Tarde de lluvia.

— Raúl se tuvo que ir solo por ese pasaporte —dijo mamá con un tono cansado.

— Ya no quiero hablar de eso, mamá —contesté, visiblemente molesta.

— Cenamos pizza así te animas un poquito, mi amor —sugirió mamá con una sonrisa.

Asentí con la cabeza.

— Amor, ya que no iremos de viaje, iré a pasar el día con tu tía que está en la ciudad. ¿Vienes? —propuso ella.

— No, mamá, yo me quedo con los gemelos. Mejor ve tú y que te lleve el chofer —respondí, sin ganas de moverme.

— Sí, amor, mañana voy —confirmó mamá.

No puedo creer que Rodrigo me siga manejando a su antojo; solo soy un títere y eso me hace enojar demasiado. Me pregunto cuándo me dejará en paz ese hombre. ¿Por qué no puedo desaparecerlo de mi vida de una buena vez? Y lo que más odio es que sigo amándolo con todo lo que soy. Me odio a mí misma por hacerlo y porque creo que nunca lo dejaré de amar.

El día se tornó nublado; creo que lloverá, por eso no quiero sacar a los gemelos de la casa. En este momento estamos en el jardín jugando
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