La cena estaba en su punto más tenso cuando noté que Rosana, una de las sirvientas, se acercaba a mí. Su rostro estaba pálido, sus manos temblaban ligeramente. Podía sentir que algo no andaba bien. —¿Qué ocurre? —le pregunté, tratando de ocultar la ansiedad que comenzaba a invadirme. Ella me miró a los ojos, y en ese instante supe que lo que tenía que decir no sería nada bueno. —No beba nada —me susurró, tan bajo que apenas pude escucharla—. El señor colocó un líquido en su vino para drogarla y abusar de usted esta noche. Antes de que pudiera reaccionar, se marchó rápidamente, dejando tras de sí una estela de miedo y desesperación en mi pecho. ¿Qué demonios iba a hacer ahora? Mis manos comenzaron a sudar, y miré la copa de vino frente a mí como si fuera un arma letal. No pasó mucho tiempo antes de que Raúl se acercara, con Chris a su lado. Su mirada era fría, controlada, pero yo sabía que tras esa fachada había una amenaza constante. —Espero que te comportes esta noc
—Quédate quieta o te amarro —amenaza, mientras me despoja del brasier.Comienza a jugar con mis pechos, devorándolos con una avidez que me revuelve el estómago. Intento resistirme, pero mis fuerzas no son suficientes. Su boca desciende lentamente, besando mi ombligo mientras sus manos intentan bajar mis bragas.—Oh Dios, eres tan deliciosa, toda mía —dice, su voz cargada de lujuria.Cuando intenta abrir mis piernas, cierro con todas mis fuerzas, resistiéndome con desesperación. Sus uñas rasguñan mis muslos en su esfuerzo por separarlas, pero no lo consigue. Me mira con odio, furioso por mi resistencia.—No me lo hagas más difícil —gruñe.—Aunque me violes, nunca seré tuya, y siempre me darás asco. Siempre seré de Rodrigo —le escupo, llenándome de valor.La bofetada que me da es brutal, pero no me rindo. Con las pocas fuerzas que me quedan, grito con todo mi ser.—¡Rodrigo!Él me agarra del cuello y aprieta con fuerza, cortándome la respiración.—¡Rodrigo! ¡Rodrigo! —repito, mi voz aho
Rodrigo Montalban. Estoy en mi habitación, con Santiago acurrucado a mi lado. Desde que Ellie se fue, él no se separa de mí. Cada noche, me pregunta por ella, y yo me encuentro sin respuestas, sin saber cómo aliviar su dolor ni cómo encontrarla. Es desesperante pensar que, aun con todas las pruebas de que ese malnacido es El Halcón, sigue libre, burlándose de la justicia internacional y haciendo lo que le place. La impotencia me consume. —No cuento tan malos cuentos, ¿verdad? —le susurré, acariciando su cabello suave y desordenado. —Mami los cuenta mejor —me respondió con su vocecita. Reí, intentando mantener la calma que no sentía—. Mentiroso, sé que soy tu favorito. —¿Cuándo volverá mami? —me preguntó, con esa inocencia que me rompe el alma. —Muy pronto, amor. Ahora duerme, que ya te conté muchos cuentos —traté de sonar convencido, aunque por dentro me consumía la incertidumbre. —No tengo sueño —me dijo, aunque un bostezo lo traicionó. —Mentiroso —le respondí, acom
La desesperación era un sentimiento que se había instalado en mi pecho, una sensación que no me soltaba. Toqué la puerta toda la noche, rogando que alguien me escuchara, pero fui ignorada. No podía creer que, por mi culpa, la vida de mi bebé estuviera en riesgo. Si pudiera, le avisaría a Ro, pero estaba atrapada, sin opciones.Finalmente, decidí que no podía esperar más. Me puse un vestido negro que encontré en el clóset, mis manos temblaban al alisarlo. Observé la ventana y noté que no tenía rejas, una oportunidad. Desesperada, improvisé una cuerda con las sábanas, haciéndole nudos como cuando me escapaba con Antonio en el pasado. Las até a un mueble firme y, sin pensarlo demasiado, comencé a descender por la ventana.—¡Por favor, que no se rompa!— murmuré para mí misma, con el corazón latiéndome en la garganta.Pero la suerte no estaba de mi lado. A mitad de camino, la maldita sábana se rompió y caí al suelo. Gracias al cielo, había solo pasto debajo, pero mi rodilla no tuvo la mism
