Capítulo 3 - La triste realidad

Dionisio caminó furioso con la bandeja de desayuno entre sus manos. ¡Les había dicho mil veces a esas malditas sirvientas que solo comía queso untable descremado! Esta no iba a dejar pasar otro error más. 

-¡Dioni!- gritó su hermano pequeño, Midas, corriendo hacia él con su molesta y radiante sonrisa en su rostro. 

El nombrado puso los ojos en blanco-¡¿Qué?!- gruñó.. 

-¿Quieres unirte con mis amigos a un partido de Rugby? Nos falta uno en nuestro equipo y… 

El hombre se burló de él- ¿Crees que no tengo nada mejor que hacer? 

-Pero es sábado…- exclamó decepcionado. 

-Escucha Midas…- dijo con una falsa voz dulce- ¿No crees que ya estás grande para andar haciendo pucheros? ¿No te da vergüenza? Eres un chico… no una niña. 

-Yo…- dijo bajando la mirada avergonzado. 

-Ya deberías empezar a pensar qué hacer con tu vida, ser un hombre y dejar de jugar con los idiotas de tus amigos, ahora muévete- dijo empujándolo hacia un lado.- Que tengo cosas más importantes que hacer que perder el tiempo contigo. 

Dionisio marchó hacia la cocina aún más furioso. Estuvo a punto de entrar cuando escuchó una conversación que lo frenó en seco. 

“Me dio positivo Agatha… ¿Qué voy a hacer?” 

Agatha abrazó con cuidado a su amiga- Oh cariño… lo siento mucho. Pero ey…Hermes te ama ¿Verdad?

Selene asintió con los ojos llorosos. 

-Si es así, entonces va a aceptarlos a ambos, no importa qué- exclamó limpiando una lágrima de la mejilla de la azabache. 

-Tienes razón. Él jamás nos abandonaría. ¿Tienes papel y lapiz? 

-Claro…- Su amiga le alcanzó los materiales y Selene comenzó a escribir una nueva carta. 

“Te espero esta noche en el granero a las 0:00, tengo algo importante que decirte. S” 

-Ten…- dijo nerviosa. 

Agatha tomó la carta y la dejó donde siempre, debajo del platito del café.- Su pedido ya está en camino- bromeó tomando la bandeja y saliendo de la cocina. 

Selene cruzó los dedos y le pidió a todos los dioses que todo saliera bien a partir de ahora. 

Agatha caminaba con la bandeja entre sus manos cuando escuchó la voz ultratumba de Dionisio en su espalda. 

-¡Ey tu!- exclamó el hombre. 

La cocinera se congeló en su lugar y se volteó como un robot hacia su jefe. -S-Señor- exclamó inclinando la cabeza, sintiendo el sudor acumularse en su frente, rogando que ese animal no oliera su miedo. 

Dionisio se acercó lentamente a la mujer. No se atrevió a levantar la mirada, esperando que el joven dijera que era lo que quería y pudiera largarse cuando antes de allí.

Lo que no esperaba era que sus dedos largos y terroríficos se deslizaran por la bandeja y sacaran el pequeño papel escondido. 

Los ojos de Agatha se agrandaron con terror al ver como la carta secreta de Selene ahora estaba en manos de su ruín jefe- S-Señor…-

-¿Esto es para mi querido hermano, no es cierto?- dijo sacudiendo el papel- Mírame cuando te hablo, sirvienta. 

Agatha tembló desde la punta de sus pies hasta su coronilla- S-SI señor- dijo levantando sus ojos temblorosos. 

-¿Es o no es para Hermes?

-L-Lo es señor…

-Perfecto. Entonces no te preocupes, que yo mismo se lo hago llegar- dijo sonriendo filosamente. 

-P-Pero señor..No tiene por qué preocuparse, yo puedo hacerlo…-sonrió nerviosa. 

El hombre la observió furioso-¿Acaso me estás desafiando, sirvienta? 

-S-señor, yo no…

-¿Acaso no recuerdas que no eres de este país? Que solo eres una cucaracha ilegal, con un simple chasquido de mis dedos, puedo hacer que vuelvas a tu miserable país. 

-No señor… por favor- sollozó asustada- 

-Entonces cierra tu linda boquita y no digas nada de esto ¿me oíste? Nunca nos cruzamos nosotros dos. 

-Si señor- exclamó bajando la mirada. 

