Dionisio caminó furioso con la bandeja de desayuno entre sus manos. ¡Les había dicho mil veces a esas malditas sirvientas que solo comía queso untable descremado! Esta no iba a dejar pasar otro error más.
-¡Dioni!- gritó su hermano pequeño, Midas, corriendo hacia él con su molesta y radiante sonrisa en su rostro.
El nombrado puso los ojos en blanco-¡¿Qué?!- gruñó..
-¿Quieres unirte con mis amigos a un partido de Rugby? Nos falta uno en nuestro equipo y…
El hombre se burló de él- ¿Crees que no tengo nada mejor que hacer?
-Pero es sábado…- exclamó decepcionado.
-Escucha Midas…- dijo con una falsa voz dulce- ¿No crees que ya estás grande para andar haciendo pucheros? ¿No te da vergüenza? Eres un chico… no una niña.
-Yo…- dijo bajando la mirada avergonzado.
-Ya deberías empezar a pensar qué hacer con tu vida, ser un hombre y dejar de jugar con los idiotas de tus amigos, ahora muévete- dijo empujándolo hacia un lado.- Que tengo cosas más importantes que hacer que perder el tiempo contigo.
Dionisio marchó hacia la cocina aún más furioso. Estuvo a punto de entrar cuando escuchó una conversación que lo frenó en seco.
“Me dio positivo Agatha… ¿Qué voy a hacer?”
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Agatha abrazó con cuidado a su amiga- Oh cariño… lo siento mucho. Pero ey…Hermes te ama ¿Verdad?
Selene asintió con los ojos llorosos.
-Si es así, entonces va a aceptarlos a ambos, no importa qué- exclamó limpiando una lágrima de la mejilla de la azabache.
-Tienes razón. Él jamás nos abandonaría. ¿Tienes papel y lapiz?
-Claro…- Su amiga le alcanzó los materiales y Selene comenzó a escribir una nueva carta.
“Te espero esta noche en el granero a las 0:00, tengo algo importante que decirte. S”
-Ten…- dijo nerviosa.
Agatha tomó la carta y la dejó donde siempre, debajo del platito del café.- Su pedido ya está en camino- bromeó tomando la bandeja y saliendo de la cocina.
Selene cruzó los dedos y le pidió a todos los dioses que todo saliera bien a partir de ahora.
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Agatha caminaba con la bandeja entre sus manos cuando escuchó la voz ultratumba de Dionisio en su espalda.
-¡Ey tu!- exclamó el hombre.
La cocinera se congeló en su lugar y se volteó como un robot hacia su jefe. -S-Señor- exclamó inclinando la cabeza, sintiendo el sudor acumularse en su frente, rogando que ese animal no oliera su miedo.
Dionisio se acercó lentamente a la mujer. No se atrevió a levantar la mirada, esperando que el joven dijera que era lo que quería y pudiera largarse cuando antes de allí.
Lo que no esperaba era que sus dedos largos y terroríficos se deslizaran por la bandeja y sacaran el pequeño papel escondido.
Los ojos de Agatha se agrandaron con terror al ver como la carta secreta de Selene ahora estaba en manos de su ruín jefe- S-Señor…-
-¿Esto es para mi querido hermano, no es cierto?- dijo sacudiendo el papel- Mírame cuando te hablo, sirvienta.
Agatha tembló desde la punta de sus pies hasta su coronilla- S-SI señor- dijo levantando sus ojos temblorosos.
-¿Es o no es para Hermes?
-L-Lo es señor…
-Perfecto. Entonces no te preocupes, que yo mismo se lo hago llegar- dijo sonriendo filosamente.
-P-Pero señor..No tiene por qué preocuparse, yo puedo hacerlo…-sonrió nerviosa.
El hombre la observió furioso-¿Acaso me estás desafiando, sirvienta?
-S-señor, yo no…
-¿Acaso no recuerdas que no eres de este país? Que solo eres una cucaracha ilegal, con un simple chasquido de mis dedos, puedo hacer que vuelvas a tu miserable país.
-No señor… por favor- sollozó asustada-
-Entonces cierra tu linda boquita y no digas nada de esto ¿me oíste? Nunca nos cruzamos nosotros dos.
-Si señor- exclamó bajando la mirada.
