Abigail
Voy a casarme. Mi mente está en estado de pausa. Ni siquiera porque estoy llevando un hermoso vestido de novia, que no se como han conseguido hacer en tan poco tiempo, puedo creerlo.
Solo ha pasado un día luego de que me presenté ante Marlén Dimas, la patrona de la familia Dimas, la mujer parecía iracunda al verme y en algún punto creí que iba a echarme a patadas, pero luego de la impresión inicial las cosas se calmaron y ella dejó en claro lo que quería: Una esposa para su nieto.
Así él no morirá solo y cuando su esposa muera podrán ser enterrados juntos. La verdad, no entiendo por qué algo como eso es tan importante para ella, pero en vista de con quién estaba tratando no tuve más opción que aceptar. Además la vida de mi madre está en juego.
Sin embargo, si hay algo que no pienso hacer es casarme sin haber visto antes a quien será mi nuevo esposo, entiendo que esto es un matrimonio arreglado del que no tengo salida, pero no me parece bien que hagamos esto sin que ni él o yo hayamos estado siquiera en el mismo espacio antes.
Y es por eso que me he colado al área privada de la mansión donde tienen interno a Christopher Dimas, mi ahora prometido. Ahí está recibiendo toda la atención médica necesaria.
Su abuela, quien me ha hecho quedar en esta casa desde ayer, me ha estado poniendo frenos cada vez que pido verlo y en pocas horas debo terminar de arreglarme para la boda, por lo que no cuento con mucho tiempo para lograr conocerlo.
Los corredores están silenciosos cuando finalmente consigo entrar sin que nadie me vea, el vestido de novia que me han traído arrastra por el suelo y he tenido que quitar mis zapatos para evitar que mis pasos acelerados hagan ruido.
Estoy sintiendo como los nervios van apareciendo entre más cerca me encuentro de llegar, hasta que finalmente me hallo enfrente de una puerta blanca que imagino es la habitación en que él está.
Tengo que tomar un respiro muy grande antes de llevar mi mano al picaporte y abrir la puerta. Al entrar, lo que encuentro ahí me deja sin aliento y totalmente paralizada en mi lugar. Esto es impresionante, y no lo digo solo por la tecnología que se ve por todas partes ni por la cantidad de cables que están incrustados en sus brazos y pecho, sino por la imagen tan impactante del hombre acostado en la camilla.
Cristopher Dimas es guapo, muy pero muy guapo, tanto así que aún en su estado, siento que el aire se ha quedado atascado en mi pecho al verlo… Pero Dios que estoy haciendo, no se como puede ser eso lo único en lo que esté pensando en estos momentos.
Doy pequeños pasos hasta quedar mucho más cerca de él y eso hace que pueda detallarlo mejor.
Tiene el mentón marcado, los pómulos finos y el cabello y pestañas de un lindo castaño oscuro con vetas claras. No se de que color son sus ojos porque los tiene cerrados, pues sigue sin salir del coma en el que se encuentra debido al accidente.
—Hola— le digo y de inmediato me siento una tonta, pero por alguna razón hablarle a él que está dormido y ajeno a todo lo que ocurre parece terapéutico—, tú no me conoces, pero estoy a punto de ser tu esposa, mi nombre es Abigail y…y siento mucho lo que te ha pasado…
Mi voz termina por romperse y es justo ahí cuando no puedo contenerlo más y lloro. Finalmente lloro por todo lo que me ha pasado, por la muerte de papá, por el estado de mi madre y por el hombre postrado en la cama, que seguramente no merecía su suerte.
—Oh, Cristopher, yo en verdad lo siento tanto…
La puerta a mis espaldas se abre de repente haciendome dar un respingo y cuando me giro con el rostro húmedo de lágrimas, me encuentro con la silueta de una mujer vistiendo uniforme de enfermera.
Ella mira del hombre en la camilla a mi, hasta que finalmente deja sus ojos puestos en los mios.
—Señorita, creo que debe irse, todos en la mansión la están buscando. La ceremonía empieza pronto.
—Si, claro. Disculpe, ya yo me iba—le digo, y me apresuro hacia la puerta, pero antes de salir le doy una última mirada al hombre tras de mí.
