Para su hermano, Hermes eligió un campo verde lejos de la ciudad. Un cementerio tranquilo, solo con árboles y placas en el suelo de todos los difuntos. Si bien tenía su espacio en el panteón familiar, prefirió que Dionisio descansara en paz lejos de la presión de sus padres y del apellido. Hermes se agachó frente a la placa de su hermano, que le recordaba que había muerto joven, a sus tan solo 32 años. Lentamente, dejó un ramo de flores sobre el pasto y volvió hacia donde estaba su hijo mayor, que sostenía la mano de su madre, quien tenía a Cielo durmiendo en sus brazos. Hermes se sintió alividado de que por lo menos ella no estuviera enterada de todo lo malo que había ocurrido. Convirtiéndose en la esperanza de la familia. -Adios hermano. Quizás en otra vida podamos ser más unidos- dijo con un nudo en la garganta. Selene se mantuvo en silencio contemplando la lápida del hombre que había arruinado su vida, con quien había construído una familia en base a las mentiras de ambos. El
-¿Estás segura?, quizás deberíamos volver otro día- dijo Hermes frente a la puerta de la casa de su hermano. -Quiero hacerlo ahora, sino nunca más voy a tener el valor de entrar- dijo Selene abriendo la puerta de la casa. Un silencio abrumador y el frío por la larga ausencia le dio escalofríos en todo el cuerpo. El lugar que por mucho tiempo había sido su hogar ahora parecía desconocido para ella. Lentamente caminó por el living, contemplando las fotografías que allí estaban colgadas, de años de recuerdos. La azabache las delcolgó y las guardó una por una en una caja. En su mayoría eran fotografías de Leónidas en el pasar de los años. Hermes tomó una en la que se veían solo las manos de Selene quien lo estaba ayudando a dar sus primeros pasos. Se había perdido de tanto y ese tiempo jamás lo iba a poder recuperar. -Es igual a tí- Murmuró Selene asomándose por su costado y apoyando su cabeza en su hombro- Recuerdo la foto que tu madre tenía en el comedor y son idénticas.-Si…- dijo
-La pequeña cada día se parece más a tí, Sele- dijo Agatha terminando de cerrar el pañal que le habia cambiado- Selene sonrió, asomándose a contemplar los grandes ojos redondos y negros de su hija. Además del cabello negro que comenzaba a crecer en su cabecita. La joven balbuceó, sacudiendo un sonajero sobre la niña, haciéndola reír- Aunque la sonrisa es la de Hermes. -Hablando de Hermes… ¿Cómo están las cosas entre ustedes? Selene cargó a su niña en sus brazos y la meció para hacerla dormir- Hemos estado yendo despacio, tú sabes algunas salidas para ponernos al día, más que nada con los niños. Aun no hemos tenido momentos a solas- dijo sonrojada. -Pero…¿Piensan irse a vivir los cuatro juntos? No es que los esté echando, sabes que me encanta tenerlos cerca, pero es lo que siempre has querido.-Lo sé…- suspiró la mujer- De hecho, Leónidas está entusiasmado en pasar más tiempo con su padre, espera ansioso a que lo visite. -¿Entonces?- Enarcó una ceja- ¿Ya vendiste la casa no? Con e
Las cosas fueron hacia arriba a partir de ese momento. Selene y Hermes comenzaron a buscar el hogar perfecto para vivir, ni muy cerca del centro, pero tampoco tan lejos de la civilización, especialmente por los niños. Porque Leónidas tenía a sus amigos y su colegio en el centro. Además, Selene quería estar cerca de su amiga. Aún no se había ido, pero ya la extrañaba. Leónidas se unió a la búsqueda con entusiasmo, rechazando una gran cantidad de casas anticuadas y que no tenían un jardín lo suficientemente grande para que pudiera jugar al fútbol con su padre o sus amigos. Selene estaba de acuerdo con eso y Hermes simplemente no podía decirle que no a su hijo mayor. Finalmente, luego de una larga búsqueda, se toparon con la casa perfecta. Y no, no era una mansión ni nada parecido a eso. Era una casa sencilla, con un piso arriba con cuatro cuartos. Uno para el matrimonio, uno para Leónidas (el más grande) uno para la niña cuando creciera y un cuarto de invitados. Además, tenía una co