-Buena sirvienta- murmuró dándole palmadas en su cabeza y dejando su bandeja sobre la que la cocinera llevaba en sus manos, destrozando todo el desayuno de Hermes a su paso.
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Dionisio leyó la carta y la rompió en mil pedazos-¿Así que te gusta esa mujer? Vaya… que gustos tan desagradables- Se burló.
El rubio se dirigió hacia la biblioteca, donde encontró a Hermes escondido detrás de una pila de libros que seguramente su padre le había ordenado que leyera- Hermano…-
-Ahora no puedo Dionisio… estoy ocupado- exclamó agotado-
-Como quieras- dijo poniendo los ojos en blanco- Tengo algo importante que contarte, ¿te parece hoy a la medianoche en el granero? No quiero que padre se entere.
Hermes levantó la mirada con curiosidad. ¿El granero? ¿el escondite que tenía con Selene? estuvo a punto de negarse, pero sintió miedo. ¿Y si Dionisio iba al granero y justo aparecía Selene? lo que menos quería era que su hermano estuviera a solas con su amada.
-Está bien, a las 12 entonces-
-¡Perfecto!- exclamó con una felicidad inquietante, desapareciendo por la puerta antes de que Hermes pudiera decir algo más.
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Hermes se sintió extraño al entrar al granero y encontrar a su hermano mayor.
Una sensación inquietante lo invadio. Había mantenido su secreto por dos años a la perfección. No había manera de que su hermano se enterase ¿verdad?
-¿Qué sucede Dionisio?- Pregunto tratando de mantener la calma.
-Verás…- dijo el hombre, mostrándose falsamente preocupado.- Resulta que hace un tiempo me acosté con una mujer y estaba tan borracho que no me cuidé- rió- Ahora dice que su bebé es mío ¿Puedes creerlo?
-Oh…- exclamó consternado- Eso es…
-¡Una m****a! ¿verdad? Tener un hijo a esta edad… ¡Soy muy joven! Arruinaría mi vida ¿Qué sentirías tú? - Dionisio observó por el rabillo del ojo como una silueta oscura se asomaba por la puerta del granero.
“Llegaste en el momento justo” Pensó a sus adentros.
Hermes observó extrañado a su hermano mayor. ¿A qué quería llegar con todo esto? Sea lo que sea, lo mejor sería seguirle el juego, y terminar con esto cuanto antes. -Tienes razón… si fuera padre, sería lo peor.
-¿Te arurinaría la vida? ¿No?- provocó Dionisio.
-Si…- dijo incómodo-
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Selene se preparó para esa noche. Dejó de lado su viejo y roído pijama y se puso un lindo vestido color violeta que había sido de su madre en su juventud. Cebilló su cabellera y se pintó sus labios con un brillo rosado. Quería verse deslumbrante, para que Hermes no dudara ni por un segundo en rechazarlos.
Cuando llegó al granero, pudo ver la luz que salía de la puerta entreabierta. Hermes ya estaba alli. Estuvo a punto de abrir la puerta cuando escuchó a su amado decir:
“Tienes razón… si fuera padre a esta edad, sería lo peor.”
“¿Te arurinaría la vida? ¿No?”
“Si”
Ese “Si” fue como miles de puañaladas en su corazón. No quería escuchar más, no quería escuchar como su amado, aquel que le había jurado amor eterno, la despreciaba a ella y a su bebé.
Corrió a través del jardín, con sus lágrimas cargadas de dolor desapareciendo en el viento. Que ilusa había sido, realmente había creído que la amaba de verdad, que era diferente a los de su clase.
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Dionisio observó por el rabillo del ojo cómo la sombra de Selene desaparecía. Perfecto, había caído en su trampa.
-De todas formas- continuó diciendo el menor- Aunque no sea buscado, deberías hacerte cargo, tú también eres responsable y el bebé no tiene la culpa.
- Eres un gran hombre ¿Eh?- Se burló- En fin…- suspiró- Al final no era mi hijo y solo era una buscafortunas.
-Vaya…- dijo Hermes, sintiéndose incómodo.
-Como sea, es tarde- dijo saliendo del granero.
Hermes se quedó allí pensativo. ¿Que había sido todo eso? La conversación lo había dejado abrumado y no pudo evitar imaginar a su amada esperando un hijo suyo. Su corazón se calentó con la sola idea de formar una familia, no podía esperar para el resto de su vida juntos.
