Selene subió al tercer piso de la mansión, aquel al que su madre le había prohibido subir desde que tenía memoria.
-Señorita- exclamó el mayordomo- ¿A dónde va? Creo que se perdió.- Dijo con sarcasmo. -Buenos días señor- dijo amablemente- Necesito hablar con el Señor Dionisio. El hombre arqueó una ceja y sonrió como si le hubiesen contado una buena broma- Creo que está desvariando señorita, pero usted no tiene permitido el paso a esta área, me temo que no va a poder ser- Selene estuvo a punto de perder sus estribos cuando una voz interrumpió la tensión- -Hazte a un lado- ordenó el mayor de los Brixton, apareciendo en lo alto de la escalera. -Señor…- dijo el mayordomo, haciéndose a un lado con la cabeza baja- Lamento el escándalo, pero esta empleada estaba insistiendo en pasar a sus aposentos- -Ella puede ir a cualquier parte de esta casa sin pedir permiso- dijo con mirada asesina- ¿Me acompañas querida? Estaba a punto de tomar mi desayuno.- dijo suavemente- — -Vamos come… Sé que nunca has podido probar ninguno de estos- dijo sonriente. Selene miró los distintos tipos de pasteles y se le hizo agua la boca. Su bebé pedía a gritos que se devorara todo de un solo bocado. Pero aún no podía inflarse, nadie podía enterarse de su mayor secreto. Así que, aunque su cuerpo pedía a gritos algo consistente, terminó tomando una manzana. -¿Y bien? ¿Has pensado en mi propuesta?- -Si…- dijo en un hilo de voz, dejando la manzana a un costado, de repente había perdido el apetito.- Q-Quiero intentarlo señor… Dionisio se rió divertido, mostrando su sonrisa afilada- Si realmente me vas a dar una oportunidad, deberías dejar de llamarme “Señor” ¿No crees? Selene bajó la mirada avergonzada. ¿Cómo podría hacer esto si ni siquiera podía mantener la mirada fija en él? -Me alegro que hayas elegido la opción correcta. A mi no me gustan las cosas a medias tintas ¿Sabes? Realmente me gustas Selene, por eso quiero que nos casemos. Selene sintió que su corazón daba un vuelco, siempre había imaginado a Hermes diciéndole esas mismas palabras, ambos en el altar, el anillo en su mano, poder decir que era solo de él. Pero ahora era otro hombre quien se lo propuso. Una sensación de angustia se posó en su vientre y supo que solo había un camino- ¿Puede ser lo más pronto posible?- exclamó sin querer sonar desesperada. -Oh cariño, realmente te mueres por estar conmigo ¿Verdad? Se sintía tan humillada y aun así dijo- Si… No puedo esperar para iniciar nuestra vida juntos… -¡Perfecto!- aplaudió el hombre- Entonces hablaremos con nuestros padres y en una semana nos casaremos- sentenció levantándose del asiento- Ponte algo lindo ¿Si? No… eso…- dijo observando el uniforme roído- -Si…- quiso decir “señor”, pero se contuvo- Si, Dionisio. —- -¡Es la mejor noticia que podría recibir!- exclamó su madre, abrazándola efusivamente. -Mi niña… se va convertir en una mujer- dijo emocionada hasta las lágrimas. -Vaya…- dijo el padre de DIonisio.- Esto sí que es una sorpresa- Miró de arriba hacia abajo a la muchacha. Selene sabía que era indigna de estar frente a ellos, por eso se sorprendió cuando el hombre asintió con la cabeza- Bien- concluyó saliendo del comedor con su esposa por detrás. Habían sido tan frios, como si fuera un trámite más. -Perfecto, ¿Deberíamos buscar un vestido perfecto para mi amada niña?- dijo su madre mucho más emocionada que ella. Realmente no tenía ganas de buscar un maldito vestido, solo quería que todo terminara ya, antes de que su barriga se notara. Necesitaba que llegara la luna de miel cuanto antes. -No se preocupe- habló el joven por ella- ya está todo resuelto, mis asistentes se van a encargar de todo, lo único que necesito es que su hermosa hija esté allí con su resplandeciente sonrisa y dé el sí- -Oh, no se preocupe señor Brixton, mi niña va a ser la novia más hermosa y sonriente del mundo. -Así lo espero… así lo espero… —- -¿Estás lista?