos palabras desde que ha empezado a “ayudarme” en mi recuperación, y es que ni eso consigue hacer bien. Se equivoca con los ejercicios, me ensucia al momento de ayudarme a comer y como un demonio, ni siquiera es capaz de verme desnudo y ayudarme a bañar. Debo admitir que cuando analicé la idea de ella atendiendome creí que al menos po
Abigail Atender a Christopher se ha convertido en una completa tortura. Sé, con cada día que pasa, que mi depresión se hace más notoria y eso a él parece molestarle por alguna razón, pero por más que intento recomponerme no lo consigo. No encuentro fuerzas para salir adelante. No tengo una vida por la cuál luchar, un amor para el cuál vivir, ni una familia a la que aferrarme. Bueno, no, miento. Eso sí lo tengo. Tengo a mi madre. Es por ella que estoy haciendo esto, por ella estoy expiando todos mis errores al no haberme dado cuenta la clase de hombre con el que me casé, pero lo cierto es que no tenía cómo saberlo. Él parecía ser un marido ejemplar, no había manera que supiera que su avaricia era tan grande. Trato de alejar esos pensamientos de mi mente y en su lugar me apresuro a salir de mi habitación, que está exactamente al lado de la de mi esposo, para ir a darle su tratamiento del día. Tengo que tragar saliva con fuerza porque solo pensar en verlo hace que la depresión que
Christopher —¡Deja de hablar estupideces, mujer!— Mi grito la hace dar un respingo. Puedo sentir como mi rostro se ha enrojecido muchísimo a causa de la rabia. Pero es que no puedo creer su mentira y descaro— Puede que seas una llorona patética, pero creeme que si te hubiese embarazado lo recordaría y estoy bastante seguro que no te he tocado un maldito pelo y que nunca en mi vida te había visto antes del accidente, así que ni siquiera intentes inventar algo como eso.Y es verdad. Dios, aunque es desesperante, patética y llorona, no voy a negar que es una belleza. Estoy bastante seguro de que si la hubiera conocido en otro escenario no hubiera dudado un solo segundo en acercarme a ella.Sin embargo, mientras veo ahora como ella muerde el interior de su mejilla con nervios, cualquier interés desaparece. No me gustan las mujeres sin carácter. Puede que a algunos hombres les guste tener sumisas a sus mujeres, pero yo, que me considero un tiburón en los negocios, necesito a mi lado a al
Abigail Ocultar un embarazo no puede ser tan difícil, he leído un montón de libros donde la protagonista consigue incluso tener el hijo sin que el padre se entere, así que ¿Qué tan difícil puede ser ocultarlo por unos meses? Me he instalado en mi antigua habitación, la que queda en el ala médica, pues Christopher sigue recibiendo terapia y debe quedarse en la silla de ruedas hasta que quede totalmente recuperado. Me he estado debatiendo entre si debo o no preguntarle qué estaba haciendo mi ex marido aquí, pero no he encontrado el momento. Antes, cuando fui a ayudarlo con las terapias, parecía que tenía ganas de matar al primero que lo molestara, pero ya no puedo más, estoy por ir a hacerme el eco que me agendaron ayer, pero no podré irme tranquila si no consigo hablar con él. Necesito saber si esto tiene algo que ver con mi madre. Llenándome de valor camino hasta la puerta continua y toco dos veces hasta que escucho su voz grave y malhumorada desde adentro. —Pase. Tomando un r
ChristopherNecesitaba volver a sentir algo de normalidad o iba a enloquecer. Ciertamente amo a mi abuela, pero seguir viviendo con ella iba a terminar haciendo que las cosas entre los dos se vuelvan más tensas de lo que ya son. No puede seguir metiéndose en mi vida de la manera en que lo hace.Llegamos hasta la entrada de la casa y no paso por alto el pequeño jadeo que Abigail deja salir cuando sale del auto. Ella tiene los ojos muy abiertos y su boca está ligeramente abierta mientras mira lo que hay frente a ella.Yo por mi parte la miro a ella. Esta es una de las pocas veces en que no parece un muerto viviente, de hecho su reacción la ha hecho verse más humana que cualquier día de las semanas anteriores.—Esta casa es impresionante— dice, pero no creo que lo haya hecho de manera intencional o con la intención de hablar conmigo. Sin embargo, decido responderle.—Me encargué de diseñarla yo mismo.Mis palabras consiguen hacer que ella gire su rostro hacia mi. Gracias a Dios ella es b