-Leo… deja que tu hermana coloque la estrella, tú lo hiciste el año pasado- Dijo Selene mientras miraba por el visor de la cámara de fotos a sus dos hijos y a su esposo. El chico hizo puchero, pero cuando vio los grandes ojos negros y brillantes de su hermanita de tres años, supo que no podía negarse a esa mirada compradora que él mismo le había enseñado a utilizar- Está bien- dijo dándole a la pequeña el adorno final que faltaba para que el gran árbol de navidad estuviera completo.-Déjame que te ayude, Cielo- Dijo Hermes tomándo a la niña por la cintura y alzándola hacia la cima del arbol para que la colocara. -Esperen…- Dijo Selene acomodando la cámara y poniendo el temporizador. Luego corrió a reunirse con ellos- ¡Sonrían!-Sus dos hijos y su esposo sonrieron a la cámara, y finalmente Cielo puso la estrella, algo chueca, pero perfecta. -¡Ahora las luces!- Exclamó Leo, apretando el botón de encendido. El árbol brilló hermosamente, llenando los ojos de la niña de pequeños destell
Selene ató su cabello azabache en una coleta, dejándolo caer sobre su espalda encorvada sobre el suelo de mármol que estaba lustrando con frenesí. -Apúrate hija, sabes que a la patrona le gusta que se vea su reflejo- ordenó su madre, también de rodillas contra el frío suelo. -Sí mami- respondió pasando la cera hasta el punto de que pudo ver sus facciones casi a la perfección. Su piel transpirada y blanquecina, sus mejillas rojas por el esfuerzo, sus labios redondos y rosados y sus grandes ojos negros llenos de vida por tener tan solo 17 años. -¡Sele Sele!- Gritó Midas, el hijo menor de los Brixton, quien corrió embarrando todo el trabajo de horas de esfuerzo. -¡Midas! ¡Maldito niño!- chilló Selene, dándole un coscorrón en la cabeza- Manchaste todo el mármol, idiota. El joven abrió grandes los ojos al ver el desastre que había hecho- ¡Perdón Sele!- Sollozó- Te juro que voy a ayudarte.- suplicó tomando del balde una esponja con espuma. -¡Para nada señorito!-. Se apresuró a decir s
Selene se encontraba en la cocina ayudando a su amiga con el desayuno de Dionisio- ¡No tonta! ¡Te dije que le gusta la tostada sin bordes!- exclamó Agatha quitándole el pan de las manos.-¿Cuál es la diferencia? Que caprichoso- exclamó frustrada. -Si llegara a escucharte…- dijo preocupada- Traeme el queso untable descremado de la heladera ¡Rápido! se nos hace tarde. Selene se movió hacia la heladera con cansancio, últimamente se sentía sin energías. Abrió la heladera y tomó la bandeja con el queso y sintió el olor entrar de golpe por sus fosas nasales. Su rostro se frunció en una expresión de asco, cuando quiso darse cuenta, estaba soltando la bandeja contra el suelo y corriendo hacia la pileta de la cocina vaciando todo su estómago. -¡Sele!- gritó su amiga que corrió preocupada.La azabache se tambaleó hacia atrás mareada, hubiese caído de no ser por el agarre de Ágatha que la ayudó a sentarse en una de las banquetas. -¿No estarás embarazada?- bromeó, pero cuando el rostro de la
Dionisio caminó furioso con la bandeja de desayuno entre sus manos. ¡Les había dicho mil veces a esas malditas sirvientas que solo comía queso untable descremado! Esta no iba a dejar pasar otro error más. -¡Dioni!- gritó su hermano pequeño, Midas, corriendo hacia él con su molesta y radiante sonrisa en su rostro. El nombrado puso los ojos en blanco-¡¿Qué?!- gruñó.. -¿Quieres unirte con mis amigos a un partido de Rugby? Nos falta uno en nuestro equipo y… El hombre se burló de él- ¿Crees que no tengo nada mejor que hacer? -Pero es sábado…- exclamó decepcionado. -Escucha Midas…- dijo con una falsa voz dulce- ¿No crees que ya estás grande para andar haciendo pucheros? ¿No te da vergüenza? Eres un chico… no una niña. -Yo…- dijo bajando la mirada avergonzado. -Ya deberías empezar a pensar qué hacer con tu vida, ser un hombre y dejar de jugar con los idiotas de tus amigos, ahora muévete- dijo empujándolo hacia un lado.- Que tengo cosas más importantes que hacer que perder el tiempo c