Chris estaba completamente enojado. Sin dudarlo, llamó a Raúl para reunirse con él. Al llegar al lugar acordado, se habría abalanzado sobre su padre, pero en ese momento lo detuvieron los hombres de Raúl, formando un círculo a su alrededor. —Dime dónde está Luciana —exigió Chris, la rabia vibrando en su voz—. Dímelo, miserable. Raúl soltó una risa burlona, disfrutando del desespero de su hijo. —Me encanta verte así, hijo, suplicando —respondió con desdén—. Pero yo no tengo nada que ver con el secuestro de tu amorcito. —Eres un mentiroso. Me manipulaste, me usaste desde que era un niño —dijo Chris, apretando los puños, su voz cargada de impotencia. —Yo te hice fuerte, Christhopher —replicó Raúl, cruzándose de brazos—. Desde que eras un bebé y te cargué entre mis brazos, te elegí para ser mi heredero. Debes aprender que en este mundo, o aplastas a otros o te aplastan. Chris sintió una oleada de ira recorrerlo. —Es cierto todo lo que has hecho: mataste a mi tío Ricardo y in
Luciana despertó completamente desorientada, con un fuerte dolor de cabeza que nublaba sus pensamientos. Apenas podía recordar lo que había sucedido antes de ser secuestrada, y al intentar moverse, sintió la presión de las cuerdas que la mantenían atada a una silla. Su cuerpo estaba rígido, y el frío del lugar la envolvía, aumentando su incomodidad. Al levantar la mirada, se encontró con un hombre rubio que la observaba con una sonrisa torcida, su mirada recorriéndola de arriba a abajo como si ella no fuera más que un objeto. —Bienvenida, Luciana —dijo el hombre con una voz grave y burlona, inclinándose hacia ella. Luciana tragó saliva con dificultad. El miedo comenzaba a instalarse en su pecho, pero intentó mantenerse firme. —¿Tú quién eres? —preguntó, su voz débil pero desafiante, intentando que el temblor en sus manos no fuera visible. El hombre soltó una carcajada fría y se enderezó, caminando a su alrededor como un depredador acechando a su presa. —Yo soy Matt, el hijo
Christopher llegó a su casa destrozado. Sus padres, Rodrigo y Elizabeth, ya estaban allí. Elizabeth, al ver a su hijo deshecho en lágrimas, sintió un golpe en el pecho. Hacía años que no veía a Chris llorar de esa forma. —¿Qué pasa, cariño? Tranquilízate —le dice Elizabeth mientras se acerca con preocupación en la mirada. —Mamá, papá, soy un idiota… tenían razón en todo —confiesa Chris, su voz rota por la angustia. Rodrigo, siempre distante en su relación con su hijo, se sintió desconcertado por la forma en que Christopher lo había llamado "papá". Esa cercanía inesperada solo aumentaba su preocupación. —¿Qué es lo que pasa, Christopher? —pregunta Rodrigo, tratando de mantener la calma—. Si tienes algún problema con la empresa, no te preocupes, lo solucionaremos. —Es Raúl… Él está vivo. Hace un año que he estado en contacto con él —revela Chris, mientras el silencio pesa en la sala. —Eso no puede ser, ese miserable no puede estar vivo… —dice Elizabeth, incrédula, con los oj
Gala se encontraba inquieta, caminando de un lado a otro en la habitación. El reloj en la pared marcaba las tres de la madrugada, y Christhopher no había llegado a casa. Apretaba su teléfono entre las manos, revisando cada pocos minutos si había algún mensaje o llamada perdida, pero la pantalla seguía en blanco.Decidió servirse un vaso de agua en la cocina, pero el líquido apenas calmaba su creciente ansiedad. Christhopher jamás se había comportado así, y la idea de que algo grave hubiera sucedido comenzaba a atormentarla.Mientras bebía, escuchó el sonido de una llave girando en la cerradura. Gala dejó el vaso sobre la encimera con brusquedad y corrió hacia la puerta principal, su corazón latiendo rápidamente.—¡Chris! —exclamó, aliviada, cuando lo vio entrar. Pero su alivio se desvaneció al ver el estado en el que estaba.Christhopher tenía el rostro tenso, los ojos rojos como si hubiera estado llorando o como si apenas hubiera dormido. Su ropa estaba arrugada, y su expresión no mo