Maquillistas, diseñadores, peinadores y otra cantidad absurda de gente se encuentra revoloteando a mi alrededor mientras terminan de arreglarme a la velocidad de la luz para mi matrimonio improvisado, no quiero ni imaginarme todo lo que harían si esto fuese a suceder por la iglesia… o por amor.
Cuando finalmente están satisfechos con el resultado me toman de los brazos y me llevan hasta el enorme espejo de cuerpo completo que está ubicado en una de las esquinas para que me vea, cuando lo hago no puedo evitar que un nudo se forme en mi garganta y que el dolor en mi corazón amenace con hacerme caer.
Me veo hermosa, hermosa y totalmente vacía. Mis ojos grandes y verdes parecen los de una muñeca, no hay un solo rastro de vida o chispa en ellos, mi piel clara parece más pálida que de costumbre y aunque estoy llevando un hermoso y sencillo vestido blanco, me siento sucia al estar haciendo todo esto.
Como si no fuera más que una muñeca delicada a merced de los demás. Mi vida ha dejado de ser mía.
La puerta es tocada una vez y luego abierta dejando a la vista la silueta de la abuela de Cristopher. Ella me evalúa con sus ojos oscuros y serios antes de darme un asentimiento de cabeza.
—Quedaste perfecta— me dice—, muy bien, ahora vamos. El juez está esperando.
Gracias a Dios, la ceremonia civil es totalmente privada, solamente estamos la abuela en representación legal de su nieto, un primo de Cristopher como su testigo, otro familiar de los Dimas como mi testigo y yo.
De mi parte no quise que nadie viniera a presenciar esto, no me siento lista ni mucho menos orgullosa de ello.
El juez da inicio a las palabras oficiales y yo siento que estoy totalmente desconectada. La última vez que estuve en una boda fue en la mía, también por lo civil, y mi padre había estado conmigo, acompañándome en cada momento, viendome como solo él sabía hacer para hacerme sentir especial.
Y mi madre… ella era todo lo opuesto a lo que es ahora. Siento que el aire no entra de manera correcta a mis pulmones y el nudo que había empezado a cesar en mi garganta se hace mayor impidiendo que pueda tragar. Pero me aguanto.
No pienso llorar, al menos no aquí, en medio de desconocidos que no sienten ni una pizca de afecto hacia mi y que por el contrario me ven como la causante de sus desgracias.
—Si nadie se opone a este matrimonio, entonces pueden firmar y desde este momento serían marido y mujer— Dice el juez, obviando por completo el hecho de que el que debería ser el esposo no está presente. No quiero ni pensar en todo lo que debieron hacer para conseguir esto. Lo que debieron pagar.
—Nadie se opone— dice de inmediato la mujer a mi lado y toma el bolígrafo de la mesa y con letra experta coloca la que parece ser la firma de su nieto, antes de pasarme a mi el bolígrafo.
Intento tomar un respiro profundo, pero es mala idea porque el nudo en mi garganta se aprieta.
Con manos temblorosas agarro el lapicero y sin darme oportunidad de arrepentirme dejo mi firma sobre el papel, amarrandome así a un desconocido.
—Muy bien, por el derecho que me confiere la ley yo los declaro marido y mujer.
Dice el juez siguiendo su papel justo antes de recoger todas sus cosas en un maletín y salir apresuradamente de la sala, supongo que para que nadie se entere de lo que acaba de hacer. Al menos todo terminó. Dejo salir un suspiro y estoy a punto de retirarme cuando escucho la voz de la matrona llamarme.
—Abigail, sería bueno que te vieran un rato los invitados.
—¿Invitados?— No, no, no. Por favor no me digan que esto va a prolongarse por más tiempo. Lo único que quiero hacer ahora mismo es buscar mi cama y derrumbarme ella. Llorar todo lo que no se me ha permitido.
—Si, invitados— repite la abuela—, No creerás que íbamos a dejar por fuera la celebración, ¿o si?
Fuerzo lo más que puedo una sonrisa en mis labios, mientras le doy un asentimiento de cabeza.