- preguntó Agatha. Selene respiró hondo y se aferró al brazo de su mejor amiga. Sabía que era miserable, sabía que quizás no iba a ser la mujer más feliz del mundo, pero ¿Qué otra opción tenía? -Sele… aún podemos huir de aquí- dijo su amiga al ver que la novia observaba un punto fijo en la puerta que la separaba de la iglesia. Desde donde estaban se podía escuchar la música celestial y los murmullos de los testigos que esperaban impacientes que la hermosa novia caminara por el pasillo hasta el altar. -Estoy lista- Exclamó inflando el pecho con valentía. -No voy a dejarte, vayas a donde vayas, yo voy a ir contigo- exclamó su amiga, antes de abrir las puertas de la iglesia. Las miradas se clavaron en ella. Eran pocos los invitados. Estaba su madre cubierta en lágrimas, estaban algunos de los empleados que la habían visto crecer, estaba Midas, su hermanito pequeño postizo, estaban sus suegros que la observaron con fastidio, como si tuvieran algo mejor que hacer en ese preciso momento y por supuesto estaba el novio, parado en el altar observándo su lento caminar. Dionisio estaba hermoso, con su traje negro hecho a medida, con su camisa color azul marino que hacía juego con las piedras preciosas que adornaban el cabello de su futura esposa. Su cabello rubio estaba peinado hacia atrás dejando al descubierto su hermoso rostro. Selene pensó que si no le aterrorizara, sería un buen partido. Pero no era Hermes, él debería estar en su lugar, no Dionisio. -Estas preciosa…- murmuró su madre cuando pasó por al lado suyo. Su futuro esposo había elegido un vestido bastante conservador, con mangas largas hasta las muñecas de tela de encaje, con una falda pomposa que dejó de usarse en los 80, con hombros ridículamente inflados y un escote casi imperceptible. Pero no podía quejarse, no había tenido ni voz ni voto en la elección. Finalmente llegó al lado de Dionisio. Agatha no quería soltarla, podía verlo en sus ojos, era como entregar a su amiga directamente en la boca del lobo. -Te amo…- murmuró y finalmente la soltó, sentándose en la primera banca, conteniendo sus ganas de llorar. Selene giró hacia su futuro esposo, que la observaba intensamente con una sonrisa que brillaba por ambos. El cura comenzó a dar su discurso sobre el amor, pero la azabache no estaba escuchando, el corset la estaba apretando demasiado para disimular su pequeño vientre, se moría de hambre y los nervios le hacían temblar las piernas. Sus zapatos tampoco ayudaban en lo más mínimo. Volvió a la cruda realidad cuando el cura dijo: -Dionisio Brixon ¿Acepta por esposa a Selene Montoya, prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarla y respetarla todos los días de tu vida? . -Si, acepto- dijo sin dudarlo. -Selene Montoya, ¿Acepta por esposo a Dionisio Brixton, prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarlo y respetarlo todos los días de tu vida? Hubo un silencio sepulcral en todo el lugar antes de que dijera las dolorosas palabras- Si, acepto. Su madre apluadió efusivamente, parecía ser la única que realmente estaba contenta por la boda. Y claro, Dionisio, quien sonrió aún más, como si eso fuera posible. El hombre tomó su mano y deslizó un costoso diamante sobre su dedo que no era digno de tanta riqueza. Luego llegó su turno y rogó que el anillo de Dionisio no se resbalara de sus manos temblorosas. -Quien tenga algo que decir, que hable ahora o caye para siempre. Selene se giró hacia las butacas, rogó a sus adentros que Hermes apareciera a traves de las puertas y gritara “¡Yo me opongo!” Sin embargo, nunca pasó. -Entonces, los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia. Selene no tuvo tiempo de asimilar que se acababa de convertir en la esposa del Brixton equivocado, cuando este la tomó de sus mejillas y le plantó un beso áspero y duro que selló su destino para siempre. —- Pensó que el momento de la boda iba a ser el más difícil del día, pero no. En realidad el peor estaba por llegar. Selene quedó completamente sola en la habitación de un lujoso hotel junto a su nuevo esposo. La puerta se cerró de golpe, y se sintió un animalito indefenso dentro de una pequeña jaula sin salida junto a un depredador hambriento de carne fresca. Se frotó las manos con nerviosismo mientras su esposo se quitaba su chaqueta sin decir una palabra. Sin siquiera mirarla, caminó hacia el minibar y tomó dos copas y champagne para festejar la boda. -Lo siento S-Señ…Dionisio, pero no bebo alcohol…- dijo nerviosa. Lo que menos quería era hacerle daño a su bebé. -Oh…- dijo el hombre, bebiendo el contenido de su copa y luego de la suya de un solo tirón -Veo que quieres ir directamente al grano. No te tenía así…- exclamó caminando hacia ella.