Luciana estaba tranquilamente intentando calmarse. Habían pasado varias horas desde que la habían amarrado, y apenas le permitían comer o ir al baño, siempre acompañada por una mujer que la vigilaba con atención.Sus pensamientos estaban en caos, luchando por mantener la esperanza. De repente, salió de su ensimismamiento cuando Raúl se acercó. Con su cabello dorado que brillaba bajo la tenue luz de la habitación y sus ojos color cielo, parecía un ángel, pero ella sabía que ese hombre era un asesino. Su corazón latía rápido, pero decidió que no le demostraría miedo. Jamás se sometería ante él.—Hola, Luciana —dijo Raúl, su voz suave y seductora—. ¿Cómo te encuentras?Ella mantuvo la mirada fija en él, su expresión imperturbable.—No voy a permitir que me asustes —respondió con firmeza, su voz firme como una roca, desafiando su poder.Raúl sonrió, una sonrisa que no alcanzó sus ojos.—Oh, pero no estoy aquí para asustarte, querida —dijo, acercándose un poco más—. Solo quiero que entiend
Mientras camino al altar del brazo de mi abuelo, siento que mi corazón se destroza con cada paso que doy. Las flores blancas y la música suave no logran aliviar el nudo en mi garganta. Mi vestido, que debería hacerme sentir como una princesa, se siente como una cárcel de seda. Hoy es el peor día de mi vida. Casarse con un hombre que no amas debe ser horrible, pero mi situación es aún peor: me estoy casando con un hombre que desprecio, el hermano del amor de mi vida, quien me está obligando a ser su esposa. Mis amigos y familiares sonríen y susurran emocionados. Ellos piensan que me caso por amor, que este es el día que siempre soñé. No se imaginan que estoy siendo obligada, que cada paso que doy es una lucha contra el impulso de salir corriendo. Cuando finalmente llego al altar, lo veo a él, a Ricardo Montalbán . Con su cabello oscuro y esos ojos azules profundos, la misma mirada que siempre me ha intimidado. Ricardo y Rodrigo son gemelos idénticos, pero mientras Rodrigo tiene un
La fiesta es un verdadero infierno para mí. Sonrío mecánicamente mientras las felicitaciones me llueven de todas partes. Me duele la cara de tanto fingir. Bailo con Ricardo, acepto sus besos y caricias, y todo el tiempo siento que estoy interpretando un papel en una obra macabra. Él me presume frente a todos, irradiando felicidad, pero no por amor, sino por lo que represento: dinero y poder. Haberle ganado a su hermano es su mayor triunfo. Hace solo unos meses, yo era una mujer feliz. Estaba lejos de ser la heredera millonaria que soy hoy. Jamás tuve nada en la vida más que a mi madre y mis sueños de convertirme en una famosa bailarina. Crecí en una pequeña isla, siendo hija de una madre soltera y teniendo que aprender a ganarme cada peso. Cuando cumplí dieciocho años, mi mamá lo vendió absolutamente todo para que pudiéramos mudarnos a la ciudad. Había ganado una beca en una academia de baile prestigiosa y, con trabajo y sacrificio, ambas pagábamos la otra mitad. Sin embargo,
Viajamos varias horas hasta llegar al hotel. Ricardo tiene negocios que atender aquí en Houston, y nos vamos a hospedar en un lujoso hotel. Al llegar a la recepción, Ricardo se adelanta para registrarnos. La recepcionista le sonríe amablemente mientras él le entrega nuestros documentos. —Necesitamos dos habitaciones—digo, aprovechando un momento de silencio, aunque mi voz suena insegura. Ricardo se vuelve hacia mí con una mirada afilada. —Ni lo sueñes, Elizabeth. Eres mi mujer—responde con una sonrisa fría—. No me digas que mi hermano no te entrenó bien. Siento un nudo en la garganta, pero no quiero mostrarle mi miedo. Yo deseaba entregarle mi virginidad a Rodrigo, pero él siempre me respeto. Era todo un príncipe. Ricardo se vuelve hacia la recepcionista. —Una habitación—dice con firmeza, y la mujer asiente, procesando la solicitud rápidamente. Subimos al ascensor en silencio. Ricardo se apoya contra la pared, observándome con una expresión que mezcla arrogancia y