—Por supuesto que no.
Abigail Los invitados se reducen a una cantidad inhumana de personas que están ocupando el inmenso jardín trasero de la mansión. La mayoría parecen ser amigas de Cristopher, que se encargan de verme con recelo, compañeros de trabajo que igualmente se ven cautelosos y gente del gremio en general: ricos desocupados que solo están a la espera de saber la comidilla de la semana. Estoy a punto de buscar un lugar donde ocultarme de la mirada de todos, cuando lo veo llegar. Mi ex marido entra en el jardín vistiendo un traje de tres piezas, que no le queda tan bien como él piensa, y trayendo de la mano a una mujer guapa que sonríe como tonta a todo lo que él dice. Esa parece ser su nueva pareja. Pese a todo lo ocurrido y al odio que siento por él, no puedo evitar que la situación me duela, porque esto significa que el año de matrimonio que pasamos juntos no fue siempre más que una farsa. Ellos siguen adentrándose al jardín como si fueran amigos íntimos de todos y cuando sus ojos quedan
Cristopher No sé en qué momento volví a quedarme dormido, pero cuando despierto encuentro a mi abuela nuevamente en la habitación, sentada en una silla al lado de mi cama y, para mi total sorpresa, la llorona, de quien empiezo a tener una leve sospecha sobre quién puede ser, se encuentra de pie en la esquina más alejada de mi cama. Intento hablar para preguntar qué m****a es la que ocurre, pero mi garganta me raspa al intentarlo y hace que un quejido de m****a salga de mi, lo que consigue llamar la atención de ambas mujeres. De inmediato esos ojos verdes, enrojecidos por el llanto, quedan fijos en mí, segundos antes de que ella vuelva a apartar la mirada. —Me alegra que ya estés despierto, hijo— Mi abuela, hace que desvíe la mirada de la mujer para llevarla hasta ella que me tiende un vaso de agua que lleva dentro un pitillo y con mucho cuidado de no ahogarme empiezo a beber para aliviar mi garganta. Cuando creo que ya puedo hablar sin que mi voz salga desgastada, vuelvo a intenta
Abigail Decir que Christopher está enojado sería quedarse corto, nunca había visto una persona que pudiera infundir tanto miedo, y mucho menos en su estado, como lo infunde él. Por Dios, el hombre está postrado en una cama, probablemente no vuelva a caminar y aún así me dio la sensación de que iba a pararse y matarme en cualquier momento. Probablemente habría salido corriendo antes de esa habitación de no haber sido por la noticia del “heredero” que se supone debo engendrar. Y es que ¡Santo padre! En ningún momento se habló de niños, la abuela nunca los mencionó cuando hablamos ayer y el imbécil de mi ex marido tampoco dijo nada, sin embargo, si he aprendido es que en el juego de la vida no se puede confiar en nadie. Estoy dando vueltas en mi habitación como león enjaulado, ya ha amanecido y probablemente es la hora del desayuno, pero luego de haber tenido esa conversación en la madrugada con mi ahora esposo y su abuela no he conseguido pegar ojo. Si he dormido unas dos hor
Abigail Al dar mis datos a la enfermera que se encuentra en la recepción, esta me dice que ya todo está listo para mi revisión y me pide un momento antes de llamarme al consultorio. Estoy a punto de tomar asiento, cuando veo a mi peor pesadilla acercarse hacia mí, no sé qué demonios está haciendo aquí, si esto es una casualidad o él lo ha planeado, pero lo próximo que sé es que el imbécil de mi ex marido está de pie enfrente de mí con una sonrisa tan falsa como su alma. No puedo creer que hace menos de un mes estaba en las nubes, creyendome en un cuento de hadas con el hombre que creía amar, y ahora al verlo solo pueda sentir odio y desprecio. —Abigail, ¿qué haces aquí, te encuentras bien?—Como toda respuesta decido quedarme callada y él chasquea la lengua en molestia al notarlo. —Solo estoy tratando de ser amable, no debes ser tan rencorosa, lindura. Sus palabras encienden un odio enorme dentro de mí y siento muchas ganas de golpearlo, pero aún más de golpearme por haber sido ta
