Luciana se encontraba recostada en la camilla del quirófano, observando nerviosamente la pantalla mientras el doctor preparaba el equipo para su ecografía. A su lado, Chris le sostenía la mano, intentando transmitirle calma, aunque su propio rostro reflejaba una mezcla de emoción y ansiedad. Su madre estaba allí también, apoyando a su hija con una cálida sonrisa, pero su mirada también denotaba la preocupación típica de una abuela expectante. El doctor comenzó a mover el transductor sobre el vientre de Luciana, y el sonido de los latidos inundó la sala, haciendo que ella soltara una risa nerviosa. Sentía su corazón latir con fuerza y su estómago lleno de mariposas. Su embarazo de seis meses ya había sido una experiencia llena de emociones intensas, y ahora, a punto de conocer más detalles sobre su bebé, los nervios no la abandonaban. —¿Estás bien, nena? —le susurró Chris, acariciando su mano con ternura. —Sí… solo… estoy un poco ansiosa —admitió ella, soltando un suspiro profundo.
Christopher y Santiago estaban sentados en la sala del tribunal, observando atentamente a los acusados. El ambiente era tenso, los murmullos en la sala se extinguían cuando el juez comenzaba a hablar. Los dos, junto a su padre, Rodrigo, sabían que finalmente el juicio contra Raúl, el hombre conocido como "El Halcón", y Matt, el cómplice en sus crímenes, estaba alcanzando su clímax. Las pruebas eran abrumadoras y los recuerdos de las atrocidades cometidas por estos hombres pesaban sobre todos ellos. Christopher apretó los puños, mirando fijamente a Raúl, quien estaba sentado de manera altiva, casi como si no tuviera conciencia de la gravedad de lo que enfrentaba. Santiago, a su lado, no dejaba de observar a Matt con una mezcla de rabia y desprecio. —Esto se acaba hoy —dijo Santiago, con la voz baja pero firme, casi sin poder contener su enojo. —Sí, pero no va a devolver lo que hicieron —respondió Christopher, sin apartar la vista de Raúl, quien le devolvía la mirada con una sonri
Gala salió de su asiento con paso firme, aunque sus manos temblaban levemente por la tensión de lo que acababa de revelar. Había sido un testimonio largo y doloroso, pero necesario. Cada palabra que dijo la había liberado un poco más de su pasado y la acercaba al cierre que tanto necesitaba.El juez y el jurado se retiraron para deliberar. En la sala se respiraba una calma tensa; los rostros de los presentes reflejaban una mezcla de ansiedad y expectativa mientras todos esperaban el veredicto.Tras unos minutos, el juez y el jurado regresaron, y todos en la sala se enderezaron, expectantes. El juez tomó asiento y comenzó a leer la sentencia en voz alta, su tono grave y firme.—Matt Cáceres ha sido encontrado culpable de los cargos de asesinato de Alessio Denovan, secuestro y abuso sexual a Gala Smith, y de múltiples delitos de narcotráfico —declaró el juez. Las palabras resonaron en la sala como un peso que caía de golpe. Matt bajó la cabeza, su rostro endurecido, mientras su mirada p
Tras el juicio, Santiago siguió a Gala en su auto, manteniendo la distancia mientras observaba cómo ella se dirigía hacia la imponente mansión de la familia Johnson. Cuando finalmente se estacionó frente a la entrada, ni siquiera esperaba la bienvenida; sabía que no se la darían. Aun así, entró sin pedir permiso, con una determinación que sorprendió a los escoltas, quienes de inmediato se colocaron frente a él para detenerlo. —¿Qué haces aquí? —preguntó Gala con furia, clavándole una mirada helada. —Necesito hablar contigo —respondió Santiago, con un tono que dejaba clara su desesperación. —¡Lárgate! Ella no quiere hablar contigo —interrumpió un hombre, el mismo de traje que Santiago había visto en el juicio, y que ahora estaba a su lado, como un guardián vigilante. Santiago lo miró con desdén, los celos quemándole en el interior. —Tú, imbécil, no me dices qué hacer —le espetó, manteniendo la mirada desafiante—. Y no tienes nada que hacer en la casa de Gala a estas horas. ¿Quién
