Los temores de Chris

Estaba agotada de idear formas de escapar de esta cárcel dorada. Esta casa, que alguna vez consideré un refugio, ahora me asfixiaba. Estaba repleta de sombras vigilantes, personas que, aunque tal vez respetaban o temían al Halcón, no moverían un dedo para ayudarme.

—Vamos a la piscina, el día está hermoso —le dije a Chris, tratando de mantener la normalidad en medio del caos.

Pero Chris, mi pequeño, mi niño que solía adorar el agua, me sorprendió con su respuesta.

—No sé nadar.

¿Cómo había olvidado el agua? Antes, se zambullía sin miedo. Lo observé con tristeza, preguntándome qué más había cambiado en él sin que yo me diera cuenta.

—Yo te enseño, confía en mami —le aseguré con una sonrisa que no llegó a mis ojos.

—No quiero.

Su rechazo fue un puñal en mi pecho. Pero no quise presionarlo. Quería recuperar su confianza, no perderla más.

—Está bien, bebé. Pero, ¿sabes? Yo también tenía miedo de nadar cuando era pequeña. Me caí al agua y me aterraba hasta que un príncipe me enseñó.

—¿El
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