Capitulo 2: "Entre el odio y el deber"

Capítulo 2: Entre el odio y el deber

Sofía se queda en silencio, mirando a Alejandro mientras él atraviesa la sala con pasos furiosos, como si su solo andar pudiera romper las paredes de aquel despacho. El abogado observa la escena con la misma calma con la que acaba de leer el testamento. Para él, esto es solo un trámite, pero para Sofía, es el inicio de un infierno que jamás había imaginado.

—No pienso cumplir con esto —masculla Alejandro, sin dirigirse a nadie en particular, mientras se detiene frente a una de las ventanas del despacho. La luz del sol entra a raudales, pero nada en el ambiente puede calmar su furia. Sofía lo observa desde el otro extremo de la sala, sintiendo una mezcla de angustia y desconcierto.

—Es lo que tu padre deseaba —responde el abogado, impasible, como si no notara el volcán que está a punto de explotar en la figura de Alejandro.

Sofía aún no puede procesar lo que ha sucedido. Apenas hace unos días enterró a su esposo, el único hombre que le dio estabilidad en una vida llena de incertidumbres, y ahora está frente a su peor pesadilla: casarse con Alejandro, un hombre que la odia tanto que parece disfrutar cada insulto que le dirige. Fernando nunca le había hablado de esta última voluntad, y eso la hace sentir más confundida. ¿Por qué habría hecho algo así? ¿Por qué habría querido unirla al hombre que la despreciaba?

—Si no lo cumples —añade el abogado, volviendo la mirada hacia Alejandro—, ambos perderán todo. Las empresas, las propiedades, todo será transferido a obras de caridad.

Sofía siente un nudo formarse en su estómago. Las empresas de Fernando eran su legado, el trabajo de toda su vida. Él siempre había sido un hombre generoso, pero nunca pensó que impondría una condición tan extraña para su herencia. Se pregunta si lo hizo por amor, para asegurarse de que ella estuviera protegida, o si hubo otro motivo más profundo que no puede entender.

Alejandro, con los puños cerrados, gira sobre sus talones y la mira. Sus ojos oscuros, llenos de desprecio, la estudian como si ella fuera la fuente de todos sus problemas. El aire se llena de una tensión que parece apretar cada rincón de la habitación.

—No puedo creer que esto esté pasando —dice con la mandíbula apretada—. Esto es culpa tuya, Sofía. Siempre supe que estabas detrás del dinero de mi padre, pero nunca imaginé que llegarías tan lejos.

Sofía lo mira fijamente, intentando no dejarse intimidar por su actitud agresiva. Alejandro siempre la ha tratado como una intrusa, alguien que no merece estar en la familia, y ahora su odio parece haberse intensificado.

—Yo no sabía nada de esto —responde ella, con voz firme, aunque su interior está temblando—. Fernando nunca me dijo nada sobre su testamento. Esto es una sorpresa para mí tanto como lo es para ti.

Alejandro suelta una risa amarga, como si las palabras de Sofía fueran la confirmación de una gran broma.

—Claro. ¿Pretendes que me crea eso? Eres tan buena actriz, Sofía. Siempre lo has sido. Sabes muy bien cómo manipular las cosas a tu favor.

El abogado, viendo que la conversación está a punto de volverse más personal de lo necesario, interviene.

—Les recomiendo que tomen unos días para pensar en la decisión. El matrimonio es un requisito para heredar, pero tienen tiempo para considerarlo.

Alejandro no le da importancia. Está demasiado concentrado en su odio hacia Sofía. Se acerca a ella, cada paso haciendo que la distancia entre ambos se vuelva insoportable. Cuando está lo suficientemente cerca, baja la voz y, con una mirada de puro rencor, murmura:

—Disfruta de tu pequeña victoria. Porque si crees que voy a hacer esto fácil para ti, te equivocas. Nunca serás parte de esta familia.

Sofía lo mira a los ojos, tratando de mantener la calma. No puede negar que Alejandro la intimida, pero también sabe que él está sufriendo. Ha perdido a su padre, y aunque nunca tuvo una relación cercana con él, el vacío de su muerte ha intensificado su odio. Aún así, no está dispuesta a dejarse pisotear.

—No se trata de una victoria, Alejandro —responde, con más calma de la que siente—. Esto es un desastre para ambos.

Alejandro se gira, frustrado, y sale del despacho, dejando tras de sí un rastro de rabia contenida. Sofía respira hondo, intentando recomponerse. No puede evitar pensar que todo esto es una trampa del destino, una prueba imposible de superar.

El abogado cierra el testamento con un clic suave, guardando los documentos en su portafolio. Antes de marcharse, se vuelve hacia ella y le dedica una mirada comprensiva.

—Tienen un mes para decidir. Si no cumplen con la condición, todo se perderá. Si necesitan mi consejo, estaré disponible.

Sofía asiente sin decir una palabra. Cuando el abogado se va, la casa parece quedar aún más vacía de lo que ya estaba. Todo es demasiado, demasiado rápido. La muerte de Fernando, este matrimonio forzado, el odio implacable de Alejandro. Se siente como si estuviera atrapada en una tormenta sin salida.

Sube lentamente a la habitación que compartía con Fernando, el lugar donde se sentía más segura. Al entrar, todo sigue igual: las fotos, los libros que él tanto amaba, su aroma impregnado en cada rincón. Sofía se sienta en la cama, mirando una de las fotografías en el buró. Es una imagen de ambos, tomada en su primer aniversario. Fernando la mira con esa sonrisa cálida que siempre le daba paz.

—¿Por qué hiciste esto? —murmura al aire, esperando una respuesta que no llega.

Se acuesta, sintiendo el peso del silencio a su alrededor. El único sonido es el leve tic-tac del reloj en la pared. Sabe que no tiene mucho tiempo para pensar. Si pierde todo lo que Fernando le dejó, su vida volverá al caos del que él la rescató. Pero casarse con Alejandro, un hombre que la odia con tanta intensidad, parece una pesadilla.

Cierra los ojos, tratando de encontrar respuestas en la oscuridad. Pero lo único que ve es el rostro de Alejandro, su mirada de desprecio, y la certeza de que, si aceptan esta unión, los próximos meses serán los más difíciles de su vida.

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