El sol evaporó los vidrios empañados, sus rayos calientes atravesaron toda la habitacion que estaba hecha un desastre, producto de una larga noche de pasión que los había noqueado a ambos. -Mmmm…- murmuró Selene, cuando el sol comenzó a golpear su rostro. A través de sus párpados, pudo ver la luz blanca de la mañana. Era hora de comenzar con la rutina, tenía que levantar a Leónidas, bañarlo, vestirlo, llevarlo al colegio, comprar para la cena y prepararla antes de que Dionisio llegue a casa…“Espera…” Selene parpadeó con pesadez, y lo primero que vio fue lo revuelto que estaba el cuarto. ¿Qué había sucedido? Normalmente era muy obsesionada con el tema de la limpieza de su hogar. Dionisio solía ser muy quisquilloso cuando veía algo fuera de lugar, por eso siempre mantenía todo perfecto, para no tener que escuchar sus quejas. Su cerebro procesó lo que estaba pasando muy lentamente. Luego de unos minutos, se dio cuenta que no era su habitación, sino la del hotel. -Ah…- suspiró mucho
-Cálmese señora, por favor- Suplicó la enfermera. -¿Dónde está mi marido? ¿Él está bien?- Sollozó Selene.-Él está bien señora, está en una habitación privada descansando. -Lléveme con él por favor- Suplicó limpiándose las lágrimas. — La azabache caminó por un largo pasillo, siguiendo de cerca a la enfermera. -Es aquí señora.- dijo mostrándole la puerta cerrada.Selene se abalanzó dentro de la habitación, encontrándose cara a cara con Ágatha y su hijo, quien estaba sentado al borde de la cama de su padre- Sele…- exclamó la mujer, acercándose a su amiga- Ya me estaba preocupando. ¿Dónde estabas?- susurró en voz baja y en complicidad. -¡Mami mami!- Su niño se aferró a sus piernas, como nunca antes lo había hecho, tenía los ojos rojos, como si hubiera estado llorando toda la noche. Se sintió una mierda, no había estado allí para consolar al pequeño. -Ya Leo ya…- Le acarició el cabello, tratando de calmarlo. Pudo ver las ojeras negras de su amiga debajo de sus ojos, como si hubiera
La puerta de la habitación de Ágatha se abrió de golpe. -¡Sele! Volviste temprano- Exclamó Agatha, quien había estado jugando a los videojuegos con el niño para distraerlo- No pude hacerlo dormir, quería jugar conmigo. Rió divertida, ero su amiga no se rió- ¿Le han dado el alta al señor?-Leónidas…- Selene no dejó de mirar fijamente a su amiga mientras decía esto.- Vete a jugar con tus primos. -Pero mamá, estábamos en medio de una partida. -No lo voy a volver a repetir. El niño tragó saliva pesadamente, su madre nunca había usado un tono autoritario con él. No dudó en soltar el control de la consola y hacer lo que su madre le ordenó sin protestar. La puerta se cerró con fuerza, dejando a ambas mujeres solas en el cuarto- ¿Todo está bien Sele?- Agatha apagó la televisión y luego se acercó a su amiga para abrazarla, como siempre había hecho. -No me toques- sentenció con crueldad estirando sus brazos como una barrera entre ellas. Agatha retrocedió sorprendida. Nunca había visto u
La cena de las velas pasó como una especie de sueño lúcido. Selene no recordaba nada de la velada, su mente había estado lejos, replanteándose su vida entera y sus decisiones. Estar a solas, sin su esposo, le había servido para darse cuenta de que ya no podía soportar más fingir ser la esposa y madre feliz que todos creían que era. -Mamá… ¿Dónde está Ágatha?- Preguntó su hijo a la mañana siguiente cuando la mujer no lo visitó en su cuarto como acostumbraba a hacer. -Cariño… Agatha… ella…- Selene se mordió el labio con fuerza. No podía decirle la verdad a su hijo. Eso le rompería el corazón. Para él su padre era su héroe, su todo, no podía destruirle la ilusión- Agatha tuvo que volver porque tuvo unos problemas familiares. -¿Pero va a volver?- La ilusión se pintó en los ojos celestes de su hijo. -No Leo, ella no va a volver- La odiaba, odiaba tener que hacerle esto a su hijo, sabía muy bien que Leónidas quería a Agatha como una tía, era parte de la familia, aunque Dionisio siempre