Dionisio entró al despacho de su padre. -Padre…- -Que sea rápido- exclamó sin levantar la mirada de la pila de papeles.-Vine a decirte que tenías razón.El hombre levantó la mirada con curiosidad.-Hermes debería ir a ese viaje. Es la única manera de que aprenda todo lo que necesita para el negocio. -¿Qué mosca te picó?- preguntó extrañado. Dionisio sonrió falsamente- Estuve pensando en nuestra última charla de padre a hijo y es cierto, es momento de sentar cabeza y buscar una buena esposa que me de hijos. -Me alegro de que finalmente me escuches hijo…-¿Tienes alguna en mente? ¿Debería buscarte una buena candidata? -No te preocupes por eso padre, ya tengo alguien en mente. -Me alegro de que hayas recapacitado finalmente. Que entiendas tu lugar. -Claro. Padre. — Selene se estaba colocando su uniforme cuando su madre entró al cuarto que ambas compartían- ¿Que haces? -Preparándome para trabajar--Nada de eso, debes hacer lo que te dije antes de que sea demasiado tarde. Selen
Selene subió al tercer piso de la mansión, aquel al que su madre le había prohibido subir desde que tenía memoria. -Señorita- exclamó el mayordomo- ¿A dónde va? Creo que se perdió.- Dijo con sarcasmo. -Buenos días señor- dijo amablemente- Necesito hablar con el Señor Dionisio. El hombre arqueó una ceja y sonrió como si le hubiesen contado una buena broma- Creo que está desvariando señorita, pero usted no tiene permitido el paso a esta área, me temo que no va a poder ser- Selene estuvo a punto de perder sus estribos cuando una voz interrumpió la tensión- -Hazte a un lado- ordenó el mayor de los Brixton, apareciendo en lo alto de la escalera. -Señor…- dijo el mayordomo, haciéndose a un lado con la cabeza baja- Lamento el escándalo, pero esta empleada estaba insistiendo en pasar a sus aposentos- -Ella puede ir a cualquier parte de esta casa sin pedir permiso- dijo con mirada asesina- ¿Me acompañas querida? Estaba a punto de tomar mi desayuno.- dijo suavemente-—-Vamos come… Sé qu
-¡Leonidas! ¡Apurate que vas a llegar tarde otra vez al colegio!- Gritó Selene desde la cocina. Su hijo de diez años corrió escaleras abajo, con su cabello castaño alborotado y aun con su pijama de superhéroes puesto. -¡Cariño! ¿Por qué no tienes puesto el uniforme? El niño comenzó a devorar su desayuno- Porque no quiero ir al colegio- dijo con la boca llena. -Otra vez con eso- exclamó agotada de los caprichos de su único hijo. -Yo me encargo Sele, el pequeño demonio va a tener que hacerme caso- exclamó Agatha mientras le acercaba una taza de café a su jefa. Desde que se había casado con Dionisio, su mejor amiga se había convertido en su ama de llaves y su confidente. -Te lo agradezco- suspiró cansada, tomando un sorbo del café amargo- Sino, voy a llegar tarde a la clase de pilates. -No te preocupes, para eso estoy- dijo guiñandole el ojo- ¡Vamos Leo! ¡A prepararse! —Clases de pilates a primera hora de la mañana, luego depilación, luego una hora en el gimnasio, luego peluquer
Eras las 12 en punto del mediodía cuando las puertas del salón de eventos del Hotel Luxury abrió sus puertas para dejar pasar a los invitados de Hermes y Hera. Los prometidos se pararon a un costado de la entrada para saludar uno por uno a sus invitados. El primero en llegar fue su padre. Hermes podía contar con los dedos de su mano la cantidad de veces que lo había visto en los últimos 10 años. Luego de revelarse contra él, y negarse a volver a su país y tomar el mando de su empresa, practicamente lo había desheredado. -Hijo…- exclamó el hombre. -Padre…- repitió en el mismo tono. -Tu madre estaría muy orgullosa de tí, de que finalmente estés casándote y formando una familia como es debido- exclamó. Para su padre, eso era decir que finalmente aceptaba una de sus decisiones, por lo que fue suficiente. Aunque no pudo evitar preguntarse, si su prometida hubiese sido Selene, lo hubiese felicitado de la misma forma. -Gracias padre- Estrecharon las manos y entró al event