- Pensé que eras virgen…Pero supongo que me equivoqué contigo… Selene tragó saliva pesadamente y se sentó en la cama E-Es que t-te deseo… esposo mío. Se odió, se odió tanto por decir eso, por fingir que era una experta en el sexo, por fingir que realmente lo deseaba, cuando por dentro se estaba muriendo de miedo. Era su segunda vez, y ni siquiera era con el mismo hombre, no tenía idea de qué hacer. Lentamente se acostó en la cama, dejando que su esposo le quitara el vestido sin mucho cuidado, que hiciera lo que quisiera con ella, pero que depositara su semilla dentro suyo. Que su nuevo esposo creyera que su niño era suyo. O estaría perdida. Cuando se quiso dar cuenta, ya estaba completamente desnuda sobre la cama, mientras Dionisio la escaneaba de arriba hacia abajo- Si vas a ser mi mujer, vamos a tener que hacer algunos cambios. El lunes vas a ir a depilarte- dijo seriamente. Selene asintió con la cabeza, diría que sí a lo que sea, con tal de que tuvieran sexo ya, estaba entrando en pánico. ¿Y si notaba la inflamación de su panza? Sus manos frías y ásperas se deslizaron por todo su cuerpo como si fuera un mueble y no un cuerpo. Su lengua bípeda se relamió sus labios resecos y la besó una vez más. Selene cerró con fuerza sus ojos, y dejó que la besara, que la tocara bruscamente. No era como Hermes, no la acariciaba, no la besaba con cariño ni le decía palabras de consuelo. Nada…No había dicho nada, estaban en completo silencio, solo podía escuchar su respiración pesada y su aliento a alcohol mientras la penetraba unas cuantas veces, antes de terminar dentro suyo. No podía esperar a que pasaran unas semanas para darle la tan esperada noticia. Selene Montoya, ahora Selene Brixton, estaba embarazada del Brixton equivocado. — Tan solo había pasado una m*****a semana en el extranjero y ya estaba volviéndose loco. Pasó la mayor parte del tiempo en reuniones, escuchando largos discursos y apretando manos viejas y sudorosas. -Debo decir que has demostrado ser un gran orador con tan solo 17 años- -Gracias señor, me he esforzado mucho para llegar aquí- exclamó Hermes. -Te veo con un gran futuro en la industria- exclamó estrechando su mano- Ah… por cierto, casi lo olvido, mis felicitaciones a su hermano por la boda.- exclamó soltando el apretón y saliendo de la sala de reuniones. ¿Su hermano se había casado? No tenía idea de que estuviera saliendo con alguien, tampoco había tenido tiempo de revisar sus correos y ver las buenas nuevas de la familia. Apresurado, volvió al departamento que estaba alquilando en Madrid y encendió su computadora. Tenía varios mensajes, entre ellos, uno que le cortó el aliento. Era de su hermano, en el asunto decía “Nuestra boda” Con la mano temblorosa entró al correó. No entendía porqué estaba tan nervioso, pero algo le decía que debía estarlo. Deslizó el correo hacia abajo y las imágenes empezaron a aparecer. Todas ellas eran de su hermano y su prometida. Su mujer no era nadie más que el amor de su vida, vestida de blanco y usando el anillo de compromiso de otro hombre. Cerró la computadora, como si quisiera fingir que no acababa de ver eso. Era una pasadilla, tenía que serlo, las cosas no podían cambiar tanto en tan solo una semana. Pero su hermano le había quitado a su amada apenas tuvo la oportunidad. Con el corazón roto, tomó una decisión. Nunca más volvería a su casa, nunca más iba a pisar su país natal. Se acabó, el único motivo por el cual había soportado a su familia y sus ridículos mandatos, había sido por Selene, y ya no era suya.