Luciana despertó completamente desorientada, con un fuerte dolor de cabeza que nublaba sus pensamientos. Apenas podía recordar lo que había sucedido antes de ser secuestrada, y al intentar moverse, sintió la presión de las cuerdas que la mantenían atada a una silla. Su cuerpo estaba rígido, y el frío del lugar la envolvía, aumentando su incomodidad. Al levantar la mirada, se encontró con un hombre rubio que la observaba con una sonrisa torcida, su mirada recorriéndola de arriba a abajo como si ella no fuera más que un objeto. —Bienvenida, Luciana —dijo el hombre con una voz grave y burlona, inclinándose hacia ella. Luciana tragó saliva con dificultad. El miedo comenzaba a instalarse en su pecho, pero intentó mantenerse firme. —¿Tú quién eres? —preguntó, su voz débil pero desafiante, intentando que el temblor en sus manos no fuera visible. El hombre soltó una carcajada fría y se enderezó, caminando a su alrededor como un depredador acechando a su presa. —Yo soy Matt, el hijo
Christopher llegó a su casa destrozado. Sus padres, Rodrigo y Elizabeth, ya estaban allí. Elizabeth, al ver a su hijo deshecho en lágrimas, sintió un golpe en el pecho. Hacía años que no veía a Chris llorar de esa forma. —¿Qué pasa, cariño? Tranquilízate —le dice Elizabeth mientras se acerca con preocupación en la mirada. —Mamá, papá, soy un idiota… tenían razón en todo —confiesa Chris, su voz rota por la angustia. Rodrigo, siempre distante en su relación con su hijo, se sintió desconcertado por la forma en que Christopher lo había llamado "papá". Esa cercanía inesperada solo aumentaba su preocupación. —¿Qué es lo que pasa, Christopher? —pregunta Rodrigo, tratando de mantener la calma—. Si tienes algún problema con la empresa, no te preocupes, lo solucionaremos. —Es Raúl… Él está vivo. Hace un año que he estado en contacto con él —revela Chris, mientras el silencio pesa en la sala. —Eso no puede ser, ese miserable no puede estar vivo… —dice Elizabeth, incrédula, con los oj
Gala se encontraba inquieta, caminando de un lado a otro en la habitación. El reloj en la pared marcaba las tres de la madrugada, y Christhopher no había llegado a casa. Apretaba su teléfono entre las manos, revisando cada pocos minutos si había algún mensaje o llamada perdida, pero la pantalla seguía en blanco.Decidió servirse un vaso de agua en la cocina, pero el líquido apenas calmaba su creciente ansiedad. Christhopher jamás se había comportado así, y la idea de que algo grave hubiera sucedido comenzaba a atormentarla.Mientras bebía, escuchó el sonido de una llave girando en la cerradura. Gala dejó el vaso sobre la encimera con brusquedad y corrió hacia la puerta principal, su corazón latiendo rápidamente.—¡Chris! —exclamó, aliviada, cuando lo vio entrar. Pero su alivio se desvaneció al ver el estado en el que estaba.Christhopher tenía el rostro tenso, los ojos rojos como si hubiera estado llorando o como si apenas hubiera dormido. Su ropa estaba arrugada, y su expresión no mo
Luciana estaba tranquilamente intentando calmarse. Habían pasado varias horas desde que la habían amarrado, y apenas le permitían comer o ir al baño, siempre acompañada por una mujer que la vigilaba con atención.Sus pensamientos estaban en caos, luchando por mantener la esperanza. De repente, salió de su ensimismamiento cuando Raúl se acercó. Con su cabello dorado que brillaba bajo la tenue luz de la habitación y sus ojos color cielo, parecía un ángel, pero ella sabía que ese hombre era un asesino. Su corazón latía rápido, pero decidió que no le demostraría miedo. Jamás se sometería ante él.—Hola, Luciana —dijo Raúl, su voz suave y seductora—. ¿Cómo te encuentras?Ella mantuvo la mirada fija en él, su expresión imperturbable.—No voy a permitir que me asustes —respondió con firmeza, su voz firme como una roca, desafiando su poder.Raúl sonrió, una sonrisa que no alcanzó sus ojos.—Oh, pero no estoy aquí para asustarte, querida —dijo, acercándose un poco más—. Solo quiero que entiend
