En este momento, me encuentro en el departamento de Rodrigo, sentada en su regazo, mientras mis labios se entrelazan con los suyos. Hace dos horas que no nos hemos separado. La atmósfera está cargada de pasión y deseo.—No me dirás tu plan —le pregunto, dejando que mis labios recorran su cuello y mordiendo suavemente su piel mientras mi mano baja hacia su entrepierna.Él ríe con una sonrisa traviesa.—No, solo confía en mí, celosa.—Seguro que no me dirás —insisto, intensificando mis caricias.—Detente por tu propio bien. Más que hablar, conseguirás que te lleve arriba y no te permita salir hasta mañana —responde, con un tono que mezcla advertencia y deseo.—Dime —suplico.—Mi ángel, solo confía en mí —susurra con ternura.—Bien, pero no te acostarás con ella, ¿verdad?Él niega con la cabeza.—Lo prometo. Sabes que te amo.—No te creo —murmuro, sintiendo una mezcla de desconfianza y deseo.—Me encantas cuando te pones en tu plan, niña —dice, sonriendo mientras sus labios se encuentran
En este momento estoy en mi casa con Ximena, charlando, o más bien, ella me está reclamando por mi imprudencia. —¡Siempre has sido una chismosa! ¡No sé cómo fue que confié en ti!— Me grita molesta —No le dije nada a Rodrigo. Ella ríe—. Entonces, te leyó la mente, Ellie. Siempre pierdes el control cuando lo tienes cerca. Debí saber que estarías de su lado y no del mío. —Siempre estoy de tu lado, pero no soy la clase de amiga que te dice que estás haciendo lo correcto cuando no es así. Tu hijo tiene todo el derecho a conocer a su padre. Ahora serás madre, Ximena, y debes pensar en lo que es mejor para él.— Espeté —Exacto, es mi hijo y tú no tienes por qué meterte, o yo te diré cómo cuidar a los gemelos. Fuimos interrumpidos cuando Rodrigo y Camilo llegaron a mi casa; el segundo se veía muy molesto. No quise meterme en los problemas de Camilo y Ximena, pero fracasé terriblemente. —Rodrigo, dijiste que no le dirías.— Le reclamé —Dije que tal vez no le diría; además, escuchamos
Me desperté temprano; luego me duché y me vestí con un short vaquero azul y una blusa rosa. Recogí mi cabello por la mitad y luego me maquillé. En cuanto terminé de arreglarme, esperé a que los gemelos despertaran. Primero vestí a Santi, quien estaba más tranquilo. Le coloqué una camisa roja, unos jeans azules y sus tenis. En cambio, a Chris lo vestí con una camiseta azul y jeans blancos. Siempre los visto con las mismas prendas pero con colores diferentes. De todas formas, aunque los vistiera idénticos, yo sé distinguirlos a la perfección. Le pedí a mi madre que les diera el desayuno mientras yo terminaba de preparar el bolso; coloqué unos pañales, ropa extra, mamaderas y un suéter por si refresca, entre otras cosas. —Mamá, de verdad quiero que vayas con nosotros —le pedí. Ella rió. —Ya que presumes que eres una mujer libre para tomar tus decisiones, puedes encargarte tú sola de tus hijos. —Esto es infantil; simplemente no quiero más problemas entre Raúl y Rodrigo —le expl
Rodrigo Montalbán No permitiré que nada ni nadie me aleje de Elizabeth y mis hijos. Lo que tengo que hacer es reconciliarme con mi suegra; por eso, visitaré la mansión para intentar hablar con ella.Haría lo que fuera para recuperar a mi Elizabeth. Necesito encontrar las palabras correctas para que me perdone. En verdad, siento que es estúpido, porque yo a la señora no le hice nada, y ella no es nadie para juzgarme, pero no tengo opción.En este momento, estoy charlando con Flavia, o más bien, ella no deja de besar mis labios y mi cuello.—Ro, debí hacerme el rogar un poco más contigo, pero eres tan irresistible —dice Flavia, sonriendo mientras se acerca a mí, su aliento cálido en mi piel.Reí. —Ya te dije que lo siento; después de lo que ocurrió con Ro y de pasar tanto tiempo en prisión, ya no me siento yo —le contesto, tratando de mantener la distancia, aunque su cercanía me resulta tentadora.—En eso tienes razón; antes eras pura miel, ahora eres más hombre —comenta Flavia, juguet