Hermes esperó a estar a solas con su prometida en su cuarto. -¿Cómo es posible que mi hermano haya sabido de la boda? Se supone que él no estaba invitado.Su prometida se sentó frente al espejo para cepillar su largo cabello azabache sin inmutarse por la rabieta del hombre- Yo lo invité.- dijo sin titubear. -¿Que?- Se congeló en su lugar, observándola en shock desde el reflejo.- Habíamos quedado en que no íbamos a invitarlo. Lo hablamos, Hera…-Pero cariño- dijo deslizándose lentamente hacia su esposo.- Es tu hermano mayor…Además, es el dueño de todos los negocios de tu familia ¿No crees que deberías amigarte con él?- Ronroneó haciendo círculos en la piel bronceada de su esposo- Entiendo que hayan tenido problemas cuando eran tan solo unos niños, pero es momento de hacer las paces…¿No crees?- susurró a su oído. Hermes se soltó del agarre de su mujer y caminó hacia la puerta del baño. Necesitaba tomarse una buena ducha para despejar todos los pensamientos que tenía revoloteando en su
Selene llevó a su niño hasta el comedor. Sintió alivio al ver a su esposo allí, por lo menos podría seguir aparentando ser el matrimonio perfecto. Leónidas se sentó en su silla haciendo un puchero y cruzando los brazos con molestia. -¿Que ocurre campeón?- preguntó su padre. -Mamá no me deja jugar a los videojuegos. -Porque primero tienes que desayunar- indicó su madre. -¡Ya desayune!- protestó. -Comer golosinas no es desayunar Leónidas- protestó la mujer. -Selene, estamos de vacaciones, no es para tanto. Ve hijo, yo te autorizo, diviértete con los juegos. -¡Gracias pa!- chilló emocionado, corriendo fuera del comedor. La azabache se mordió con fuerza la lengua para no gritarle las mil y una a su esposo. En ese momento apareció un empleado del hotel con una carta pequeña, color blanco y con letras doradas, en el centro de una bandeja de plata.- Para el señor y la señora Brixton. La joven tomó la carta, pero antes de que pudiera leerla, su esposo se la quitó - Todo pasa por mis
Selene se encerró en uno de los cubículos en el baño del restaurante. Desde allí pudo escuchar los aplausos y los gritos de los invitados, festejando el amor de la pareja. Se apoyó contra la puerta y se deslizó poco a poco contra el suelo, sintiendose por primera vez en 10 años, sin fuerzas para seguir soportando su vida de mentiras.Verlo otra vez a los ojos le hizo recordar cuanto le había dolido la traición y darse cuenta de que Hermes jamás la había amado y que solo había estado con ella porque era la ilusa hija de la empleada doméstica que estaba rendida a sus pies. Sintió que estaba a punto de llorar, pero se contuvo. No podía llorar, Dionisio no se podía dar cuenta, tenía una vida allí afuera y tenía que sostenerla a toda costa. Luego de contar hasta diez, volvió al salón y fue recibida por un sorpresivo abrazo del menor de los Brixton, Midas.-¡Sele!- chilló alégremente- -Hola Midas- sonrió, disfrutando el cálido abrazo- Tanto tiempo sin vernos. -Lo mismo digo- Sonrió solt
Agatha se encerró en su habitación sintiendo que su corazón iba a estallar y salirse de su pecho. Había visto de más, había abierto la caja de pandora y ahora sería castigada por ello. Morir no parecía una mala idea. Caer en las garras de Dionisio era aún más aterrador.Sintió que iba a vomitar todo el desayuno ahí mismo al recordar la mirada de Dionisio sobre la suya. Estaba tan asustada que hasta podría tomar el primer vuelo a donde sea y no volver nunca más. Pero pensó en su amiga tantos años viviendo con un hombre que la estaba engañando descaradamente y encima tenía el descaro de pedirle un niño.El miedo fue reemplazado por la furia y salió de su cuarto dispuesta a contarle toda la verdad. — Selene se encontraba en su habitación cuando Agatha apareció de golpe, agitada, con el rostro rojo y sin su cena. -¿Agatha?- preguntó extrañada al ver la mirada de terror de su amiga. -Sele… necesito decirte algo- -¿Qué pasa?-Yo… No pudo terminar de hablar cuando la puerta del cua