La locura de Raúl

Después de ayudar a Chris a ducharse, lo envolví en su pijama favorito y lo acosté en su cama. Al arroparlo, me detuve a observar su habitación, que no era muy diferente a la de Santi. Estaba llena de peluches, juguetes, y decoraciones de dibujos animados. Sin embargo, noté una diferencia: en esta habitación no había cuentos.

Chris se acurrucó en su cama, abrazando con fuerza un peluche de un superhéroe. Me acerqué y, con una sonrisa, le pedí suavemente:

—Hazme espacio —le pedí, esperando que me dejara un rincón en su cama.

—¿Dormirás conmigo? —preguntó, sorprendido, mirándome con esos ojitos curiosos.

—Claro, bebé, todas las noches —respondí mientras me recostaba a su lado, envolviéndolo en un cálido abrazo—. ¿No quieres un cuento?

—Los cuentos son para niños —dijo, sacudiendo la cabeza con desdén.

Reí suavemente, acariciándole el cabello.

—¿Y tú qué eres? —le pregunté con una sonrisa.

—Ya tengo seis —respondió, como si esa fuera la respuesta más obvia del mundo.

—No me digas… Pues t
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