Santi comenzó a llorar desesperadamente, como si entendiera la gravedad de lo que estaba ocurriendo o, quizás, lo asustaron mis gritos o los truenos de la tormenta. Su llanto resonaba en la habitación, sumándose al caos que me rodeaba.—¡Déjame ir! —Supliqué con voz temblorosa, sintiendo cómo mi corazón latía desbocado en mi pecho.—¡Cállate, estúpida! —gruñó Raúl, su rostro deformado por la furia.Intenté golpearlo, desesperada por liberarme, pero fue más rápido. Sujetó mis manos con fuerza y las torció detrás de mi espalda, inmovilizándome. Sus labios se pegaron a mi cuello, mientras sus manos asquerosas recorrían mis pechos sin ningún pudor. Sentí náuseas, un asco profundo que me revolvía el estómago.—Está llorando —espeté, buscando distraerlo, aunque fuera solo un segundo.—Que llore, no se va a morir —respondió con desdén—, pero hoy me quito las ganas —agregó, mientras comenzaba a besar mi ombligo y a bajar mi short con movimientos bruscos.El sonido de su celular vibrando irrum
RaúlMe desperté adolorido en una habitación extraña. Lo último que recuerdo es que estaba en la cama con Elizabeth. La maldita se resistió demasiado y me golpeó. Ya conseguiré mi venganza; será mía tarde o temprano.Fui interrumpido cuando él se acercó a mí, notándose la furia en su mirada.—¡Al fin despiertas, imbécil! —me gritó mi primo, Rogelio, con los ojos llenos de desprecio.—Habla más bajo, Rogelio —le pedí con un susurro mientras me sentaba con dificultad.—¿Me insultas después de que prácticamente te salvé? Sabes lo que ocurriría si vas a prisión —me respondió, cruzando los brazos con evidente frustración.—No iré a prisión nunca —le aseguré, entrecerrando los ojos.—Más te vale. No arruinarás nuestros negocios por una tipa —espetó, acercándose amenazadoramente.—Esa "tipa" es mi mujer —dije, levantándome del sillón y enfrentándolo.—Debería estar muerta. Yo puedo encargarme —propuso con frialdad.—Si la tocas, te mato —le advertí, apretando los puños hasta que los nudillos
Elizabeth Romano.Rodrigo me despertó con suaves besos en el cuello y la mejilla. Sus caricias eran tiernas, reconfortantes, como si intentara disipar la pesadilla que aún me perseguía.—Amor, ya está listo el desayuno. ¿Quieres que llame a tu madre? —me preguntó en un susurro, mientras acariciaba mi cabello.—No, a mi mamá no —respondí rápidamente, casi en un suspiro ahogado.El miedo se apoderó de mí al recordar cómo Raúl la manipuló tantas veces. Tenía terror de que él lograra convencerla de decirle dónde estaba. No quería volver a verlo en mi vida, no después de lo que intentó hacerme.Rodrigo me observó en silencio, notando mi agitación, y decidió no insistir. Luego, con un tono más serio, dijo:—Amor, ahora que estás más tranquila, necesito que me digas qué ocurrió.Tomé aire, sintiendo cómo el nudo en mi garganta se hacía más fuerte. Mis manos temblaban mientras intentaba recordar aquella noche.—Fue un día tranquilo, pero luego comenzó la tormenta. Él dijo que los caminos esta
Rodrigo Montalban Mi plan funcionó a la perfección. Las cámaras de seguridad captaron cuando Flavia entró en la oficina de Ellie con el arma en sus manos. Al salir, fue detenida por la policía, quien ya estaba alertada gracias a Lila. Ahora mismo estoy observando el interrogatorio que le están realizando a Flavia. Ella no deja de llorar, repitiendo que la van a matar. La policía le aconseja que confiese para que puedan protegerla. Cuando la trasladaron a una celda, solicité un permiso para verla.Al verme, ella comenzó a reírse a carcajadas. Su risa era aterradora, mezclada con llanto, como una melodía perturbadora. —Lo planeaste todo, ¿verdad? —preguntó, su voz cargada de amargura. —Por supuesto —respondí con frialdad—. Te metiste con mi hermano y mi mujer. —¡Eres un maldito! ¡No diré nada! —gritó, apretando los puños con desesperación. La miré con calma, sabiendo que tenía la ventaja. —Entonces serás condenada como la asesina, Flavia —dije, observando cómo su expresión