-Que extraño, juré que me había dicho que estaría en la piscina- murmuró Selene. Extrañada, la azabache dejó su bata a un lado y se sentó en la orilla de la piscina, hundiendo sus delgadas y blanquecinas piernas en el agua hasta la rodilla. -Ahh…- suspiró sintiéndose relajada. Eran las peores vacaciones de los últimos 10 años, en vez de relajarse se había estresado más que nunca. Mientras observaba su reflejo borroso en el agua cristalina no pudo evitar pensar en Hermes y en cómo se había convertido en un hombre desconocido. -Y pensar que conocía todo de mí y yo todo de él- murmuró con una sonrisa melancólica. Ver su reflejo miserable en el agua la enfureció y chapoteó con fuerza para borrar esa estúpida imagen- Ya no eres una adolescente, eres madre, compórtate- se castigó. Justo cuando estaba por levantarse, sintió una descarga dolorosa en una de sus piernas- ¡Ahh! gritó cuando sus músculos se comprimieron con dolor y sus dedos se retorcieron hacia adentro. Adolorida levantó
-¡Mami mami! ¡Apúrate! ¡Despierta!- Gritó Leónidas saltando sobre su cama con la energía que solo podría tener un niño. Selene se hundió aún más en las sábanas. Luego del encuentro con Hermes, la angustia se había apoderado de su cuerpo y no había tenido ganas de nada. -¿Qué haces todavía acostada?- Dionisio abrió sin piedad las cortinas que dejaron entrar los fuertes rayos de sol- Hoy tenemos una cabalgata grupal ¿Recuerdas? “Oh claro, la maldita cabalgata. Muero de ganas de ver a Hermes llevando a su amada a cuestas como si fuera su príncipe azul” -No me siento bien cariño…- murmuró escondiendo su rostro en las sábanas. -Deberíamos quedarnos entonces… -¡Pero papi yo quería ir!- lloró el niño, pataleando con fuerza. -¿Por qué no lo llevas, cariño? Leónidas se muere de ganas de ir… nunca se subió a un caballo. -¿Estás segura?- dijo con una preocupación que hasta parecía genuina. -No te preocupes por mi, voy a estar bien- — Mentiría si dijera que no se sintió decepcionado c
-¡AHHH!-¡Mierda Dionisio!- Hermes se bajó de un salto de su caballo.-L-Lo siento, no sé en que… -¡Maldito hijo de puta!- gritó agarrándose la pierna con dolor, retorciéndose en el suelo como un animal al que había que sacrificar. De un momento a otro, todos los invitados rodearon a los hermanos. “¿Qué sucedió?” “Oh dios mío, no quiero ver” “¿Acaso estaban discutiendo?” “Qué vergüenza… dos adultos”Hermes se acercó asustado a su hermano, sin saber que hacer y con las manos temblando de los nervios- N-no te muevas hermano… -¡No me toques!- Gritó con furia, apretando con fuerza la mandíbula para no llorar frente a toda su familia. Era humillante- Lo sabía…- murmuró con los ojos encendidos. -Dionisio yo…-¡Lo sabía!- Aulló con una sonrisa retorcida en su rostro. -¡Cariño! ¿Qué está pasando?- exclamó Hera, adelantándose entre la gente- Oh dios… cuñado.-¿Qué sucedió?-¡Lo sabía maldito! Todavía no la superaste….- Se burló. -Calla…- suplicó en voz baja- No es lo que piensas… Ambos h
-¿E-Estás segura?-Cállate y bésame- ordenó Selene. Hermes sabía que no podía resistirse un segundo más a esos labios rosados y carnosos. Se inclinó hacia adelante y la besó en un beso casto que rápidamente se convirtió en algo más desprolijo. Sus bocas se abrieron, sus lenguas danzaron desesperadas y recordó lo suaves y sabrosos que eran aquellos labios en su adolescencia. El calor en la habitación aumentó más y más, hasta que el gran ventanal de la habitación se empañó por el vapor caliente de sus respiraciones erráticas. La ropa comenzó a molestar, pegándose a sus cuerpos sudorosos que se frotaban con desespero, en busca de algo más. -V-voy a quitarme esto- Hermes se desabotonó la camisa, aunque perdió la paciencia a mitad de camino y algunos de los botones volaron por la habitación. Selene no perdió ni un segundo en recorrer con sus manos el pecho marcado de su amante que subía y bajaba por sus respiraciones entrecortadas.-Ah…- murmuró el joven, al sentir el calor de los dedo
