Mi dolor

El día llegó a su fin y todos se marcharon. Santi se fue a dormir hace rato, llevado en brazos por Ro, quien después le leyó un cuento, como lo hace cada noche. A mi pequeño le encantan los cuentos; no se duerme sin que Ro o yo le leamos algo.

Me dirigí al antiguo cuarto de los gemelos. Este es mi santuario, un lugar donde todo permanece como la última vez que vi a Chris. Me recrimino una vez más el no haberlo llevado conmigo a la clínica aquel fatídico día.

"Si lo hubiera llevado, ahora mi pequeño estaría con nosotros," pensé, mientras un nudo se formaba en mi garganta.

Abracé su ropita de bebé, empapándome del aroma que aún guardaba, y me recosté en la cama. Como lo hago todas las noches, me permití llorar. Pero hoy, en su cumpleaños, la necesidad de llorar era más intensa que nunca.

Mi familia ya se ha rendido conmigo; han aceptado que llorar es mi única forma de desahogo.

"¿Dónde estás, mi bebé? ¿Estarás comiendo bien? ¿Te tratarán con cariño?" Esas preguntas me atorment
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