-Buena sirvienta- murmuró dándole palmadas en su cabeza y dejando su bandeja sobre la que la cocinera llevaba en sus manos, destrozando todo el desayuno de Hermes a su paso. 

Dionisio leyó la carta y la rompió en mil pedazos-¿Así que te gusta esa mujer? Vaya… que gustos tan desagradables- Se burló.

El rubio se dirigió hacia la biblioteca, donde encontró a Hermes escondido detrás de una pila de libros que seguramente su padre le había ordenado que leyera- Hermano…- 

-Ahora no puedo Dionisio… estoy ocupado- exclamó agotado- 

-Como quieras- dijo poniendo los ojos en blanco- Tengo algo importante que contarte, ¿te parece hoy a la medianoche en el granero? No quiero que padre se entere. 

Hermes levantó la mirada con curiosidad. ¿El granero? ¿el escondite que tenía con Selene? estuvo a punto de negarse, pero sintió miedo. ¿Y si Dionisio iba al granero y justo aparecía Selene? lo que menos quería era que su hermano estuviera a solas con su amada.

-Está bien, a las 12 entonces- 

-¡Perfecto!- exclamó con una felicidad inquietante, desapareciendo por la puerta antes de que Hermes pudiera decir algo más. 

— 

Hermes se sintió extraño al entrar al granero y encontrar a su hermano mayor.

Una sensación inquietante lo invadio. Había mantenido su secreto por dos años a la perfección. No había manera de que su hermano se enterase ¿verdad? 

-¿Qué sucede Dionisio?- Pregunto tratando de mantener la calma. 

-Verás…- dijo el hombre, mostrándose falsamente preocupado.- Resulta que hace un tiempo me acosté con una mujer y estaba tan borracho que no me cuidé- rió- Ahora dice que su bebé es mío ¿Puedes creerlo? 

-Oh…- exclamó consternado- Eso es… 

-¡Una m****a! ¿verdad? Tener un hijo a esta edad… ¡Soy muy joven! Arruinaría mi vida ¿Qué sentirías tú? - Dionisio observó por el rabillo del ojo como una silueta oscura se asomaba por la puerta del granero.

“Llegaste en el momento justo” Pensó a sus adentros. 

Hermes observó extrañado a su hermano mayor. ¿A qué quería llegar con todo esto? Sea lo que sea, lo mejor sería seguirle el juego, y terminar con esto cuanto antes. -Tienes razón… si fuera padre, sería lo peor. 

-¿Te arurinaría la vida? ¿No?- provocó Dionisio. 

-Si…- dijo incómodo- 

Selene se preparó para esa noche. Dejó de lado su viejo y roído pijama y se puso un lindo vestido color violeta que había sido de su madre en su juventud. Cebilló su cabellera  y se pintó sus labios con un brillo rosado. Quería verse deslumbrante, para que Hermes no dudara ni por un segundo en rechazarlos. 

Cuando llegó al granero, pudo ver la luz que salía de la puerta entreabierta. Hermes ya estaba alli. Estuvo a punto de abrir la puerta cuando escuchó a su amado decir: 

“Tienes razón… si fuera padre a esta edad, sería lo peor.” 

“¿Te arurinaría la vida? ¿No?”

“Si” 

Ese “Si” fue como miles de puañaladas en su corazón. No quería escuchar más, no quería escuchar como su amado, aquel que le había jurado amor eterno, la despreciaba a ella y a su bebé. 

Corrió a través del jardín, con sus lágrimas cargadas de dolor desapareciendo en el viento. Que ilusa había sido, realmente había creído que la amaba de verdad, que era diferente a los de su clase. 

— 

Dionisio observó por el rabillo del ojo cómo la sombra de Selene desaparecía. Perfecto, había caído en su trampa.

-De todas formas- continuó diciendo el menor- Aunque no sea buscado, deberías hacerte cargo, tú también eres responsable y el bebé no tiene la culpa. 

- Eres un gran hombre ¿Eh?- Se burló-  En fin…- suspiró- Al final no era mi hijo y solo era una buscafortunas.

-Vaya…- dijo Hermes, sintiéndose incómodo. 

-Como sea, es tarde- dijo saliendo del granero. 

Hermes se quedó allí pensativo. ¿Que había sido todo eso? La conversación lo había dejado abrumado y no pudo evitar imaginar a su amada esperando un hijo suyo. Su corazón se calentó con la sola idea de formar una familia, no podía esperar para el resto de su vida juntos. 

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