Raúl sintió una mezcla de incredulidad y satisfacción al escuchar la voz de Elizabeth, la mujer que siempre había deseado y que ahora, por fin, se dirigía a él. Sabía que esto significaba que su plan había funcionado, pero también revelaba algo más: Gala lo había traicionado. Una traición que ella pagaría muy caro.—Ellie... —pronunció Raúl, saboreando cada sílaba, como si estuviera disfrutando del sabor de su nombre en sus labios. Su voz era suave, pero cargada de veneno. —Debí saber que la perra de Gala era una traidora.Elizabeth respiró hondo, tratando de controlar su furia. No podía permitirse perder la calma; Luciana dependía de ella.—¿Qué es lo que quieres para devolvernos a Luciana? —exigió, su tono firme y decidido. —La quiero viva y quiero que dejes en paz a mis hijos. Christopher no tiene nada que ver con tus negocios.Raúl sonrió al otro lado de la línea, saboreando la desesperación y la determinación en la voz de Elizabeth. Se reclinó en su silla, disfrutando del momento
Luciana se encontraba completamente amarrada, sus muñecas y tobillos atados de forma dolorosa, dejándola indefensa. La habitación oscura y opresiva hacía que cada sonido resonara más fuerte, intensificando su miedo. Sentía las manos ásperas de Matt sobre su piel, el asqueroso peso de su cuerpo inclinándose mientras la tocaba sin respeto, sus labios deslizándose cruelmente por su cuello.—Ya basta... —jadeó ella con voz rota, tratando de reunir algo de fuerza en su súplica.Matt, lejos de detenerse, levantó una mano y le dio una fuerte bofetada, haciéndola tambalearse y provocando que un hilillo de sangre se deslizara por su labio. La brutalidad la dejó aturdida, pero su mirada permaneció firme, llena de desafío.—Esos malditos gemelos se follaron a mi Gala... —escupió Matt con rabia contenida, su voz impregnada de un veneno que parecía quemar cada palabra—. Y tú pagarás las consecuencias.—Eres un enfermo —replicó Luciana con desprecio, resistiendo las lágrimas—. Gala fue tu amante o
Christhopher apretaba los puños, frustrado y rabioso. La impotencia de no saber dónde estaba Luciana lo consumía, y ver la inacción de la policía solo intensificaba su enojo. Había contratado a varios hombres que estaban dispuestos a seguir sus órdenes, porque había llegado a la conclusión de que por la vía legal no conseguiría nada. Raúl jugaba sucio, y él estaba dispuesto a hacer lo necesario para recuperar a Luciana.Alessio y su padre, Rodrigo, estaban en la misma habitación, observándolo. Rodrigo mantenía una expresión seria, tratando de mantener la calma, aunque en sus ojos se notaba la preocupación por su hijo y la situación en la que estaban envueltos.—Necesitas calmarte, Chris —le dijo Rodrigo, con voz firme pero comprensiva—. Ya la policía está involucrada, y están al tanto de que Raúl sigue vivo. Vamos a encontrar a Luciana, pero no podemos perder la cabeza ahora.Christhopher negó con la cabeza, la mandíbula apretada por la rabia contenida.—No puedo calmarme, papá. Yo la
Christhopher y Alessio no tardaron en llegar al lugar, sus rostros endurecidos y sus armas listas. Apenas cruzaron la entrada, se encontraron con varios hombres que los esperaban; sin perder un segundo, ambos abrieron fuego. Las detonaciones retumbaron en el aire mientras avanzaban, cada disparo liberando la furia y desesperación que sentían.Alessio se adelantó, decidido a encontrar a Mariana. Cuando sus ojos se posaron en ella, sintió cómo la rabia lo consumía. Mariana estaba tirada en el suelo, completamente desnuda y con marcas de golpes en su piel. A su lado, Matt, con una sonrisa cruel en el rostro, aún tenía la bragueta abierta. La escena lo horrorizó, haciendo que su respiración se volviera irregular y sus manos temblaran de ira.—¿Qué mierda le hiciste? —gritó Alessio, su voz cargada de odio mientras apuntaba directamente a Matt.Christhopher, con la mirada oscura y el ceño fruncido, apuntó también a Matt, sus manos firmes sobre el arma, decidido a no dejarlo salir de allí co