El sol evaporó los vidrios empañados, sus rayos calientes atravesaron toda la habitacion que estaba hecha un desastre, producto de una larga noche de pasión que los había noqueado a ambos. -Mmmm…- murmuró Selene, cuando el sol comenzó a golpear su rostro. A través de sus párpados, pudo ver la luz blanca de la mañana. Era hora de comenzar con la rutina, tenía que levantar a Leónidas, bañarlo, vestirlo, llevarlo al colegio, comprar para la cena y prepararla antes de que Dionisio llegue a casa…“Espera…” Selene parpadeó con pesadez, y lo primero que vio fue lo revuelto que estaba el cuarto. ¿Qué había sucedido? Normalmente era muy obsesionada con el tema de la limpieza de su hogar. Dionisio solía ser muy quisquilloso cuando veía algo fuera de lugar, por eso siempre mantenía todo perfecto, para no tener que escuchar sus quejas. Su cerebro procesó lo que estaba pasando muy lentamente. Luego de unos minutos, se dio cuenta que no era su habitación, sino la del hotel. -Ah…- suspiró mucho
-Cálmese señora, por favor- Suplicó la enfermera. -¿Dónde está mi marido? ¿Él está bien?- Sollozó Selene.-Él está bien señora, está en una habitación privada descansando. -Lléveme con él por favor- Suplicó limpiándose las lágrimas. — La azabache caminó por un largo pasillo, siguiendo de cerca a la enfermera. -Es aquí señora.- dijo mostrándole la puerta cerrada.Selene se abalanzó dentro de la habitación, encontrándose cara a cara con Ágatha y su hijo, quien estaba sentado al borde de la cama de su padre- Sele…- exclamó la mujer, acercándose a su amiga- Ya me estaba preocupando. ¿Dónde estabas?- susurró en voz baja y en complicidad. -¡Mami mami!- Su niño se aferró a sus piernas, como nunca antes lo había hecho, tenía los ojos rojos, como si hubiera estado llorando toda la noche. Se sintió una mierda, no había estado allí para consolar al pequeño. -Ya Leo ya…- Le acarició el cabello, tratando de calmarlo. Pudo ver las ojeras negras de su amiga debajo de sus ojos, como si hubiera
La puerta de la habitación de Ágatha se abrió de golpe. -¡Sele! Volviste temprano- Exclamó Agatha, quien había estado jugando a los videojuegos con el niño para distraerlo- No pude hacerlo dormir, quería jugar conmigo. Rió divertida, ero su amiga no se rió- ¿Le han dado el alta al señor?-Leónidas…- Selene no dejó de mirar fijamente a su amiga mientras decía esto.- Vete a jugar con tus primos. -Pero mamá, estábamos en medio de una partida. -No lo voy a volver a repetir. El niño tragó saliva pesadamente, su madre nunca había usado un tono autoritario con él. No dudó en soltar el control de la consola y hacer lo que su madre le ordenó sin protestar. La puerta se cerró con fuerza, dejando a ambas mujeres solas en el cuarto- ¿Todo está bien Sele?- Agatha apagó la televisión y luego se acercó a su amiga para abrazarla, como siempre había hecho. -No me toques- sentenció con crueldad estirando sus brazos como una barrera entre ellas. Agatha retrocedió sorprendida. Nunca había visto u
La cena de las velas pasó como una especie de sueño lúcido. Selene no recordaba nada de la velada, su mente había estado lejos, replanteándose su vida entera y sus decisiones. Estar a solas, sin su esposo, le había servido para darse cuenta de que ya no podía soportar más fingir ser la esposa y madre feliz que todos creían que era. -Mamá… ¿Dónde está Ágatha?- Preguntó su hijo a la mañana siguiente cuando la mujer no lo visitó en su cuarto como acostumbraba a hacer. -Cariño… Agatha… ella…- Selene se mordió el labio con fuerza. No podía decirle la verdad a su hijo. Eso le rompería el corazón. Para él su padre era su héroe, su todo, no podía destruirle la ilusión- Agatha tuvo que volver porque tuvo unos problemas familiares. -¿Pero va a volver?- La ilusión se pintó en los ojos celestes de su hijo. -No Leo, ella no va a volver- La odiaba, odiaba tener que hacerle esto a su hijo, sabía muy bien que Leónidas quería a Agatha como una tía, era parte de la familia, aunque Dionisio siempre