ChristopherEstoy a punto de enloquecer. Cómo si haber despertado de un accidente sin poder mover mis piernas no fuera suficiente, esta última semana ha sido un desastre total. He tenido no solo que hacerme a la idea de que mi cuerpo no funciona como debe y que estoy postrado en una cama hasta lograr completar mi recuperación, sino que además debo aguantar a una mujer llorando todo el maldito día.Abigail lo único que hace es verme con sus ojos vacíos y su cuerpo desgarbado y sin fuerza. Cada vez que la veo solo quiero sacudirla y hacerla reaccionar, me enerva su actitud, su presencia, y en especial su quejumbrosa personalidad.No hemos cruzado más de dos palabras desde que ha empezado a “ayudarme” en mi recuperación, y es que ni eso consigue hacer bien. Se equivoca con los ejercicios, me ensucia al momento de ayudarme a comer y como un demonio, ni siquiera es capaz de verme desnudo y ayudarme a bañar. Debo admitir que cuando analicé la idea de ella atendiendome creí que al menos po
Abigail Atender a Christopher se ha convertido en una completa tortura. Sé, con cada día que pasa, que mi depresión se hace más notoria y eso a él parece molestarle por alguna razón, pero por más que intento recomponerme no lo consigo. No encuentro fuerzas para salir adelante. No tengo una vida por la cuál luchar, un amor para el cuál vivir, ni una familia a la que aferrarme. Bueno, no, miento. Eso sí lo tengo. Tengo a mi madre. Es por ella que estoy haciendo esto, por ella estoy expiando todos mis errores al no haberme dado cuenta la clase de hombre con el que me casé, pero lo cierto es que no tenía cómo saberlo. Él parecía ser un marido ejemplar, no había manera que supiera que su avaricia era tan grande. Trato de alejar esos pensamientos de mi mente y en su lugar me apresuro a salir de mi habitación, que está exactamente al lado de la de mi esposo, para ir a darle su tratamiento del día. Tengo que tragar saliva con fuerza porque solo pensar en verlo hace que la depresión que
Christopher —¡Deja de hablar estupideces, mujer!— Mi grito la hace dar un respingo. Puedo sentir como mi rostro se ha enrojecido muchísimo a causa de la rabia. Pero es que no puedo creer su mentira y descaro— Puede que seas una llorona patética, pero creeme que si te hubiese embarazado lo recordaría y estoy bastante seguro que no te he tocado un maldito pelo y que nunca en mi vida te había visto antes del accidente, así que ni siquiera intentes inventar algo como eso.Y es verdad. Dios, aunque es desesperante, patética y llorona, no voy a negar que es una belleza. Estoy bastante seguro de que si la hubiera conocido en otro escenario no hubiera dudado un solo segundo en acercarme a ella.Sin embargo, mientras veo ahora como ella muerde el interior de su mejilla con nervios, cualquier interés desaparece. No me gustan las mujeres sin carácter. Puede que a algunos hombres les guste tener sumisas a sus mujeres, pero yo, que me considero un tiburón en los negocios, necesito a mi lado a al
Abigail Ocultar un embarazo no puede ser tan difícil, he leído un montón de libros donde la protagonista consigue incluso tener el hijo sin que el padre se entere, así que ¿Qué tan difícil puede ser ocultarlo por unos meses? Me he instalado en mi antigua habitación, la que queda en el ala médica, pues Christopher sigue recibiendo terapia y debe quedarse en la silla de ruedas hasta que quede totalmente recuperado. Me he estado debatiendo entre si debo o no preguntarle qué estaba haciendo mi ex marido aquí, pero no he encontrado el momento. Antes, cuando fui a ayudarlo con las terapias, parecía que tenía ganas de matar al primero que lo molestara, pero ya no puedo más, estoy por ir a hacerme el eco que me agendaron ayer, pero no podré irme tranquila si no consigo hablar con él. Necesito saber si esto tiene algo que ver con mi madre. Llenándome de valor camino hasta la puerta continua y toco dos veces hasta que escucho su voz grave y malhumorada desde adentro. —Pase. Tomando un r