-¿Le dijiste a Leónicas que empaque su maleta?- Gritó furioso su esposo, dando un fuerte portazo a la puerta. Selene se sobresaltó y soltó las prendas que llevaba en sus manos. Había hecho lo que Dionisio le ordenó, desempacar su valija. ¿Qué otra opción tenía? Estaba entre la espada y la pared. Su arriesgado plan de huir y divorciarse de su marido había sido una muy mala idea desde un principio. Y-yo…- balbuceó, sin saber qué decir. -Mejor no digas nada- Gruñó- ¿Realmente creíste que podrías llevarte a mi hijo? ¡Ja! Si quieres puedes irte… pero sin él… ¿Qué piensas de eso? -No voy a ir a ningún lado sin él.- Sentenció. Si de algo estaba segura, era de que jamás se alejaría de su único hijo. -Perfecto entonces, termina de desempacar, yo voy a pasar tiempo con NUESTRO HIJO- exclamó acentuando las últimas dos palabras- Su esposo se giró hacia la salida, pero antes de salir, se volteó una vez más- Ah, por cierto, Leónidas me contó que Agatha se fue- sonrió divertido- No tengo la me
-Me gusta más la corbata azul, combina con tus ojos- Midas halagó a su hermano mientras se probaba las corbatas que su prometida le había sugerido que debía utilizar el día de la tan esperada boda.- Hermes no respondió, separando la corbata azul de las demás. Midas enarcó una ceja extrañado, últimamente todos estaban actuando muy raro. ¿O acaso era él quien ya no se sentía parte de esta familia de farsantes? -Hermano, no te noto muy entusiasmado ¿Eh?- Se burló- Yo si me casara con el amor de mi vida, estaría saltando en una pierna de la alegría. -¿Y tú qué sabes de amor?- respondió con furia. Midas retrocedió sorprendido por las crueles palabras de su hermano- Oye… tranquilo ¿Por qué te desquitas conmigo? Hermes suspiró frustrado, sentándose al borde de su cama- Es el estrés de la boda- Mintió.- Es dificil disfrutarlo cuando hay miles de cosas que hacer… asistir a una y otra actividad, no tengo un respiro. Midas se sentó al lado de su hermano y palmeó su espalda con cariño- ¿Es
Midas se encontraba en su cuarto de hotel que compartía con su amigo cuando tocaron a la puerta. -¿Quién es?- Preguntó su amigo sin mucho interés, prestando más atención a la pantalla de su celular. Midas regresó con un sobre dorado en sus manos, que abrió sin mucho cuidado- Es la invitación a la boda, al parecer la ceremonia va a ser en la basílica de la ciudad. El otro joven puso los ojos en blanco- Que manía la de los heterosexuales de casarse frente a los ojos de Dios mientras que por detrás son todos unos pecadores sin remedio- Se burló. -Bruno…- Lo amonestó. -¿Qué?- Chilló dejando su móvil a un lado-¿Acaso tu otro hermano no se casó también por iglesia y juró amor eterno a su esposa?- Se rió con sarcasmo- Supongo que se le olvidó ese pequeño detalle mientras me la estaba metiendo como un perro alzado. Su amigo podía ser vulgar, pero si en algo estaba de acuerdo con él, era en que sus dos hermanos mayores eran unos malditos mentirosos compulsivos que luchaban por tener la
Selene ya estaba lista para la boda. Se había puesto un hermoso vestido negro que resaltaba su piel blanquecina y quedaba muy bien con su cabello y ojos del mismo color. El vestido era sencillo, al fin de cuenta, no era su noche. Bueno, sí lo sería cuando revelara su mayor secreto, pero no era algo que la enorgullecía. Estaba dando los últimos retoques a su maquillaje. cuando su esposo finalmente apareció. Para su sorpresa, no estaba de traje como lo había imaginado y lo peor era que faltaba poco para la hora de llegada. Dionisio miró a su esposa de arriba a abajo y le sonrió de forma burlona- Debo decir que estás deslumbrante con el vestido que te compré, es una lástima que no puedas lucirlo. -¿A-A qué te refieres?- preguntó nerviosa. ¿Le había comprado otro? Realmente le daba igual. Lo que no esperaba, era que su esposo le mostrara tres pasajes de avión -Leónidas está empacando sus cosas, nos volvemos a casa. -¿P-pero a tan solo unas horas de la boda? -No nos vamos a quedar p