-¡Leonidas! ¡Apurate que vas a llegar tarde otra vez al colegio!- Gritó Selene desde la cocina. Su hijo de diez años corrió escaleras abajo, con su cabello castaño alborotado y aun con su pijama de superhéroes puesto. -¡Cariño! ¿Por qué no tienes puesto el uniforme? El niño comenzó a devorar su desayuno- Porque no quiero ir al colegio- dijo con la boca llena. -Otra vez con eso- exclamó agotada de los caprichos de su único hijo. -Yo me encargo Sele, el pequeño demonio va a tener que hacerme caso- exclamó Agatha mientras le acercaba una taza de café a su jefa. Desde que se había casado con Dionisio, su mejor amiga se había convertido en su ama de llaves y su confidente. -Te lo agradezco- suspiró cansada, tomando un sorbo del café amargo- Sino, voy a llegar tarde a la clase de pilates. -No te preocupes, para eso estoy- dijo guiñandole el ojo- ¡Vamos Leo! ¡A prepararse! —Clases de pilates a primera hora de la mañana, luego depilación, luego una hora en el gimnasio, luego peluquer
Eras las 12 en punto del mediodía cuando las puertas del salón de eventos del Hotel Luxury abrió sus puertas para dejar pasar a los invitados de Hermes y Hera. Los prometidos se pararon a un costado de la entrada para saludar uno por uno a sus invitados. El primero en llegar fue su padre. Hermes podía contar con los dedos de su mano la cantidad de veces que lo había visto en los últimos 10 años. Luego de revelarse contra él, y negarse a volver a su país y tomar el mando de su empresa, practicamente lo había desheredado. -Hijo…- exclamó el hombre. -Padre…- repitió en el mismo tono. -Tu madre estaría muy orgullosa de tí, de que finalmente estés casándote y formando una familia como es debido- exclamó. Para su padre, eso era decir que finalmente aceptaba una de sus decisiones, por lo que fue suficiente. Aunque no pudo evitar preguntarse, si su prometida hubiese sido Selene, lo hubiese felicitado de la misma forma. -Gracias padre- Estrecharon las manos y entró al event
Hermes esperó a estar a solas con su prometida en su cuarto. -¿Cómo es posible que mi hermano haya sabido de la boda? Se supone que él no estaba invitado.Su prometida se sentó frente al espejo para cepillar su largo cabello azabache sin inmutarse por la rabieta del hombre- Yo lo invité.- dijo sin titubear. -¿Que?- Se congeló en su lugar, observándola en shock desde el reflejo.- Habíamos quedado en que no íbamos a invitarlo. Lo hablamos, Hera…-Pero cariño- dijo deslizándose lentamente hacia su esposo.- Es tu hermano mayor…Además, es el dueño de todos los negocios de tu familia ¿No crees que deberías amigarte con él?- Ronroneó haciendo círculos en la piel bronceada de su esposo- Entiendo que hayan tenido problemas cuando eran tan solo unos niños, pero es momento de hacer las paces…¿No crees?- susurró a su oído. Hermes se soltó del agarre de su mujer y caminó hacia la puerta del baño. Necesitaba tomarse una buena ducha para despejar todos los pensamientos que tenía revoloteando en su
Selene llevó a su niño hasta el comedor. Sintió alivio al ver a su esposo allí, por lo menos podría seguir aparentando ser el matrimonio perfecto. Leónidas se sentó en su silla haciendo un puchero y cruzando los brazos con molestia. -¿Que ocurre campeón?- preguntó su padre. -Mamá no me deja jugar a los videojuegos. -Porque primero tienes que desayunar- indicó su madre. -¡Ya desayune!- protestó. -Comer golosinas no es desayunar Leónidas- protestó la mujer. -Selene, estamos de vacaciones, no es para tanto. Ve hijo, yo te autorizo, diviértete con los juegos. -¡Gracias pa!- chilló emocionado, corriendo fuera del comedor. La azabache se mordió con fuerza la lengua para no gritarle las mil y una a su esposo. En ese momento apareció un empleado del hotel con una carta pequeña, color blanco y con letras doradas, en el centro de una bandeja de plata.- Para el señor y la señora Brixton. La joven tomó la carta, pero antes de que pudiera leerla, su esposo se la quitó - Todo pasa por mis
