La hostilidad de Christhopher

Me despertaron los rayos del sol y salí de la cama con mucho cuidado, intentando no despertar a los gemelos, quienes dormían tranquilamente.

Me dirigí a la cocina, donde Ro estaba tomando café. Me senté en sus piernas y le di un beso en los labios, el cual él correspondió.

—¿Y mi suegra? —pregunté, acurrucándome en su regazo.

—Tenía una reunión con sus amigas, y tu madre se fue unos días a ayudar a tu madrina con unos asuntos —respondió él, acariciándome el cabello.

—Entonces, estamos solos —dije, esbozando una sonrisa traviesa.

Mi tía Caridad murió hace años, la enterramos al lado de mi abuelo. Eva y Rosalba ya no viven con nosotros, pero vienen a visitarnos seguido, por lo cual solo vivimos con Lucrecia y mi madre. Las cosas han cambiado con los años; yo me llevo mejor con Lucrecia y Rodrigo con mi madre.

—Al fin tienes tiempo para mí, preciosa. Sabes, yo también necesito mimos —murmuró Ro, besando mi cuello.

—Ah, ¿sí? —comencé a besar sus labios suavemente y luego su cuello
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