Agatha se encerró en su habitación sintiendo que su corazón iba a estallar y salirse de su pecho. Había visto de más, había abierto la caja de pandora y ahora sería castigada por ello. Morir no parecía una mala idea. Caer en las garras de Dionisio era aún más aterrador.Sintió que iba a vomitar todo el desayuno ahí mismo al recordar la mirada de Dionisio sobre la suya. Estaba tan asustada que hasta podría tomar el primer vuelo a donde sea y no volver nunca más. Pero pensó en su amiga tantos años viviendo con un hombre que la estaba engañando descaradamente y encima tenía el descaro de pedirle un niño.El miedo fue reemplazado por la furia y salió de su cuarto dispuesta a contarle toda la verdad. — Selene se encontraba en su habitación cuando Agatha apareció de golpe, agitada, con el rostro rojo y sin su cena. -¿Agatha?- preguntó extrañada al ver la mirada de terror de su amiga. -Sele… necesito decirte algo- -¿Qué pasa?-Yo… No pudo terminar de hablar cuando la puerta del cua
Hermes observó a la novia, su hermosa Hera vestida de blanco, con sus ojos llenos de lágrimas de felicidad. El joven novio sonrió, sintiendo que su corazón latía con fuerza. -Si hay alguien en la sala que se oponga a esta unión, que hable ahora o calle para siempre- Dijo el cura y todos hicieron silencio en la sala, pero rápidamente ese silencio fue interrumpido. -¡Yo me opongo!- gritó la voz de una mujer abriendo de par en par las puertas de la iglesia. Hermes se giró hacia el pasillo, encontrándo a Selene parada allí, con los ojos llenos de lágrimas de tristeza, respirando agitada y con el rostro rojo, como si hubiera corrido miles de kilómetros para llegar a tiempo e impedir su matrimonio. -Selene…- murmuró sintiendo que todo el amor que había sentido por esa mujer hacía años volvía como un tsunami que lo arrastraba hacia ella. -Hermes… es a mi a quien amas, ¡Es conmigo con quien tenías que casarte! ¡me lo prometiste!- exclamó mostrándole el collar con el sol que le había rega
Hera se asomó por el gran ventanal de su cuarto y vio a su cuñado tomando sol en una reposera junto a la piscina. “Está solo” Pensó codiciosa. Era el momento perfecto para endulzar al mayor de los Brixton y porfin conseguir su parte de los negocios familiares o hasta el 100 por ciento si hacía una buena jugada. La joven se giró hacia su prometido, que miraba distraído su celular sentado al borde de la cama- Cariño- ronroneó sentándose encima de él- Acabo de ver que Dionisio está solo en la piscina. ¿Por qué no vamos y hablamos con él? -¿Para qué?- preguntó con una ceja arqueada. -Bueno… tú sabes, para mostrar que no hay resentimiento y que podemos volver a empezar como una familia unida- Dijo haciendo suaves círculos en su pecho. Eso nunca fallaba, ningún hombre podía resistirse a sus encantos de niña ingenua. -Lo siento cariño, pero ya te dije que no tengo intenciones de volver al negocio familiar y menos amigarme con ese idiota- exclamó quitándola suavemente de su regazo y reco
-Que extraño, juré que me había dicho que estaría en la piscina- murmuró Selene. Extrañada, la azabache dejó su bata a un lado y se sentó en la orilla de la piscina, hundiendo sus delgadas y blanquecinas piernas en el agua hasta la rodilla. -Ahh…- suspiró sintiéndose relajada. Eran las peores vacaciones de los últimos 10 años, en vez de relajarse se había estresado más que nunca. Mientras observaba su reflejo borroso en el agua cristalina no pudo evitar pensar en Hermes y en cómo se había convertido en un hombre desconocido. -Y pensar que conocía todo de mí y yo todo de él- murmuró con una sonrisa melancólica. Ver su reflejo miserable en el agua la enfureció y chapoteó con fuerza para borrar esa estúpida imagen- Ya no eres una adolescente, eres madre, compórtate- se castigó. Justo cuando estaba por levantarse, sintió una descarga dolorosa en una de sus piernas- ¡Ahh! gritó cuando sus músculos se comprimieron con dolor y sus dedos se retorcieron hacia adentro. Adolorida levantó