En la clínica, el ambiente estaba cargado de tensión. Christopher, Santiago, Rodrigo y Lorenzo aguardaban en silencio, cada uno inmerso en sus propios pensamientos y culpas. Rodrigo estaba sentado con las manos entrelazadas sobre la nuca, su rostro lleno de desesperación y remordimiento. Se sentía un imbécil, un padre ausente que no había sabido ver el dolor de su hija.—¿Cómo no me di cuenta? —murmuró Rodrigo, rompiendo el silencio. Su voz era un susurro quebrado, cargado de culpa—. Soy su padre... ¿Cómo no vi esto venir?—No eres el único, papá —dijo Christopher, apoyando una mano en su hombro—. Todos estamos lidiando con nuestras cosas, pero eso no es excusa. Fallamos.Santiago caminaba de un lado a otro, su semblante marcado por la frustración y la impotencia.—Maldita sea —gruñó, deteniéndose por un momento—. ¿Cómo llegamos a esto? Mariana estaba sufriendo y ninguno de nosotros lo notó.Lorenzo, que había estado observando en silencio, se cruzó de brazos y dejó escapar un suspiro
Santiago llegó derrapando frente a la mansión de Gala, su corazón latiendo con una mezcla de rabia y miedo. Los escoltas, al verlo aproximarse con pasos decididos, rápidamente bloquearon la entrada.—¡Déjenme pasar! —rugió, su voz resonando en la tranquila calle—. ¡Necesito hablar con Gala ahora mismo!Los guardias permanecieron firmes, uno de ellos levantando una mano con calma.—Señor, váyase antes de que llamemos a la policía —advirtió, pero Santiago no se inmutó.—¡No me importa! ¡Gala! —gritó, elevando su voz hasta que resonó en la enorme fachada de la mansión—. ¡Sal de ahí ahora mismo! ¡Tenemos que hablar!Finalmente, la puerta principal se abrió con un golpe seco, y Gala apareció en la entrada, enfundada en un elegante vestido color marfil. Su rostro mostraba una mezcla de enojo y cansancio. Bajó los escalones con paso firme, ignorando a los escoltas que intentaban calmar la situación.—¿Qué mierda te pasa ahora, Santiago? —espetó, cruzándose de brazos—. ¿Por qué no puedes deja
En la clínica, Christhopher caminaba de un lado a otro en la sala de espera, su expresión dura y la mandíbula tensa eran claros signos de su molestia. Luciana, sentada en un sillón cercano, lo observaba con preocupación. Su vientre ya ligeramente abultado era evidente, pero su determinación de estar allí era aún más fuerte. —Chris, por favor, cálmate —le pidió con suavidad, su voz reflejando tanto preocupación como cansancio—. Estar así no va a resolver nada. Chris se detuvo en seco y la miró, sus ojos llenos de furia contenida. —¿Calmarme? ¿Cómo quieres que me calme, Luciana? —espetó, levantando ligeramente la voz. Luego bajó el tono al notar que varias miradas se dirigían hacia ellos—. Te pedí que te quedaras en casa, que no te expongas. Esto no es seguro para ti ni para el bebé. —Chris, no estoy aquí por mí, estoy aquí por ti y por todos. Quiero apoyarte, y no me parece justo que me mantengas al margen como si no fuera capaz de manejar esto —respondió ella, con una mezcla de du
Rodrigo sintió un golpe sordo en el pecho al escuchar las palabras del médico. Su voz sonaba lejana, como si el tiempo se hubiera detenido a su alrededor. —Hemos hecho todo lo posible, pero... la señora Elizabeth ha fallecido —dijo el médico con tono solemne, bajando ligeramente la cabeza. Rodrigo negó con vehemencia, retrocediendo un paso mientras su mente se rehusaba a procesar la noticia. —No... no, no puede ser. ¡Usted se equivoca! —exclamó con la voz quebrada. Antes de que alguien pudiera detenerlo, Rodrigo corrió hacia la habitación de Ellie. Empujó la puerta con fuerza, ignorando las protestas de las enfermeras y médicos que intentaban detenerlo. —¡Ellie! —gritó al verla sobre la cama, inmóvil, pálida, con los monitores apagados. Se acercó a ella, tomando su cuerpo frío entre sus brazos. La abrazó con fuerza, como si al hacerlo pudiera devolverle la vida. —No me hagas esto, por favor... ¡Elizabeth! —suplicó, las lágrimas deslizándose sin control por su rostro. La