Selene se encerró en uno de los cubículos en el baño del restaurante. Desde allí pudo escuchar los aplausos y los gritos de los invitados, festejando el amor de la pareja. Se apoyó contra la puerta y se deslizó poco a poco contra el suelo, sintiendose por primera vez en 10 años, sin fuerzas para seguir soportando su vida de mentiras.Verlo otra vez a los ojos le hizo recordar cuanto le había dolido la traición y darse cuenta de que Hermes jamás la había amado y que solo había estado con ella porque era la ilusa hija de la empleada doméstica que estaba rendida a sus pies. Sintió que estaba a punto de llorar, pero se contuvo. No podía llorar, Dionisio no se podía dar cuenta, tenía una vida allí afuera y tenía que sostenerla a toda costa. Luego de contar hasta diez, volvió al salón y fue recibida por un sorpresivo abrazo del menor de los Brixton, Midas.-¡Sele!- chilló alégremente- -Hola Midas- sonrió, disfrutando el cálido abrazo- Tanto tiempo sin vernos. -Lo mismo digo- Sonrió solt
Agatha se encerró en su habitación sintiendo que su corazón iba a estallar y salirse de su pecho. Había visto de más, había abierto la caja de pandora y ahora sería castigada por ello. Morir no parecía una mala idea. Caer en las garras de Dionisio era aún más aterrador.Sintió que iba a vomitar todo el desayuno ahí mismo al recordar la mirada de Dionisio sobre la suya. Estaba tan asustada que hasta podría tomar el primer vuelo a donde sea y no volver nunca más. Pero pensó en su amiga tantos años viviendo con un hombre que la estaba engañando descaradamente y encima tenía el descaro de pedirle un niño.El miedo fue reemplazado por la furia y salió de su cuarto dispuesta a contarle toda la verdad. — Selene se encontraba en su habitación cuando Agatha apareció de golpe, agitada, con el rostro rojo y sin su cena. -¿Agatha?- preguntó extrañada al ver la mirada de terror de su amiga. -Sele… necesito decirte algo- -¿Qué pasa?-Yo… No pudo terminar de hablar cuando la puerta del cua
Selene ató su cabello azabache en una coleta, dejándolo caer sobre su espalda encorvada sobre el suelo de mármol que estaba lustrando con frenesí. -Apúrate hija, sabes que a la patrona le gusta que se vea su reflejo- ordenó su madre, también de rodillas contra el frío suelo. -Sí mami- respondió pasando la cera hasta el punto de que pudo ver sus facciones casi a la perfección. Su piel transpirada y blanquecina, sus mejillas rojas por el esfuerzo, sus labios redondos y rosados y sus grandes ojos negros llenos de vida por tener tan solo 17 años. -¡Sele Sele!- Gritó Midas, el hijo menor de los Brixton, quien corrió embarrando todo el trabajo de horas de esfuerzo. -¡Midas! ¡Maldito niño!- chilló Selene, dándole un coscorrón en la cabeza- Manchaste todo el mármol, idiota. El joven abrió grandes los ojos al ver el desastre que había hecho- ¡Perdón Sele!- Sollozó- Te juro que voy a ayudarte.- suplicó tomando del balde una esponja con espuma. -¡Para nada señorito!-. Se apresuró a decir s
Selene se encontraba en la cocina ayudando a su amiga con el desayuno de Dionisio- ¡No tonta! ¡Te dije que le gusta la tostada sin bordes!- exclamó Agatha quitándole el pan de las manos.-¿Cuál es la diferencia? Que caprichoso- exclamó frustrada. -Si llegara a escucharte…- dijo preocupada- Traeme el queso untable descremado de la heladera ¡Rápido! se nos hace tarde. Selene se movió hacia la heladera con cansancio, últimamente se sentía sin energías. Abrió la heladera y tomó la bandeja con el queso y sintió el olor entrar de golpe por sus fosas nasales. Su rostro se frunció en una expresión de asco, cuando quiso darse cuenta, estaba soltando la bandeja contra el suelo y corriendo hacia la pileta de la cocina vaciando todo su estómago. -¡Sele!- gritó su amiga que corrió preocupada.La azabache se tambaleó hacia atrás mareada, hubiese caído de no ser por el agarre de Ágatha que la ayudó a sentarse en una de las banquetas. -¿No estarás embarazada?- bromeó, pero cuando el rostro de la