-¡Mami mami! ¡Apúrate! ¡Despierta!- Gritó Leónidas saltando sobre su cama con la energía que solo podría tener un niño. Selene se hundió aún más en las sábanas. Luego del encuentro con Hermes, la angustia se había apoderado de su cuerpo y no había tenido ganas de nada. -¿Qué haces todavía acostada?- Dionisio abrió sin piedad las cortinas que dejaron entrar los fuertes rayos de sol- Hoy tenemos una cabalgata grupal ¿Recuerdas? “Oh claro, la maldita cabalgata. Muero de ganas de ver a Hermes llevando a su amada a cuestas como si fuera su príncipe azul” -No me siento bien cariño…- murmuró escondiendo su rostro en las sábanas. -Deberíamos quedarnos entonces… -¡Pero papi yo quería ir!- lloró el niño, pataleando con fuerza. -¿Por qué no lo llevas, cariño? Leónidas se muere de ganas de ir… nunca se subió a un caballo. -¿Estás segura?- dijo con una preocupación que hasta parecía genuina. -No te preocupes por mi, voy a estar bien- — Mentiría si dijera que no se sintió decepcionado c
-¡AHHH!-¡Mierda Dionisio!- Hermes se bajó de un salto de su caballo.-L-Lo siento, no sé en que… -¡Maldito hijo de puta!- gritó agarrándose la pierna con dolor, retorciéndose en el suelo como un animal al que había que sacrificar. De un momento a otro, todos los invitados rodearon a los hermanos. “¿Qué sucedió?” “Oh dios mío, no quiero ver” “¿Acaso estaban discutiendo?” “Qué vergüenza… dos adultos”Hermes se acercó asustado a su hermano, sin saber que hacer y con las manos temblando de los nervios- N-no te muevas hermano… -¡No me toques!- Gritó con furia, apretando con fuerza la mandíbula para no llorar frente a toda su familia. Era humillante- Lo sabía…- murmuró con los ojos encendidos. -Dionisio yo…-¡Lo sabía!- Aulló con una sonrisa retorcida en su rostro. -¡Cariño! ¿Qué está pasando?- exclamó Hera, adelantándose entre la gente- Oh dios… cuñado.-¿Qué sucedió?-¡Lo sabía maldito! Todavía no la superaste….- Se burló. -Calla…- suplicó en voz baja- No es lo que piensas… Ambos h
-¿E-Estás segura?-Cállate y bésame- ordenó Selene. Hermes sabía que no podía resistirse un segundo más a esos labios rosados y carnosos. Se inclinó hacia adelante y la besó en un beso casto que rápidamente se convirtió en algo más desprolijo. Sus bocas se abrieron, sus lenguas danzaron desesperadas y recordó lo suaves y sabrosos que eran aquellos labios en su adolescencia. El calor en la habitación aumentó más y más, hasta que el gran ventanal de la habitación se empañó por el vapor caliente de sus respiraciones erráticas. La ropa comenzó a molestar, pegándose a sus cuerpos sudorosos que se frotaban con desespero, en busca de algo más. -V-voy a quitarme esto- Hermes se desabotonó la camisa, aunque perdió la paciencia a mitad de camino y algunos de los botones volaron por la habitación. Selene no perdió ni un segundo en recorrer con sus manos el pecho marcado de su amante que subía y bajaba por sus respiraciones entrecortadas.-Ah…- murmuró el joven, al sentir el calor de los dedo
El sol evaporó los vidrios empañados, sus rayos calientes atravesaron toda la habitacion que estaba hecha un desastre, producto de una larga noche de pasión que los había noqueado a ambos. -Mmmm…- murmuró Selene, cuando el sol comenzó a golpear su rostro. A través de sus párpados, pudo ver la luz blanca de la mañana. Era hora de comenzar con la rutina, tenía que levantar a Leónidas, bañarlo, vestirlo, llevarlo al colegio, comprar para la cena y prepararla antes de que Dionisio llegue a casa…“Espera…” Selene parpadeó con pesadez, y lo primero que vio fue lo revuelto que estaba el cuarto. ¿Qué había sucedido? Normalmente era muy obsesionada con el tema de la limpieza de su hogar. Dionisio solía ser muy quisquilloso cuando veía algo fuera de lugar, por eso siempre mantenía todo perfecto, para no tener que escuchar sus quejas. Su cerebro procesó lo que estaba pasando muy lentamente. Luego de unos minutos, se dio cuenta que no era su habitación, sino la del hotel. -Ah…- suspiró mucho