Abrí los ojos cuando sentí unos bracitos pequeños abrazando mis piernas. Sabía perfectamente quién era sin necesidad de mirar. "Mi pequeño Chris", pensé mientras acariciaba su cabello. Pero el suave momento se rompió abruptamente cuando la voz fría de Raúl resonó en la habitación.—Rosana, llévalo —le ordenó con dureza.—¡Lo que hagas, que lo vea él! —replico desafiante, mi tono cortante como una navaja.Mi corazón se encogió de terror. No quería que mi hijo presenciara la crueldad de a quien considera su padre , pero si tenía que morir para que él viera el monstruo que era Raúl, lo haría sin dudarlo.—Creo que hay una forma en la que sufrirás más, mi amor —dijo Raúl, con esa maldita sonrisa que tanto detestaba. Lentamente, levantó el arma y la apuntó directamente a Chris.En un acto reflejo, cubrí a mi pequeño con mi cuerpo, mi instinto de madre superando cualquier miedo.—¡Mátame, maldito, pero a mi hijo no lo tocas, infeliz! —grité con toda la furia y desesperación que sentía.El s
Cuando todos se marcharon, subí lentamente a la habitación de Chris, que ahora compartía con Santi. Mi suegra había colocado una cama adicional para que ambos pudieran estar juntos. Quiero que mis bebés se conozcan y pasen todo el tiempo posible juntos. Es un sueño tener a mi Chris con nosotros; él siempre debió estar con su familia. En este momento estamos abriendo los regalos que le compraron sus tíos y sus abuelas a Chris para que se sienta bien recibido. —Mira qué bonito coche, como te gustan, ¿jugamos, bebé? —le pregunté con una sonrisa, mostrándole el pequeño coche de juguete. Pero noté que no le prestaba mucha atención a los regalos. Simplemente estaba sentado en la cama, con una gran seriedad en su rostro y los brazos cruzados. —Yo quiero mis juguetes de antes —dijo, frunciendo el ceño. —Lo sé, bebé —respondí suavemente, entendiendo su añoranza por lo que dejó atrás. En ese momento, Santi entró a la habitación con un perrito entre sus brazos, un cachorro pequeño de ojos
Me despertaron los rayos del sol y salí de la cama con mucho cuidado, intentando no despertar a los gemelos, quienes dormían tranquilamente. Me dirigí a la cocina, donde Ro estaba tomando café. Me senté en sus piernas y le di un beso en los labios, el cual él correspondió. —¿Y mi suegra? —pregunté, acurrucándome en su regazo. —Tenía una reunión con sus amigas, y tu madre se fue unos días a ayudar a tu madrina con unos asuntos —respondió él, acariciándome el cabello. —Entonces, estamos solos —dije, esbozando una sonrisa traviesa. Mi tía Caridad murió hace años, la enterramos al lado de mi abuelo. Eva y Rosalba ya no viven con nosotros, pero vienen a visitarnos seguido, por lo cual solo vivimos con Lucrecia y mi madre. Las cosas han cambiado con los años; yo me llevo mejor con Lucrecia y Rodrigo con mi madre. —Al fin tienes tiempo para mí, preciosa. Sabes, yo también necesito mimos —murmuró Ro, besando mi cuello. —Ah, ¿sí? —comencé a besar sus labios suavemente y luego su cuello
Semanas después Hemos hablado con la psicóloga; hace algunas semanas que los gemelos están en terapia. Ella nos informó que Santi está mucho mejor, pero el que le preocupa es Chris. Nos recomendó tener mucha paciencia con él y a Ro intentar ganarse su confianza poco a poco. Será muy complicado sacar de la cabeza de Chris la idea de que Ro es malo y violento, como le hizo creer Raúl. Chris ha estado en clase durante una semana; se ha hecho muy amigo de Luciana y otros niños del salón, lo cual es bueno y malo. Bueno, porque se ve muy feliz; malo, porque Santi está algo celoso, sobre todo con Lu, quien es su mejor amiga. En este momento estoy en el colegio esperándolos. Corrieron a abrazarme, y obviamente correspondí su abrazo y les di besos en las mejillas. —¿Cómo se portaron? —le pregunto a la maestra. —Chris bien, pero Santi está algo travieso —responde ella. —¿Ah, sí? —pregunto, arqueando una ceja mientras miraba a Santi. Nos dirigimos al carro y noté que Santi sigue estand